El ALBA y los golpes de estado disfrazados
Martes, Julio 3, 2012 | Por Orlando Freire Santana
LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -En la ceremonia de despedida
del presidente de Belarús Alexander Lukashenko, el gobernante cubano
Raúl Castro ofreció declaraciones a la prensa a propósito de la
destitución del mandatario paraguayo Fernando Lugo. "Los golpes de
Estado han vuelto, pero disfrazados", expresó el menor de los hermanos
Castro.
El General-Presidente se refería al hecho de que, en esta ocasión, no
habíamos presenciado un golpe a lo tradicional: generales entrando a
Palacio, cierre del Congreso, anulación de la Constitución,
abarrotamiento de las prisiones, prohibición de los partidos políticos y
descabezamiento del poder judicial. Ahora, según él, todo había sido más
sutil, pero en el fondo se alcanzó un resultado similar: el
derrocamiento por las fuerzas reaccionarias de un Presidente elegido
democráticamente.
Por supuesto que el señor Raúl Castro ha ignorado más de una evidencia
en el momento de manifestar semejante punto de vista. En primer término
hay que considerar que el enjuiciamiento político de un mandatario por
el poder legislativo constituye una medida lícita en casi todas las
naciones donde rige una auténtica democracia. Incluso, los cubanos
contamos con un antecedente, cuando en 1873 la Cámara de Representantes
de nuestra primera República en Armas destituyó al presidente Carlos
Manuel de Céspedes al considerar que el hombre de La Demajagua quería
concentrar todo el poder en sus manos.
Por otra parte, el Presidente cubano pasa por alto que son sus aliados
de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de las Américas (ALBA), los
que han pretendido inaugurar los golpes de Estado disfrazados en América
Latina. Esos gobernantes de corte populista, apenas llegan al Palacio de
Gobierno, y ya sueñan con convocar a asambleas constituyentes que les
permitan modificar las leyes del país con el fin de perpetuarse en el
poder, y después ir socavando los espacios de la sociedad civil, como la
propiedad privada, los partidos políticos de oposición, y el libre flujo
de la información. Más tarde se aparecen con declaraciones al estilo de
"esta Revolución llegó para quedarse", o "aquí jamás volverá el pasado".
Después de haber criticado a Hegel y Fukuyama por haber vaticinado, cada
uno en su momento, el fin de la Historia, estos teóricos del ALBA
repiten el mismo razonamiento al estimar que la Historia se detiene una
vez que la izquierda radical arribe al poder en cualquier nación
latinoamericana. ¿Constituyen o no esas acciones verdaderos golpes de
Estado contra las instituciones democráticas que tan indulgentemente les
posibilitaron el acceso al gobierno?
El propio pronunciamiento de una agrupación como el Foro de Sao Paulo,
donde milita la izquierda latinoamericana, corrobora que la aspiración
del populismo a la perpetuidad es algo tangible, objetivo, distanciado
de cualquier asomo de subjetivismo. La declaración final de una de sus
últimas reuniones, celebrada en El Salvador, incluyó el siguiente
párrafo: "Los triunfos electorales comprometen a los partidos de la
Izquierda latinoamericana a actuar acorde con las expectativas
depositadas en ellos por los pueblos, so pena de que sus gobiernos sean
solo un breve lapso tras el cual se recicle la dominación neoliberal".
Entonces, señor Raúl Castro, ¿quién disfraza en verdad los golpes de
Estado en América Latina?
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