Otra vez el embargo en la ONU
Desde 1992 Cuba lleva cada año el embargo estadounidense a votación en
la Asamblea General de la ONU. El martes logró un récord histórico: la
condena a la medida por 191 países
Alejandro Armengol, Miami | 28/10/2015 9:24 am
Algunas de las razones actuales para el levantamiento del embargo
norteamericano hacia el régimen cubano son malintencionadas en sus
pronunciamientos y lógicas en su práctica. Detrás de ellas se encuentran
intereses comerciales, que no solo buscan vender unos cuantos productos.
A ello se une el interés de destacar un principio: los embargos
comerciales tienen poca utilidad, salvo excepciones, en un país como
Estados Unidos; una nación que propugna la economía global y el
liberalismo económico.
Otros motivos de rechazo pueden ser debatidos con argumentos similares,
pero de signo contrario. Entre ellos, la afirmación de que el embargo es
inmoral, que hay que suprimirlo para quitarle una excusa al régimen
castrista y la acusación de que éste es el causante de buena parte de la
miseria en Cuba.
Desde el punto de vista político o militar, los embargos ―incluso los
bloqueos en el caso de guerras― no son morales e inmorales, porque la
ética nunca ha formado parte de la estrategia. También al gobierno de La
Habana le sobran las excusas y la pobreza que impera en la Isla es una
de las mejores tácticas con que cuentan los hermanos Castro, al utilizar
la escasez como un instrumento de represión.
Falsa es además la pretensión del gobierno cubano de llamar "bloqueo" a
un embargo cada vez más limitado o con agujeros. No existe un bloqueo
estadounidense sobre Cuba. Una y otra vez el canciller cubano, Bruno
Rodríguez habla de "bloqueo", pero no hace más que repetir una retórica
antigua.
Un bloqueo tiene una connotación militar e implica un aislamiento
militar. Es una acción de guerra. "¿Donde están los buques de guerra?",
respondía el fallecido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante cuando
le preguntaban al respecto.
El bloqueo implica cierre de fronteras, puertos y aeropuertos y el
impedimento de salida o entrada de cualquier persona o bienes del
territorio objeto de la medida. En el caso de Cuba, solo ocurrió un
bloqueo por breve tiempo, e incluso fue parcial, cuando en 1962, durante
la crisis de los misiles, EEUU bloqueó para inspeccionar cualquier
ingreso de buques, especialmente soviéticos, para evitar la llegada de
armas de destrucción masiva. Nunca más se volvió a repetir una acción de
este tipo.
Sin embargo, el gobierno cubano no ha parado de utilizar una retórica
militarista con fines propagandístico, incluso ahora que el concepto de
plaza sitiada se ha visto abandonado por una situación que mejor se
describe como plaza visitada.
EEUU está entre los cinco principales socios comerciales de Cuba, a la
que vende miles de toneladas de productos agrícolas al año. ¿Qué
bloqueo?", "¿qué embargo?", reclaman mucho en el exilio. Pero ello
tampoco debe servir para pasar por alto la existencia de barreras que en
ocasiones impiden operaciones comerciales, incluso más allá del
territorio estadounidense, y que tampoco se pueden resumir simplemente
en los inexistentes créditos comerciales por parte de EEUU hacia la Isla.
Rechazo nacional e internacional
A estas alturas el embargo no es una medida que se valora de forma
positiva, ni internacionalmente ni en el país donde un mandatario la
promulgó el 7 de septiembre de 1962, luego de tener a buen resguardo una
provisión tal de tabacos que le sobreviviría.
John F. Kennedy no vivió lo suficiente para conocer que no era violar la
ley, sino el tabaco cubano lo que resultaba dañino. Fidel Castro lo supo
a tiempo y dejó de fumar. Por su parte, el embargo no se ha hecho humo
en 53 años.
A los granjeros norteamericanos no les preocupa tanto el quedar fuera
del reparto de los puros, al final de la cena. Lo que ellos quieren es
participar en la venta de los comestibles que se pondrán en la mesa. Si
no han avanzado mucho en sus propósitos, se debe a dos razones
fundamentales.
Una es que declararse a favor del embargo hasta hace poco continuaba
formando parte de la agenda electoral —tanto del Partido Republicano
como del Demócrata—, porque constituía uno de los pocos incentivos que
se les pueden ofrecer a los votantes cubanoamericanos. Paulatinamente
esta táctica electoral ha ido debilitándose. En su aspiración a la
gobernación de la Florida, el cambiante Charlie Crist, se atrevió a
declararse en contra del embargo. Acabó perdiendo, pero no por dicha
declaración. Crist venció en la capital del exilio con un amplio margen
frente a Rick Scott según los cómputos electores. Hillary Clinton dejó
en claro y por escrito que se opone al embargo, incluso antes de iniciar
su campaña por la denominación presidencial demócrata, en su libro Hard
Choices. El presidente Barack Obama no declaró sus intenciones de
cambiar el enfoque en la relación con el gobierno castrista sin antes
asegurarse que varias encuestas demostraban que tal actitud no
implicaría un elevado coste político, ni para él ni para su partido.
Un mercado pequeño
El segundo aspecto que por décadas favoreció el mantenimiento del statu
quo comercial con la Isla fue que se trata de un mercado menor. Si Cuba
fuera China, ya hace rato no habría embargo.
Sin embargo, esta situación se ha visto modificada por dos factores. Una
es que en la actualidad cualquier mercado cuenta, con independencia de
su dimensión, en un mundo cada vez más competitivo. Otra es el
surgimiento de una especie de boom, que ha puesto de moda a Cuba y la ha
convertido de pronto en un destino atractivo. Aunque resulta difícil
predecir la duración de esta especie de moda, ello no resta importancia
a una oportunidad de obtener ganancias.
Aunque en estos últimos años los granjeros estadounidenses han visto
aumentar y disminuir sus ventas a la Isla, según las circunstancias
políticas y las dificultades económicas siempre presentes en Cuba, ahora
las circunstancias internacionales han aumentado sus temores frente a la
realidad de los grandes países emergentes y los socios comerciales de
siempre en el panorama cubano, desde las naciones europeas hasta China y
Rusia. Brasil superó a Estados Unidos como socio comercial con Cuba y
aunque el deterioro económico y la crisis política en el gigante
sudamericano ha mermado este avance, la participación comercial y
política en la Isla de Rusia y China han aumentado. Más allá de los
trajines políticos en Washington y La Habana, el mercado global impone
sus reglas.
Todas estas consideraciones han gravitado con mayor o menor fuerza a la
hora de opinar sobre el embargo. En todas, los juicios pueden inclinarse
en un sentido u otro de acuerdo a las preferencias políticas, la
ideología de quienes los esgrimen y la situación reinante en los países
implicados y en otros que se han sumado al panorama nacional e
internacional en que se definen los usos y alcances del embargo.
¡Y dónde queda el ideal democrático?
Sin embargo, este análisis no debe limitarse a fines y medios, sino
también a su capacidad como instrumento para llevar la democracia a la Isla.
La valoración positiva del embargo encierra por lo general dos
equívocos: uno es la subordinación mecanicista de la política a la
economía, que se traduce en aplicar un criterio estrecho al caso cubano.
Repetir aquello de "lo bueno que tiene esto es lo malo que se está
poniendo".
Esta actitud siempre ha chocado contra la realidad cubana. Durante los
largos años de gobierno de Fidel Castro, éste siempre actuó como un
gobernante, de forma dictatorial y despótica, pero nunca como un empresario.
Fue un político que se movió mejor en las situaciones de crisis que en
las épocas de "bonanza" (las comillas obedecen a que el régimen nunca ha
conocido ni le ha interesado establecer en Cuba un período de "vacas
gordas"). Si Raúl Castro ha emprendido una vía de "actualización" del
modelo, que se interpreta como la autorización de algunas reformas
tímidas, no se pueden equiparar libertades económicas y políticas, a
partir de que ambas son necesarias. El desarrollo de la disidencia en la
isla ha obedecido a un desgaste político, no económico.
El segundo error es hacer depender la evolución política del país de una
medida económica dictada desde el exterior, por otro gobierno y en otra
nación. El embargo es una ley hecha en EEUU, no es una creación de los
opositores a Castro en la Isla.
Desde hace años el embargo ha perdido ―si alguna vez tuvo― su valor de
palanca para impulsar la democracia. Al ceder o estar reducido al máximo
el poder presidencial para cambiar la ley, quienes la defienden no dejan
de repetir unas exigencias que, de por sí, sitúan su final en un momento
utópico, cuando tras la desaparición de los hermanos Castro se
establezca en Cuba una democracia perfecta y un respeto a los derechos
humanos intachable, además de un comercio sin barreras y una industria
privada sin límites. Muy bonito, pero también poco práctico.
Cierto que en su intolerancia, el régimen de La Habana no responde a
incentivo alguno, verdad también que hay un largo historial en que el
gobierno castrista ha puesto obstáculos y trampas a cualquier avance en
las relaciones con Washington, pero la ausencia de un plan manifiesto y
conocido de incentivos parciales no hace más que ayudar a las fuerzas
reaccionarias en ambas orillas del estrecho de la Florida.
De lo que se habla aquí es de un problema que, en buena medida, tiene
que ver con la imagen. Para los ojos de buena parte del mundo, EEUU es
la nación de las restricciones y el embargo norteamericano hacia Cuba no
es popular en el resto del mundo, incluso entre los aliados de este
país. Basta solo consultar esta última votación en Naciones Unidas,
donde la condena al embargo obtuvo una votación récord de 191 países. El
año pasado, había tenido 188 votos y tres abstenciones, las de
Micronesia, Palau e Islas Marshall, que este martes respaldaron la
resolución cubana. Solo EEUU, luego de una especulación donde se barajó
una posible atención (lo que habría sido un hecho insólito) y su fiel
aliado Israel votaron en contra.
El embargo y los cambios
Es verdad que un levantamiento total o parcial del embargo, sin exigir
nada a cambio, no traerá cambios políticos de inmediato. En igual
sentido, la falacia de que una mayor entrada de productos
norteamericanos conllevará una mayor libertad es otra utopía neoliberal,
que tiende a asociar la Coca-Cola con la justicia y a la democracia con
los McDonalds. Mentira es también que el pueblo de Cuba está sufriendo a
consecuencia del embargo y no por un régimen de probada ineptitud económica.
Nada de lo anterior contradice el hecho de que continuar respaldando al
embargo es batallar a favor de la derrota. Algo que nunca hacen los
buenos militares. Defender una trinchera que es un blanco perfecto para
el enemigo, desde la cual no se puede lanzar un ataque y que solo
protege un pozo sin agua custodiado por un puñado de soldados sedientos.
Se trata de una herramienta poco efectiva para lograr la libertad en
Cuba. Su ineficacia ha quedado demostrada por el tiempo; su significado
reducido a un problema de dólares y votos.
Otra cosa muy distinta es el otorgamiento de privilegios comerciales y
el reconocimiento de la participación del gobierno cubano en organismos
internacionales, porque tales medidas darían una legitimidad que éste no
se merece.
Un deslinde necesario
Hay que establecer el deslinde necesario entre las medidas económicas y
las políticas. Diferenciar la función del exilio y el papel de EEUU como
nación. En el mundo actual, los embargos han demostrado ser de poca
utilidad, y en parte han servido para el enriquecimiento de las clases
gobernantes, a las que supuestamente intentaban derrocar. Si seguimos
martillando sobre una herramienta tan poco efectiva, perdemos la
oportunidad de desarrollar otros frentes, cuya eficacia aún no ha sido
puesta a prueba. La astucia debe imponerse sobre la testarudez.
Este artículo retoma y actualiza ideas elaboradas en otros trabajos por
el autor.
Source: Otra vez el embargo en la ONU - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/otra-vez-el-embargo-en-la-onu-323929
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