miércoles, 4 de enero de 2012

El regreso de El Zorro

El regreso de El Zorro
Miércoles, Enero 4, 2012 | Por Frank Correa

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Hace pocos días el barrio
marginal El Palo perdió su tranquilidad, cuando se vio caminar otra vez
por sus calles luego de veinte años de encierro, a un individuo llamado
Rolando, conocido popularmente como El Zorro.

Rolando padece severos trastornos mentales desde niño y aunque su madre
intentó que aprendiera en las escuelas normales, a partir del segundo
grado tuvo que asistir a una escuela especial, donde no avanzó nada.
Presentaba problemas en el lenguaje y en sus relaciones afectivas.
Su única afición era empinar papalotes y que le llamaran El Zorro.

Los muchachos del barrio para fastidiarlo empinaban sus papalotes cerca
del de Rolando y le ponían cuchillas en los rabos para cortarle la
cuerda y mandárselo a bolina, algo que lo enfurecía. Les gritaba a los
muchachos que allá ellos, que El Zorro los iba a coger a todos, uno a
uno, para cobrárselas.

Un día que los muchachos lo mortificaron demasiado Rolando perdió los
estribos y dijo que iban a ver lo que les iba a pasar. Sacó a la madre
al portal jalada por los pelos y le partió una botella en la frente
delante de todos. Lo internaron en el hospital, pero la madre lo rescató
al no poner cargos y responsabilizarse completamente por su hijo.

Comenzaron a medicar a Rolando y los muchachos dejaron de fastidiarlo.
Todos en el barrio le temían y lo esquivaban. Se convirtió en un
grandulón con una fuerza terrible. Trabajaba como ayudante en la
panadería, empujando un carretón para llevar el pan a domicilio.
Caminaba con la mirada clavada en el piso, como si cavilara algún plan.
Cuando levantaba la vista y la gente veía sus ojos, que eran como dos
bolas de fuego, todos se aterraban.

Un día que no hubo pan y no pudo trabajar se paró en el portal y
gritó a todos que presenciaran la primera venganza del Zorro. Sacó el
cuerpo de su madre a rastras, cubierto de sangre, apuñaleado de pies a
cabeza y con la cabeza cortada; entonces cundió el pánico en el
pueblo. Cuando la policía lo arrestó en su casa, partió las esposas y
los médicos tuvieron que sedarlo. Fue ingresado en el hospital
psiquiátrico de Mazorra, donde mató a dos pacientes en su primer día de
estancia. Lo aislaron. Fue sometido a un riguroso tratamiento médico
con electro shocks, que lo mantenía como un zombie, fuera del mundo real.

Estuvo encerrado durante veinte años en una prisión de alta seguridad,
en celdas solitarias. Le faltaban aun dos años para cumplir su condena,
pero salió este fin de año en libertad beneficiado por el proceso de
indultos llevado a cabo por el gobierno de Raúl Castro. La casa se la
estaban cuidando unos parientes, que salieron por la puerta de atrás en
desbandada cuando apareció la mole humana en la puerta, con aquellos
ojos que aun miran como si lanzaran llamas.

Hoy el zorro empuja otra vez el carro del pan por las calles del Palo,
con los ojos clavados en la tierra cavilando, como si preparara un
nuevo plan. Los que recuerdan que juró cobrárselas a todos, uno a uno,
lo esquivan, toman otra calle, viven en un constante desasosiego por
su regreso.

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