Las otras víctimas
Decir que la policía de los años 50 no fue víctima de una guerra
fratricida que implantó Fidel Castro, en su empeño por llegar al poder,
es una injusticia
miércoles, agosto 27, 2014 | Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba -Hoy quiero recordar a aquellos policías que cuidaban el
orden público en la Cuba de los años cincuenta del siglo pasado, a
quienes los estudiantes universitarios les declararon la guerra.
Al principio, los estudiantes bajaban la Escalinata Universitaria en
silencio. Portaban pancartas donde pedían democracia y respeto a la
Constitución. Luego comenzaron a pedir a gritos la renuncia de Batista,
quien había dado un Golpe de Estado, mientras avanzaban por la calle y
lanzaban piedras contra los guardias. Por último, se enfrentaron a
tiros, hasta que acudieron a las bombas, a matar policías por sorpresa
en atentados públicos.
Los vecinos que vivíamos cerca de la Escalinata de la Universidad
habanera, en San Lázaro y L, salíamos a la calle con miedo. Pero yo lo
vi todo. Vi cuando una piedra cayó sobre el rostro de un policía joven y
días después, otro policía que caía al piso de un balazo.
Sobre todo en los años que duraron las acciones terroristas del
Movimiento 26 de Julio -M-26-7-, fundado y dirigido por Fidel, es casi
seguro que hayan muerto muchos de aquellos hombres del Orden Público que
cumplían con el deber de cuidar la tranquilidad ciudadana. En más de
medio siglo de dictadura castrista, aún se desconoce cuántos fueron.
Es cierto que en algunos casos se excedieron en dar muerte a los
revolucionarios que eran capturados en acciones terroristas, que
torturaban en busca de información. No eran tiempos de encerrar
opositores en una celda por espacio de treinta años, otra forma de
crueldad, como ocurrió después con Hubert Matos, Mario Chanes de Armas y
miles más, por orden de Fidel Castro.
En días pasados se volvió a rememorar en la prensa sobre la muerte de
Josué País, Floro Vistel y Salvador Pascual, tres revolucionarios que el
30 de junio de 1957 trataron de impedir un mitin político en el Parque
Céspedes de Santiago de Cuba y de eliminar por medio de una potente
bomba a todos los allí presentes. Los tres fueron descubiertos y caídos
en acción.
Son los llamados mártires, como si se tratara de antiguos santos que
sufrieron martirologio, cuando sencillamente lucharon armados contra
policías armados.
Incluso aquellos que morían por accidentes, también son considerados
mártires de la Revolución, como por ejemplo, Fabio Rosell y Gustavo
Fraga, quienes en agosto de 1957 fallecieron al explotarles la vivienda
que convirtieron en una Fábrica de Bombas, en la ciudad de Guantánamo.
Decir que la policía de los años cincuenta no fue víctima también de una
guerra fratricida que implantó Fidel Castro, en su empeño por derrocar
al dictador Fulgencio Batista y llegar al poder, es una injusticia.
Mucho se ha esforzado el castrismo en inventar una historia sobre su
lucha clandestina. Horas y horas de discursos, periódicos, revistas,
libros, canales de la televisión, emisoras de radio, filmes. Todo para
repetir y repetir una historia que ya casi todos ponen en duda.
Porque una guerra pacífica se mantiene entre unos pocos verdaderos
comunistas y un pueblo que anhela la democracia, si aquellos
revolucionarios vivieran, lucharían hoy por las mismas razones de ayer.
Source: Las otras víctimas | Cubanet -
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miércoles, 27 de agosto de 2014
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