viernes, 29 de agosto de 2014

La infanta Mariela y su disfraz contestatario

La infanta Mariela y su disfraz contestatario
Una hija opositora votando en contra del Código del Trabajo, parece ser
la nueva táctica de Raúl Castro para aparentar voluntad democrática
viernes, agosto 29, 2014 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba -En días pasados se desataron los comentarios en varios
medios de prensa extranjeros acerca del rechazo de la infanta-diputada
Mariela Castro al proyecto del Código de Trabajo en la Asamblea del
Poder Popular. La "primicia" fue revelada con más de siete meses de
atraso –al estilo raulista "sin prisa pero sin pausa" – y, no por
casualidad, por la periodista Andrea Rodríguez, de la Associated Press,
una agencia que últimamente ha comenzado a parecerse a una dependencia
del diario oficial Granma, tanto por el carácter profundamente
retroactivo de sus "revelaciones" (recordar el "descubrimiento" de
Zunzuneo y Piramideo con más de dos años de retraso), como por su
utilidad para ofrecer una artillería de justificaciones a las posiciones
retrógradas y represivas del gobierno cubano.

Ahora se pretende elevar el rango de la más mediática heredera de la
casta verde olivo hasta niveles contestatarios, magnificando su negativa
a aprobar el controvertido Código, como si ello entrañara algún riesgo
de represalia para ella o alguna esperanza de reivindicación laboral
para los trabajadores cubanos, cuyos derechos no solo continúan
vulnerados, sino que la violación de éstos ha quedado certificada en la
nueva Ley.

Claro que la diputada Mariela Castro no se opuso a la ausencia del
legítimo derecho a huelga o a la libre sindicalización, que deberían
refrendarse en el Código Laboral. Tampoco pugnó por que se estableciera
la libre contratación de la mano de obra por las empresas extranjeras
que invierten en la Isla, ni mencionó en lo absoluto los misérrimos
salarios o las pésimas condiciones de trabajo en la mayoría de los
centros laborales, entre otros muchos asuntos que se le quedaron en el
tintero.

Porque, como doña Mariela no solo es insubstancial políticamente
hablando sino que además es monotemática (su misión oficial es la
cuestión de los homosexuales, o para ser más exactos, de los
homosexuales revolucionarios), consideró que el nuevo Código adolece
única y exclusivamente de un grave problema: no evita "la discriminación
de las personas con identidades de género no convencionales o a los
enfermos con VIH".

Solo que la infanta se quedó un pelín corta en esto de las exigencias,
porque ni homosexuales ni enfermos de VIH, "revolucionarios" o no, van a
ser más libres en dependencia de que Ley les reconozca igualdad de
"derechos laborales" en un país donde ésta y otras legislaciones omiten
derechos esenciales de todos los cubanos. Esto implica que cualquier
reclamación de un grupo o sector particular de la sociedad cubana debe
pasar por el primerísimo punto de la exigencia del libre ejercicio de
derechos civiles que nos son negados a todos. Habría que ver qué hubiese
ocurrido si un grupo independiente como el Observatorio LGTB se hubiese
manifestado frente al Parlamento, no ya en reclamo de derechos, sino
incluso en apoyo a la actitud de la diputada Castro.

De cualquier manera, bravo por Mariela, que no deja de ser el suyo un
buen intento, como también es un reclamo justo que terminen de una buena
vez la homofobia y la exclusión de los enfermos de VIH, en cualquiera de
sus variantes. Yo suscribiría sin dudar una reivindicación como esa,
pero no creeré que se haya roto el pacto de obediencia del falso
Parlamento cubano hasta tanto los reclamos sean realmente significativos
y favorables para todos los cubanos, y partan de sus auténticos
representantes. Esas sí serían noticias.

Obviamente, el régimen, a cuya cabeza se encuentra ahora precisamente el
progenitor de la audaz "disidente", ha demostrado un poder mimético
asombroso, cambiando su apariencia al compás de los tiempos y
conservando bajo el carapacho la misma índole dictatorial. De esta forma
ha logrado contentar a las instituciones internacionales y sofocar los
escrúpulos de muchos gobiernos democráticos del mundo que, una vez
cumplidos ciertos requisitos formales, se permiten negociar con
satrapías y hasta premiarlas por su extraordinaria y "desinteresada"
cooperación en "países subdesarrollados", aún en detrimento de esas
propias prestaciones para los "gobernados". La fórmula para esta
aceptación general ha sido simple: no es imprescindible ser
democráticos, queridos dictadores, basta con simularlo.

Así, la fabricación de una "opositora" en el seno familiar parece ser la
nueva táctica de la cúpula para aparentar cada vez mayor voluntad
democrática: he aquí que se ha roto la monolítica unanimidad
parlamentaria en Cuba por la demanda de una heredera dinástica del
régimen. ¿Qué mayor prueba de que los cambios no son solo en la
economía, sino que también se están produciendo en el ámbito de la
política?, dicen los comparsa de siempre.

Y de esta forma, colateralmente, ha quedado demostrada la importancia
del "quién", cuando de reclamos se trata. Recordemos que apenas unos
meses atrás la delegada del poder popular de Limones, provincia de Las
Tunas, de nombre Shirley Ávila, tuvo la impertinencia de tomarse muy a
pecho su compromiso con sus electores –olvidando que en Cuba el
verdadero soberano es el gobierno y no "el pueblo"– lo que la llevó a
cometer la imperdonable traición de reclamar una escuelita para su
circunscripción rural, donde los niños debían recorrer diariamente seis
kilómetros para asistir a clases. Ningún funcionario aplaudió a Shirley,
sino que las autoridades la acusaron de ofrecer elementos al enemigo
para difamar a la revolución, razón por la cual fue inmediatamente
removida de su responsabilidad. ¿Alguien cree que Mariela correría la
misma suerte por sugerir de manera implícita que en Cuba existe homofobia?

Lo dicho, no resulta fortuito que hayan sido justamente la AP y ciertos
corifeos complacientes los encargados de fabricar de una simple alzada
de mano en la Asamblea Nacional casi un estrellato político merecedor de
los más cerrados aplausos y pábulo de las mayores expectativas. No
obstante, el señor Arturo López-Lévy, investigador y analista cubano de
la Universidad de Denver, se lleva las palmas a la hora de hiperbolizar
el incidente protagonizado por la diputada Castro, al considerar que "se
trata de un acto auténtico de la sociedad civil cubana". Como no puedo
tomarme en serio semejante desbarro, solo podría responder a esto con
una frase desprovista de todo academicismo, pero muy típica de los
cubanos que jamás han sido considerados dignos de clasificar como
"sociedad civil" por el gobierno: ¡Ahora sí apretaste, Arturo!, ¡le
zumba el mango!

Source: La infanta Mariela y su disfraz contestatario | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/la-infanta-mariela-y-su-disfraz-contestatario/

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