martes, 29 de diciembre de 2009

JUSTUFICANDO LO INJUSTIFICABLE

JUSTUFICANDO LO INJUSTIFICABLE
2009-12-29.
Aimée Cabrera, Corresponsal de Misceláneas de Cuba

(www.miscelaneasdecuba.net).- Los panaderos pertenecen a un sector que,
como los demás, está formado por colectivos de obreros que sólo quieren
ganar más con vistas a aumentar sus salarios básicos. La calidad en la
labor que realizan está, por consiguiente, en un plano inferior.

De sólo recordar el paso por cualquier panadería habanera hace una
veintena de años, volvemos a olfatear aquel olor delicioso a pan recién
horneado. En la madrugada, los panaderos quedaban satisfechos, con el
transeúnte que los halagara.

No era de extrañar que ofrecieran, una fracción de masa blanca y
caliente que se agradecía con sinceridad, antes de devorarla. Aunque era
un pan racionado no dejaba de estar exquisito, por lo que se conservaba
varios días a temperatura ambiente.

Este milenio ha castigado al capitalino con panes de una calidad pésima.
Ya ni se respeta al cliente que consume las variedades existentes en las
dulcerías especializadas en cobrar sus servicios en la moneda convertible.

En las denominadas "Sylvain" o "Pain de Paris", se aprecian apetitosos
dulces y panes que no logra masticar ni la dentadura más perfecta. La
masa falta de los ingredientes principales, y el dejarlos en exhibición
a precio de oferta, a pesar de que no estén frescos, desacreditan a
estas casas reposteras.

Por tanto, no hay que pensar en perfecciones para los panes que venden a
la población a módicos precios que oscilan entre los cinco centavos-pan
normado- hasta los diez pesos que cuesta el pan duro conocido "de a libra".

El pan suave que hace una temporada le llamaban flautín y la población
bautizó como "el desmayao" se vende ahora como pan suave a tres pesos.
Esta es la variante más acertada para los que no prefieren la masa dura.

Hay panaderías donde se hacen bastante buenos pero hay otras que dejan
mucho que desear. Una de estas panaderías es La Candeal, ubicada en la
calle Hospital entre San Lázaro y Callejón de Hammel, en el municipio
Centro Habana.

De nada han valido programas televisivos con agudas críticas a este
centro elaborador de panes y dulces, ni las que han aparecido en los
diarios de la capital. Numerosas inspecciones y encuestas, a través de
los años no han sido suficientes para esclarecer por qué el pan de La
Candeal es tan malo.

Otra pregunta sería desde qué década no se limpian las bandejas de
hornear; por esta razón los panes se ven tiznados y algunos dulces no
muestran colores atrayentes a quienes deben pagar estas mercancías que
son de hecho impagables.

Una carta al periódico Juventud Rebelde criticando el hecho trajo de
rebote una respuesta nada más y nada menos que de la Empresa Provincial
de la Industria Alimentaria, EPIA, del Consejo de la Administración
Provincial de Ciudad de la Habana.

La respuesta que da el funcionario de EPIA constituye todo una burla a
los clientes de esta panadería, porque estén obligados a comprar allí el
pan normado, o residan por los alrededores de este centro comercial.

Es usual que ante hechos como éstos, se personen en el lugar grupos de
especialistas en tecnología y calidad. Por supuesto que, durante los
días que duran las inspecciones, las brigadas hacen el pan como está
establecido pero sólo queda esperar unos días, para volver a lo mismo.

Rayó en lo absurdo que el dirigente empresarial reconociera, al final de
su misiva, que los panaderos de La Candeal trabajan con harina
contaminada, y a modo de resumen aclara que después de contactar con
familiares del consumidor afectado (por comprar panes que saben ácidos y
se ponen verdes en horas) se les explicó lo siguiente:

"Que había sido disminuido el porcentaje de harina contaminada y
aumentado el de la buena, por lo que quedó solucionado el problema".
Esta violación parece no preocupar a los funcionarios del nivel
provincial: La respuesta de EPIA justifica lo injustificable.

La confabulación y el irrespeto se dan la mano en esta esfera de la
alimentación. Los comentarios sobre el robo de ingredientes, ganancias
sustanciales y soborno abierto o solapado, convierte a sus trabajadores
en ladrones de smoking, con un nivel de vida que ni lo sueña el más
talentoso profesional.

Trabajar en una panadería es una posibilidad de ganar buen dinero. En
las madrugadas los maestros panaderos dan órdenes a sus trabajadores,
muchos sin vínculo laboral, que preparan los panes bajos en levadura,
grasa y harina, tres ingredientes que venden a precio de mercado negro.

Ellos deciden qué hacer con ese tiempo que les queda libre, y después no
hay más que esperar a que se recoja la gran tajada de dinero fácil
cuando se ajusta lo vendido por estar normado y lo que va directo a los
bolsillos de los principales. Situaciones como éstas seguirán ocurriendo
en las panaderías, mientras no exista un dueño que cuide de su centro,
de sus mercancías, y de su prestigio.

JUSTUFICANDO LO INJUSTIFICABLE - Misceláneas de Cuba (29 December 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=24935

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