marzo 26 de 2012 - 9:46 pm
La Libreta ha sido un golpe mortal a la economía de la isla porque ha
desestimulado de manera dramática la productividad y ganas de progreso
de muchos.
Es sorprendente cómo Cuba se ha quedado del mundo, y sus habitantes han
sufrido las injusticias de los caprichos de una clase dirigente que puso
por encima sus ideas a los intereses y el bienestar general.
Por estos días, la llamada Libreta de Abastecimiento, un mecanismo de
subsidio y racionamiento de alimentos, está cumpliendo 50 años de haber
sido establecida.
Hoy, como a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, toda la
gente recibe raciones de arroz, azúcar, leche, pollo, huevos, fríjoles,
espaguetis, aceite y gas.
De esa manera, el Gobierno se gasta por lo menos mil millones de dólares
para sostener una idea absolutamente anacrónica, como es creer en una
sociedad sin clases, en la que todos los ciudadanos son supuestamente
iguales y tienen los mismos derechos.
Paradójicamente, esa idea ha sido fatal.
En primer término, la Libreta se ha convertido en un factor dañino que
subsidia a los ricos, cuando se pretendía que fuera todo lo contrario,
pues al entregarle raciones iguales a todos, los pobres pierden frente a
los más pudientes.
Todos, comenzando por el Gobierno, lo reconocen, pero aceptarlo sería
renunciar a la supuesta 'igualdad' que se pregona. Un pobre o un 'rico'
a lo cubano, sólo paga el 12 por ciento del valor de las raciones, lo
cual discrimina contra los pobres.
Con el paso de los años, de la Libreta se han retirado productos como
los cigarrillos, los habanos, la pasta dentífrica, el jabón y el puré de
tomate, que hoy no reciben los pobres, pero que los más pudientes pueden
comprar en el mercado negro o la calle, lo que no pueden hacer los demás.
La Libreta ha sido un golpe mortal a la economía de la isla porque ha
desestimulado de una manera dramática la productividad y ganas de
progreso de muchos, lo que de nuevo ha reproducido el empobrecimiento
general de la población y creado una clase social 'zángana', que
considera que no se necesita hacer esfuerzo alguno para sobrevivir, pues
sencillamente el Estado satisface las necesidades.
Y ello no quiere decir que se critique que todos los niños cubanos
reciban al nacer una compota diaria en su primer año de vida, y hasta
los 7 años un litro de leche a sólo diez centavos de dólar.
A comienzos de los años noventa, Cuba debió abrir su economía debido a
la fuerza de las circunstancias, en particular porque ya no recibía
subsidios de los países comunistas.
Gradualmente, se fue creando una nueva clase social de pequeños
empresarios y trabajadores que ha aprovechado esa apertura, como
artistas, pintores, artesanos, empleados de empresas extranjeras,
quienes reciben remesas de afuera, y en sentido estricto no necesitan la
Libreta de raciones, porque tienen ingresos dignos y capacidad de compra
de los productos.
Sin embargo, el Gobierno les mantiene la ayuda, por 'terquedad' ideológica.
Basta hablar con un cubano para comprobar que el modelo es un fracaso y
paulatinamente se agota, pues cada día la gente recibe menos.
No puede ser de otra forma, cuando se paga un dólar por mes. Hace unos
años, las raciones alcanzaban para 20 días, actualmente no sirven ni
para ocho días.
Hay quienes culpan de los problemas de la isla al bloqueo de Estados
Unidos, que ciertamente es injusto y no debería existir hoy, pero la
verdad es que el asunto va más allá y es más simple de lo que algunos
creen: el modelo de una sociedad sin clases es insostenible, y lo que
debe hacer el Estado es apoyar y subsidiar a los pobres para que
progresen y, de otro lado, estimular la generación de riqueza. Lo demás
es demagogia.
Es mejor la democracia bien manejada en beneficio del pueblo.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
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