Discutir ideas y no personas
[28-03-2012]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Muchas veces recibí comentarios negativos
sobre diferentes artículos de opinión que he compartido con los
lectores. También me llegaron expresiones de adhesión, pero ese no es el
punto. Después de todo, de eso se trata, de la diversidad, de gente que
está de acuerdo y otros que no.
Pero sí llama la atención cómo algunos insisten con la necesidad de dar
nombres, de mencionar personas, de evitar que las consideraciones
expresadas sean imprecisas en cuanto a quiénes se refiere.
No es habitual que decida escribir bajo este formato, refiriéndome a
comentarios que me hacen llegar, mucho menos aun de profundizar en lo
que tiene que ver con un estilo de plantear los problemas. Pero
considero pertinente hacerlo en esta oportunidad, para ir al hueso, y
aprovechar la cuestión para dejar en claro, esta visión.
No es precisamente temor, cobardía, ni se trata de evitar planteos
jurídicos, o cosa que se le parezca, es mucho más simple, y al
mismo tiempo pretendidamente más reflexivo.
Lo concreto es que creo con convicción que el mundo está gobernado por
ideas y no por personas. Si bien son los individuos los que ejercen el
poder, y los que cambian el rumbo de los acontecimientos, a la hora de
ejecutar acciones o tomar decisiones, ellos se apoyan en posiciones
políticas preconcebidas, en ideologías o sistemas de ideas que avalan su
accionar.
Es cierto que le imprimen su estilo personal e impronta y hasta su cuota
de bondad o perversidad manifiesta. Pero no menos cierto es que sus
paradigmas culturales, su estructura mental y parámetros fija el
escenario y el marco dentro del cual se mueven.
De hecho, la inmensa mayoría de los problemas que el mundo vive, viene
de larga data y muchos ciudadanos parecen seguir esperando al "mesías
político", ese líder carismático, genial, plagado de inteligencia y
atributos que los rescate del pantano. Y claramente eso no sucede.
Y no ocurre, simplemente, porque las personas pasan, pero las ideas
persisten si no son revisadas, cuestionadas y replanteadas.
Es evidente que ciertos personajes dejan su huella, en los más de los
casos por su inmoral actitud frente a la tarea, por sus métodos
despreciables y mezquindad manifiesta, y por sus defectos y debilidades,
más que por sus aciertos, fortalezas y atributos personales.
Es que, hemos desperdiciado oportunidades, demasiadas tal vez,
convencidos de que el problema son las personas, los nombres, los
lideres circunstanciales y entonces, equivocadamente nos abocamos a
contribuir con el final de sus ciclos y declaramos una especie de
batalla política "anti", en la que el objetivo principal es acelerar los
tiempos para que cierto mandatario culmine su etapa de poder.
Los que seguimos creyendo que la democracia es el menos malo de los
sistemas conocidos, cuando el caudillo de turno no nos seduce con su
visión, siempre intentaremos prepararnos para que en la próxima
renovación electoral se produzca el recambio de modo pacífico e
institucional. Los otros, los más intolerantes y autoritarios, de esos
que aun pululan por la sociedad, hasta admitirán formas inaceptables,
directas o indirectas, de dar por terminada abruptamente esa etapa.
Pero lo que muchos siguen sin comprender, es que ese esfuerzo, ese
desgaste de energías en intentar disputar el poder con el líder de
turno, solo nos enfoca de modo inadecuado y nos lleva irremediablemente
a discutir personas.
En ese esquema, demasiada gente termina enojándose con los valores
personales del mandamás, con sus modos y formas, su estilo y discurso,
su impronta y entorno.
Son temas del presente, de la coyuntura, pero hay que entender que la
inmensa mayoría de ellos, pasaran a formar parte del anecdotario de la
historia política local y de ningún modo influirán definitivamente en el
rumbo de los acontecimientos.
Si queremos cambiar la historia, debemos enfocarnos en la necesidad de
discutir ideas, aportar argumentos que permitan superar ideas que no
funcionan, que no resisten análisis alguno, y lo que es mas grave, cuyo
impacto cotidiano genera inequidad, injusticia e inmoralidad.
No es posible que por discutir personas nos perdamos de bucear en lo
profundo y debatir sobre lo relevante. Que al líder actual lo suceda
otro con idénticas ideas, pero con modos diferentes, no nos permitirá
cambiar la historia. Seguiremos por la misma ruta y rumbo al mismo destino.
Es más, a veces, hasta se puede dar la paradoja que cambiar de partidos
gobernantes, o líderes circunstanciales, por otros mejores, con formas
más refinadas, prolijas y pulcras, con personajes más carismáticos, nos
lleven más rápidamente al destino inadecuado.
Sigo pensando, que plantear nombres, hablar de situaciones puntuales,
sólo debe hacerse de modo referencial, pero de ninguna manera central.
Lo que debemos discutir es el núcleo de creencias que una sociedad
defiende. Es eso lo que explica el lugar al que hemos llegado. No
estamos como estamos por obra de la fatalidad, la casualidad, o las
mentiras de algún gobernante. Estamos como estamos porque pensamos lo
que pensamos, porque defendemos un sistema de ideas incorrecto, un dogma
inapropiado, un credo improcedente, respecto de nuestros fines últimos.
Pretendemos encaminarnos al éxito y crecimiento, al progreso y
desarrollo, a la paz y a la libertad, deseamos una sociedad mejor, más
justa, donde podamos sentirnos orgullosos de vivir, pero muchos creen
poder llegar donde desean, con intolerancia, autoritarismo, métodos
violentos y prácticas manipuladoras.
Lamento no acordar quiénes prefieren la denuncia, el escrache y la
acusación como método para hacer política, periodismo o simplemente
defenestrar al mandatario de turno. Son muchos los que lo hacen.
Demasiados tal vez. Prefiero esta senda elegida, la de discutir ideas y
no personas.
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