El disfraz de la mentira
By ALINA FERNANDEZ REVUELTA
Supongo, sólo supongo, que las Damas de Blanco, al principio, era un
grupo de mujeres agobiadas por el presidio injusto de sus seres
queridos, el acoso del aparato ideológico y las dificultades para poder
llegar hasta las cárceles, casi siempre a cientos de kilómetros de
distancia. Supongo, sólo supongo, que empezaron a llamarse, a conocerse,
para ayudarse las unas a las otras, y que fueron creando esa red
sensible que sólo se consigue con las causas comunes. Supongo, sólo
supongo, que la fuerza se les fue manifestando poco a poco; que primero
decidieron vestirse de blanco, que otro día acordaron ir juntas a la
iglesia y otro, caminar por alguna avenida emblemática de La Habana. Y
así, poco a poco, día a día, se han convertido en la cara de una isla
que sufre con dignidad, sin bajar la cabeza y con flores como arma de
guerra.
Las Damas de Blanco han puesto a Cuba en el otro extremo del mapa
político. Esa es su virtud y ese el poder que tienen. Después de medio
siglo de reverencia mediática ante la revolución cubana, ellas han
ubicado a los observadores en el otro lado del espejo, en el reverso de
la medalla. No sólo a los observadores pasivos han emplazado las Damas
de Blanco: también a los encargados de hacernos conocer la realidad, la
noticia, la verdad: a los periodistas. Y este es uno de esos casos en
que las tendencias políticas, las simpatías y los derrames ideológicos
se convierten en un problema de la fisiología: al que escribe sobre
Cuba, en los últimos tiempos, o se le altera la vesícula biliar, o se le
sale el plumero. El problema es difícil de resolver sobre todo para el
periodismo mercenario. Entiéndase este último término como aquel
periodismo que paga un peaje para que se le permita permanecer en los
predios en aras de un futuro prometedor para la agencia noticiosa que
representa. Cuba no es el único ejemplo pero es el tema que nos ocupa.
Así que, ¿cómo hablar mal de unas mujeres que han hecho frente común por
amor a la libertad de pensamiento? ¿Cómo reportar en negativo una marcha
silenciosa de apenas 40 mujeres que llevan flores? Hay que ser un mago
de la comunicación pero se hace de la siguiente manera:
``Marcharon más de un kilómetro desde la iglesia católica de Santa
Bárbara, rodeadas de gente y agentes de civil que les gritaban vivas a
Fidel y a la Revolución. Finalmente, llegó la policía uniformada que las
custodió hasta los autobuses''.
Según este corresponsal de la BBC, este mago del malentendido, la
mujeres policías no golpearon ni maltrataron a sus compatriotas: más que
custodiarlas, se limitaron a cargarlas hasta el autobús.
Uno lee eso y se imagina un paisaje bucólico donde Superman toma en
brazos a la víctima y la saca volando del lío en que se ha metido. Cabe
preguntarse si las féminas de la policía política cubana se alimentan
con kriptonita, pues cargar a otra mujer, que no se quiere dejar cargar,
hasta encaramarla en un autobús, no es cosa fácil.
ero eso no es lo peor. Lo peor, es que el mismo corresponsal, 24 horas
después, en vez de retractrarse, se apuntala: ``Hasta ahora las
agresiones sólo han sido verbales. Durante las marchas las Damas de
Blanco van protegidas por civiles con radios de comunicación,
posiblemente miembros del Ministerio del Interior que impiden cualquier
enfrentamiento físico''. El corresponsal pasó por alto la visita al
hospital de algunas de ellas y, por lo visto, quedó cegado por la
blancura del yeso en el brazo de Laura Pollán, una de las Damas de
Blanco más maltratadas, a la que entrevistó precisamente para este
reportaje.
Afortunadamente para todos los cubanos y sobre todo para las Damas de
Blanco, cuando sobran periodistas confundidos, miles de nosotros podemos
dar el paso al frente por ellas, como fue evidente el pasado jueves.
``Sólo la verdad nos hará libres'', dijo el apóstol José Martí. Y que
así sea y que un disparo de nieve se lleve a los que han convertido la
profesión de decir la verdad en la forma de disfrazar, con escaso
talento, su mentira.
http://www.elnuevoherald.com/2010/03/28/684631/alina-fernandez-revuelta-el-disfraz.html
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