jueves, 29 de marzo de 2012

Travestis políticos

Travestis políticos
Jueves, Marzo 29, 2012 | Por René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -Si tuviese que señalar lo que
en el plano político me ha resultado más llamativo de la visita a Cuba
del papa Benedicto XVI, yo, junto a las detenciones de muchos disidentes
y a la incomunicación telefónica en que dejaron a los que permanecimos
en la calle, mencionaría las sorprendentes muestras de travestismo
político dadas por el régimen comunista de La Habana.

El gobierno cubano, que aún enarbola las trasnochadas teorías
marxistas-leninistas, movilizó a sus asalariados, bajo la disciplinada
conducción de los militantes del partido único, hacia las misas papales.
La de la capital se celebró en horas laborables, y se planteó que todo
trabajador estaba obligado a asistir. Confieso que ese espectáculo me
resultó exquisito.

También lo fue la cobertura dada a los eventos en la televisión
nacional, lo que incluyó comentarios de personas como un vicario de la
Arquidiócesis de La Habana, que brindaba explicaciones pormenorizadas
sobre el simbolismo cultual y el sentido de las distintas etapas de la
celebración eucarística.

¡Pensar que esas cosas suceden en un país que hasta hace pocos años
proclamaba la vigencia del llamado "ateísmo científico"! ¡En un estado
que reclama la paternidad intelectual de Carlos Marx, el autor de una de
las frases más desfachatadas e impías de la historia del pensamiento
universal: "La religión es el opio de los pueblos"!

El régimen castrista no tiende en absoluto hacia la devoción. A
diferencia de lo que sucede en la "revolución bolivariana", donde a cada
rato —a veces sin venir mucho al caso— el teniente coronel Chávez
menciona a "Diosito" por televisión, los hermanos Castro renegaron de su
educación cristiana y persiguieron con saña toda manifestación religiosa.

Sin llegar a los extremos que alcanzaron la Rusia estalinista o la China
de Mao, o a los que ahora mismo se ven en la infortunada Norcorea de los
Kim, el máximo líder Fidel acosó y discriminó a quienes reconocían tener
creencias religiosas, expulsó manu militari de Cuba a cientos de
sacerdotes y monjas, y encerró en campos de trabajos forzados a muchos
seminaristas y otros hombres de fe.

Cuando al inicio de este artículo mencionaba el travestismo político
empleado por el régimen de La Habana con ocasión de la visita del Santo
Padre, yo tenía en mente también el sentido recto de la frase. ¿Acaso
puede dársele otro nombre a los miles de asistentes que el gobierno
vistió con pulóveres blancos antes de enviarlos a los actos papales?

Viene al caso recordar una incidencia de la Segunda Guerra Mundial: Los
nazis ocuparon la pacífica Dinamarca, en la cual, al cabo de cierto
tiempo, quisieron imponer sus bárbaras leyes antisemitas. Como primera
medida, ordenaron que todo judío, al salir a la vía pública, portase
sobre sus ropas, en sitio visible, una estrella de David amarilla.

A esta discriminatoria regla de los ocupantes respondió el Rey, a quien
en ese momento le cuadraba más que nunca el conocido principio de las
monarquías constitucionales: Reina, pero no gobierna. El soberano
anunció que, ya que los judíos eran también daneses, él portaría como
ellos la estrella gualda, cosa que esperaba que hicieran asimismo todos
sus buenos súbditos.

Ahora, ante el reto admirable que durante más de nueve años han
planteado en las calles cubanas las dignas Damas de Blanco, el régimen
castrista responde disfrazando con prendas de ese mismo color a unos
cuantos miles de sus incondicionales. Emplea —pues— el mismo método que
un camaleón para escapar de sus depredadores.

Una vez más un dramático suceso histórico se repite como un sainete de
mal gusto. Lo que en Dinamarca fue un hermoso desafío cívico, un acto
sublime de solidaridad humana, en Cuba se ha transformado en una
matrería ramplona que persigue el evidente propósito de restar
visibilidad a esas mujeres admirables.

No creo que tenga mucha trascendencia esta nueva fullería de los
castristas. Al enmascarar a sus apapipios como Damas de Blanco y al
brindar esa gran recepción popular al Sumo Pontífice de la Iglesia
Católica, el régimen cubano, en realidad, sólo logra poner de manifiesto
una vez más la quiebra total de los postulados ideológicos que alguna
vez proclamó.

http://www.cubanet.org/articulos/travestis-politicos/

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