enero 4, 2012
María Matienzo Puerto
HAVANA TIMES, 4 ene — En el escritorio de mi máquina tengo una foto de
mi sobrina. Ella solo tiene un añito de edad y es mulata igual que yo.
Su mamá es una trigueña cubana que ni por asomo le pueden mencionar la
posibilidad de una abuela negra y la conciencia de mi hermano de lo que
implica ser negro se resume a las veces que le piden el carnet en la calle.
De ahí en fuera, los dos, que son una pareja feliz con una bebita entre
los brazos, se limitan a reír y a repetir los chistes sobre negros.
Tengo un amigo que tiene una tesis muy bien fundamentada (según él
mismo) que dice que en Cuba no hay racismo.
Él, que es una buena persona, creo que lo que debiera decir es que en
Cuba no debiera haber racismo. Y entonces estaríamos de acuerdo y ese
tema no fuera un vacío en nuestras relaciones.
Seguro, quien escuchó o leyó lo que se dijo en la Asamblea Nacional
sobre la temática racial empezó el año con la misma idea.
¡En Cuba no hay racismo, caballero!!! ¡Qué felicidad!
En Cuba no hay un casco histórico en la Habana Vieja reconstruido desde
el blanqueamiento.
No hay una herencia de esclavitud, dolor; ni una herencia blanca de
trata humana; no hay cárceles llena de negros y negras, no hay una deuda
de quinientos años de desventaja social; nunca se ha considerado a la
rumba, al guaguancó, a la santería, al palo, a los abakúas, a la conga,
como manifestaciones marginales y marginadas.
Pues qué bien. Este es el lugar. ¡Vengan al paraíso de los sin color, y
de paso, de los sin herencia!
O sea, que mis amigos y sus anécdotas son una gran mentira.
Es mentira que a Alfredo una vez en una barbería, el barbero le dijo que
él no pelaba ese "tipo de pelo"; que a Julián no le dieron el trabajo
(con el currículo pertinente) y después descubrió que se lo habían
otorgado a un hombre blanco con menos currículo que él; que a Karen, que
trabaja en un museo, su jefe (con todo el poder que le asiste) la
amoneste constantemente porque su pelo le parece "horrendo" e
inapropiado para su trabajo de veladora.
Ahora que se consideró por la Asamblea que no era necesario una ley o
resolución, o lo que se estimara, para inculpar a los que desde su
poder, cualquiera que sea, menosprecien, excluyan, apliquen sus ideas
racistas, me parece que todas estas historias de vida son una gran
fantasía de mis amigos, que seguro, son tan imaginativos como yo.
En fin, que mi sobrina va a crecer con las mismas discriminaciones que
yo; que mi amigo, "el buena persona", va a seguir con su criterio, y el
resto, al que le interese, luchando.
Para que mi sobrinita se encontrara con una sociedad civil del siglo XXI
era necesario, ahora que dicen que están cambiando las cosas, que
hubiera salido una ley que aceptara y decretara el racismo como un delito.
Pero la película la siguen haciendo los mismos y sigue siendo una
película vieja.
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