Martes, 27 de Marzo de 2012 02:37
Paulino Alfonso Estévez
Cuba actualidad/política, Lawton, La Habana, (PD) Tanto como a las
mujeres, he amado a los libros. A cuantas pude le di todo el amor que
fui capaz de entregar. De los libros, soy hasta hoy un lector constante,
aunque no ya tan empedernido como en la juventud, quizás un poco más
selectivo.
Uno de mis libros preferidos, El nombre de la rosa, me ha sugerido el
titulo para la crónica de esta semana. En este libro hay un personaje
central que encarnaba al Mal y ejercía el poder sobre un convento de
frailes dominicos que, obligados por su fé, le obedecían ciegamente.
Este era el mítico Venerable Jorge.
Jaime Ortega Alamino ha llegado, en seis décadas de vida, de simple
seminarista a ocupar los escaños más altos de la iglesia católica. En su
juventud fue encarcelado por el castrismo en las tristemente famosas
UMAP. Conozco de primera mano que contra él, así como contra muchos
cristianos evangélicos, se utilizaron métodos especialmente rigurosos,
ya que por entonces se pretendía que estos abjuraran de su fé a cambio
de su libertad.
Esto funcionó en algunos, en otros no. En el caso del hoy cardenal no
ocurrió eso sino algo más siniestro, le sembraron el miedo, ese que
ciega el alma y encoge el corazón. Convirtieron al joven fraile en un
ser mezquino y obediente, no ya de la iglesia católica, sino del
comunismo, como ocurrió tras el telón de acero hasta que la libertad
abrió sus archivos de terror.
Cuando en 1966 el dictador Castro tuvo que escuchar a los diplomáticos
que intercedían por la vida del hijo de su entonces canciller Roa, se
hizo el sorprendido y en una mise en scène digna de Hollywood, suspendió
el horror que el mismo había ordenado, y como ocurriría 24 años después,
en 1989, otros cargaron la culpa de sus ordenes.
Después de este incidente el cura Ortega terminó su seminario y fue
destinado al servicio pastoral donde ejerció bien su ministerio
granjeándose las simpatías de cuanto católico sincero le conoció. Así
las cosas y gracias a una innegable y vasta cultura y un buen trabajo
como pastor, el cura Ortega ascendió hasta la primada posición de la
Archidiócesis de la Habana lo que culminó con su ordenación por Juan
Pablo II como Cardenal de la Iglesia.
Una vez nombrado, su trabajo estuvo orientado, según varios de sus
apologistas, a devolver el lugar que tenía la iglesia en Cuba en 1959,
claro sin desconocer al régimen, ya que según estos mismos, la Iglesia
no era contestataria de este sino que ejercía un poder paralelo. Eso
mismo lo había logrado la iglesia con Napoleón, cuando para ser ungido
como emperador de los franceses, firmó el Concordato con la Santa Sede
en 1804.
A partir de que ya el otrora infeliz seminarista era todo un príncipe de
la Iglesia, el castrismo empezó a pedirle "favores", como hace Satanás a
aquellos que le venden el alma.
Para lograr esto, primero se dio a la tarea de gradualmente silenciar
por el retiro a las pocas voces que hablaban de la falta de libertad del
cubano y sus urgentes necesidades materiales y que reclamaban para la
Iglesia un papel más activo en defensa de los oprimidos. Más tarde,
comenzó un acercamiento casi impúdico con el dictador (no me refiero al
nominal) sino al único que todavía soportamos, mediante apretones de
mano y deseos pascuales de bienestar y salud.
Su penúltimo grand jetté tuvo lugar cuando para beneplácito del régimen,
en unión de un corrupto ministro español, formó la comparsa que
escamoteó el triunfo a las dignas Damas de Blanco en lo referente a la
liberación de los prisioneros de conciencia de la primavera negra de 2003.
Después impartió órdenes a sus sacerdotes de que se apartaran de toda
vinculación con el movimiento disidente en la Isla, no solo en el
aspecto teórico, sino negándoles a estos cualquier tipo de amparo u
apoyo espiritual que pusiera en peligro las relaciones eclesiásticas con
el régimen.
Desgraciadamente, todavía quedan cubanos dignos que ciegos por su fé,
como los frailes del mítico Venerable Jorge, no se dan cuenta que no
lidian con un enviado de su Dios, sino con un miñón de Satanás.
Nunca estuvo entre los planes del 'venerable" Jaime que nadie con
propuestas libertarias se acercase al Papa para estropearle la fiesta.
Miserere.
Para Cuba actualidad/política: paulino.alfonso@yahoo.com
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