viernes, 29 de agosto de 2014

Oposición y pamplinas

Oposición y pamplinas
La libertad individual autoriza para decir y hacer casi cualquier cosa,
pero no garantiza que la expresión y la acción sean razonables
Arnaldo M. Fernández, Broward | 28/08/2014 1:10 pm

¿Se acuerdan del Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible
(2012), empinado sobre el consenso con Raúl Castro de "que el país está
al borde del abismo"? La urgencia acaba de cumplir dos años y todo paró
en que Ariel Hidalgo se cree que, por firmar este panfleto, "más de 300
cubanos residentes en Cuba y 27 países" entraron a la categoría "Ser de
lo Alto".
¿Se acuerdan de El camino del pueblo (2011), remedo de aquel "camino
para que el pueblo de Cuba transite en la verdad" que había trazado el
Proyecto Varela (1998)? Está colgado en Internet con apenas 1490 firmas.
La semana pasada dejó recuerdos más frescos. Jorge Luis García Pérez
(Antúnez) sopló una "desafiante carta" a Raúl Castro, luego de haber
alardeado en Miami con la convocatoria a un "paro nacional" y
"postergar" en Placetas una huelga de hambre porque debía solidarizarse
con las protestas en Venezuela. José Daniel Ferrer subió la parada
mediática convocando a toda la disidencia a sumarse "al desafío del cubo
de hielo por la esclerosis".
La libertad individual autoriza para decir y hacer casi cualquier cosa,
pero no garantiza que la expresión y la acción sean razonables. En
política hay algo peor que no hacer nada o ver los toros desde la
barrera: saltar al ruedo para hacer algo insensato y aun
contraproducente, porque el apetito mediático de la disidencia en Cuba
termina por aburrir a la gente y despierta la sospecha de que tanta
pamplina, por simple repetición, tiende más bien a la patraña.
Política es estrategia
La acción política es instrumental y tiene que obedecer a la lógica de
medio a fin. Si Antonio Rodiles se propuso como fin que Cuba ratifique
los pactos internacionales de derechos humanos, es lógico que emplee
como medio el instrumento legal de queja y petición. Se queja de la
demora de Cuba en ratificar los pactos que ya firmó y pide ratificarlos
sin cortapisas en el Derecho interno. Así, este ademán opositor queda
bien plantado en la dimensión horizontal de la democracia (igualdad de
derechos) y perfectamente vinculado al contexto internacional.
Sin lógica de medio a fin, los ademanes opositores son pura pamplina. El
patrón acostumbrado es adentrarse en la dimensión vertical de la
democracia (gobierno) para procurar fines supremos (plebiscito o
referendo, mesa de diálogo nacional o asamblea constituyente, nueva
constitución o nuevas leyes, y cosas por el estilo) con el único medio
de la exposición y el sometimiento a la firma de la gente —sin (Oswaldo
Payá) o con (Manuel Cuesta) discusión previa— de tal o cual proyecto que
cristalizaría ya solo por decisión del parlamento y/o del gobierno,
donde los promotores no tienen, respectivamente, ni un diputado ni un
ministro a favor.
No es arrogancia, sino pamplina, pensar que el parlamento o el gobierno
admitirán planteos de la oposición por remitírseles determinado
documento o divulgarse en los medios fuera de la Isla o en Internet. Lo
peor es que la apariencia de legitimidad del castrismo descansa en los
resultados de las elecciones, pero la oposición suele despacharlos como
irrelevantes y para contrarrestarlos maneja nada menos que sus propios
números de firmantes de proyectos o asistentes a reuniones. Si
juntáramos unos y otros no llegarían, ni por asomo, al número de
electores que, por ejemplo, vienen anulando sus boletas en la última
década de elecciones generales: 69.863 (2003), 85.216 (2008) y 94.808
(2013).
Por no haber logrado jamás la fuerza del número, ni siquiera entre
quienes expresan radicalmente su voluntad política contra el gobierno,
estos proyectos opositores se tornan estériles. Y si no tienen apoyo
popular por causa de la represión, el único fin racional sería entonces
desmontarla. Tampoco sirve a tal efecto andar de un proyecto en otro,
que vale tanto como ir de pamplina en pamplina o incurrir en algo
políticamente peor: despreciar al pueblo.
Ilusionismo plebiscitario
A poco de refugiarse en Miami, Rosa María Payá largó: "El Camino del
Pueblo es la propuesta que el Movimiento Cristiano Liberación (MCL)
tiene para resolver la crisis política cubana de manera pacífica, y
exhortamos al gobierno a aceptar esa propuesta". Hace poco anunció que
el MCL prepara "una campaña para solicitar que se realice un plebiscito
en Cuba [con] una sola pregunta: ¿quiere participar en elecciones libres
y plurales?". Aunque El Nuevo Herald haya exaltado editorialmente esta
pamplina como "Una iniciativa por la libertad en Cuba", es sabido que
ningún reciclaje del Proyecto Varela arraigará entre cubanos.
Desengañémonos: cada elección en Cuba es un plebiscito, porque todo el
mundo sabe que votar por cualquier candidato es votar por el gobierno y
en la última década de elecciones generales lo han hecho: 7.803.898
(2003), 7.839.358 (2008) y 7.877.906 (2013) cubanos. A este fenómeno
cada bandería del problema cubano podrá darle la explicación que mejor
convenga, pero el quid radica en que la solución no pasa por ninguno de
los proyectos acostumbrados de la oposición.
El ademán opositor de convocar a plebiscito se remonta por lo menos a la
transición del Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH) al Partido Pro
Derechos Humanos de Cuba (PPDHC) en 1988, esto es: al tránsito de la
lucha por la democracia desde la dimensión horizontal a la dimensión
vertical. Al filo del plebiscito nacional en Chile, el PPDHC tuvo la
ocurrencia de recoger firmas al bulto para convocar otro en Cuba, sin
advertir que con diez mil o más firmas, incluso recogidas como manda la
ley, la convocatoria no tenía ni tendría un solo diputado a favor en la
Asamblea Nacional, que es la única instancia decisoria para convocar a
plebiscito.
Coda
Desde luego que pregonar plebiscitos, soplar carta abierta a Raúl Castro
o hacer cualquier otra pirueta para aflorar en los medios de ultramar es
mucho más fácil y alardoso que trabajar a diario y discretamente con la
gente intramuros para que voten contra el gobierno y acaben por
deslegitimarlo con sus propios datos electorales. Pero quien intente
guardar distancia frente a oposición, disidencia o resistencia que
siempre dan más de lo mismo, sin conseguir arrastre popular ni arrancar
concesión del gobierno, solo recogerá una sarta de improperios.
Así que para evitarlos conviene dar crédito a proyectos tan fútiles como
discutir el deber ser de la constitución al margen del ser que indica
cómo transformarla, o enrumbar por aquel camino del pueblo que vocearon
como reflejo de "un momento de mayor madurez", así como de "apertura a
un modelo distinto de liderazgo [y] fundamento plural de la nación".

Source: Oposición y pamplinas - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/oposicion-y-pamplinas-320022

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