28 de agosto de 2014 • 00:12
Cosecharás lo que siembres
BBC Mundo, @ravsberg
No dudo que el Consejo de Ministros de Cuba analiza a fondo cada paso
que da pero a veces los explica poco. A muchos nos cuesta entender por
qué resulta tan importante prohibir "de inmediato" los cines 3D o los
locales para juegos de computadoras.
La reacción popular ya no es tan silenciosa como unos años atrás, ahora
existen cientos de blogs que expresan el apoyo o el descontento a las
medidas que toma el gobierno. Y la Polémica Digital de la periodista
Elaine Díaz no peca de diplomática:
"El Consejo Ejecutivo del Consejo de Ministros, haciendo uso de las
facultad que le están conferidas, y las que se arrogan gracias a nuestro
silencio y tolerancia cómplices; se dio cuenta, a meses de iniciarse
esta actividad que constituía una fuente de empleo y un espacio de sana
recreación cultural; que era escandalosamente ilegal y no podía ser
regularizada".
Es verdad que estas salas nunca habían sido autorizadas, fue una
iniciativa espontánea de la gente ante una carencia del Estado. Lo mismo
ocurrió con los herreros, pero con ellos la respuesta gubernamental fue
legalizarlos y venderles los insumos.
Pero los cines 3D tienen enemigos más poderosos que los herreros. El
Presidente del Instituto de Cine, Roberto Smith, fue categórico: "no
creo que pueda existir un reconocimiento legal a una actividad que viole
la política cultural de la Revolución".
Sin embargo, el Viceministro de Cultura, Fernando Rojas, aclaró que
"nuestro interés no es limitar estas ofertas, sino lograr que se
promuevan productos culturales de mayor calidad" porque en estos cines
la programación es de "pésimo gusto".
Hasta ese momento parecía que existía un empate entre los que proponían
prohibir los cines 3D particulares y quienes apostaban por legalizarlos
y regular la actividad para garantizar una difusión de filmes con cierto
valor cultural, estético y recreativo.
Tengo una ahijada de 10 años que era asidua a los cines 3D y por sus
cuentos sé que muchas de las películas eran basura barata pero no son
peores que algunos de los films violentos y vanos que emite la
televisión cubana para toda la nación.
La política cultural tendría que empezar por aplicarse a los medios
masivos. A la demanda por ese tipo de cine frívolo contribuyó la propia
televisión emitiendo desde hace décadas una programación hollywoodense
solo porque resulta gratuita.
Pero, como era de esperar, ahora les está costando muy caro. El fundador
y director del Instituto de Cine, Alfredo Guevara, decía que la TV
cubana es tan mala que para poder transformarse en un vehículo cultural
tendría que "suicidarse" primero.
Por su parte, las radios de la isla no se cansan de difundir canciones
de salsa con textos como aquel que recomienda a las jóvenes que se
busquen un viejo que las mantenga y las lleve a la tienda. Eso es un
ejemplo de lo que se ha estado sembrando.
Además en el país desde hace muchos años funcionan "bancos" donde los
cubanos alquilan películas y series de todo el mundo. ¿Quién controla si
en estos materiales se promueven valores éticos o al menos una diversión
trivial pero sana?
Muchísimas familias pagan el servicio de cable de antenas satelitales
clandestinas, cuya programación proviene esencialmente de Miami, con
telenovelas de alto presupuesto y pobre guión, programas chabacanos y
noticieros de un anticastrismo infantil.
La promoción de la cultura trasciende la instrucción académica que se
recibe en las escuelas.
El joven periodista cubano Javier Ortiz aseguró que no se "imaginaba que
tan preocupadas podían estar nuestras autoridades por las salas
particulares en 3D" y recomendaba que si el gobierno "quiere cerrar algo
por incongruencia, mejor que cierren la política cultural".
Y el intelectual Victor Fowler alerta sobre una política cultural que
debería ser pública y de servicio pero que en cambio "cobra autonomía y
se constituye en un objetivo en sí misma, por encima de los cambios que
hayan tenido lugar en la temporalidad".
A Cuba le vendría bien una política cultural más coherente y "al
servicio" de la nación, que en vez de prohibir, se proyecte a todas las
facetas de la vida, promoviendo los valores éticos y estéticos comunes
todos y también los que son particulares a cada generación de cubanos.
Sobran intelectuales capaces de crear muchos y variados imanes que
atraigan a todos para convertir a los ciudadanos, desde su más tierna
infancia, en consumidores y promotores de su propia cultura y también de
lo mejor de la cultura universal.
Mi esposa fue una niña campesina pobre y huérfana que después de la
revolución trajeron a estudiar a La Habana. A los 10 años la llevaron al
teatro García Lorca donde lloró a moco tendido con "Giselle". Aquella
primera función fue suficiente para que amara el ballet de por vida.
A mis hijos, en cambio, solo se les dio instrucción académica. En algún
momento se dejó de sembrar cultura y esa realidad no se revierte a
machetazos. Hará falta abrir surcos, lanzar millones de semillas y
atenderlas con paciencia y constancia hasta que la nación obtenga la
cosecha que anhela.
Source: Cosecharás lo que siembres - Terra España -
http://noticias.terra.es/mundo/america-latina/cosecharas-lo-que-siembres,7f1cbf92c7918410VgnCLD200000b1bf46d0RCRD.html
jueves, 28 de agosto de 2014
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