viernes, 12 de marzo de 2010

Hay que salvar a Fariñas

Hay que salvar a Fariñas

El mundo debe solidarizarse con el disidente y los presos políticos cubanos
La condena del presidente Arias hace honor a nuestra tradición civilista
09:55 a.m. 10/03/2010

Minuto a minuto, a la vista pública, sin asomo de rubor y con despiadada
crueldad, la dictadura de Fidel y Raúl Castro está ejecutando un nuevo
crimen de lesa humanidad. La víctima, cada vez más cercana a la muerte,
es Guillermo Fariñas Hernández, un psicólogo de 46 años, pensador
independiente y crítico del régimen, quien ya cumple dos semanas en
huelga de hambre, exigiendo la liberación de 26 prisioneros políticos en
graves condiciones de salud. Frente a su creciente deterioro, la única
respuesta oficial ha sido el desdén y una ola de truculentos insultos,
que no hacen sido desnudar aún más la perversidad intrínseca del régimen.

Ante este agravio a los cubanos y a la conciencia universal, es hora de
que se produzca una intensa condena mundial. El objetivo esencial debe
ser salvar a Fariñas; pero también hay que notificar a los Castro y su
aparato represivo de que ya no habrá más tolerancia a su primitivo
machismo totalitario, menos aún a la permanencia en sus cárceles, en
pésimas condiciones de trato, de más de 200 prisioneros de conciencia.

Por esto celebramos que el presidente Óscar Arias haya denunciado, con
toda claridad y firmeza, tanto el crimen que se fragua como la
naturaleza del régimen cubano, que –en sus palabras– es "una afrenta a
la democracia". Su actitud refleja el sentir generalizado de nuestro
pueblo, y debería servir de ejemplo a los demás gobernantes
latinoamericanos, hasta ahora silenciosos o cómplices de tan indignante
tragedia.

El 23 de febrero pasado, luego de 85 días de huelga de hambre y una
deliberada falta de oportuna atención médica, falleció Orlando Zapata,
un humilde albañil, también preso político y recluido en la siniestra
prisión "Combinado del Este". Impotente, esa fue la única manera que
encontró para decir "basta" a las extensiones arbitrarias de condenas y
a las vejaciones que, por instrucciones superiores, le infligían sus
carceleros.

Su caso adquirió notoriedad pública cuando ya era tarde para intentar
frenarlo. Sobre Fariñas, sin embargo, la comunidad internacional, sobre
todo aquella que se define como demócrata, todavía está a tiempo de
actuar. Como dijo el presidente Arias, "podemos aún alzar la voz" en
nombre del disidente, "pidiendo la liberación de otros presos políticos
cubanos, en particular aquellos en precario estado de salud", que son,
precisamente, el móvil de la huelga.

Nada asegura que un eventual clamor mundial, cada vez más extendido,
impida la consumación del crimen de Fariñas. Hasta ahora, todo indica
que la dictadura no tiene interés alguno en frenar su muerte; más bien,
parece decidida a utilizarla como una macabra advertencia al resto de la
población, sobre todo la creciente comunidad disidente. Reiterados
informes dan cuenta de una situación económica cada vez más precaria,
que ha conducido a un dramático proceso de pauperización generalizada en
Cuba y que, junto a las limitaciones generalizadas impuestas por el
régimen, cada vez hace más intenso el descontento.

Incapaz de revertir este proceso, lo que solo podrá hacerse mediante
profundas reformas económicas y políticas, la respuesta de Raúl Castro
ha sido una represión más abierta y pública. En este marco hay que
situar la muerte de Zapata y un posible desenlace similar para Fariñas;
es decir, una tenebrosa política de Estado, encaminada a mantener en el
poder a la camarilla que lo controla.

Esta realidad, sin embargo, solo debe conducir a mayor condena, presión
y exigencia de cambio desde todos los confines del mundo. La mayoría de
los países europeos y Estados Unidos ya han levantado su voz, que
deberían convertir en decisiones. La de Arias se suma ahora, casi
solitaria, en América Latina. No solo debe ser oída en Cuba; también
debe resonar en el resto del hemisferio.

Hay que salvar a Fariñas - OPINIÓN - nacioncom (12 March 2010)
http://www.nacion.com/2010-03-11/Opinion/Editorial/Opinion2297410.aspx

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