Martes, Marzo 27, 2012 | Por Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -Por más que Fernando Ravsberg,
el corresponsal de BBC Mundo en La Habana, asegure estar dedicado a
"informar de la forma más objetiva posible" sobre Cuba, no lo consigue.
Y no porque le falte profesionalidad. Más bien le sobra ambigüedad.
Particularmente lo que escribe en su blog, siempre se presta a varias
lecturas, ninguna de ellas ingenua. Sólo que siempre se percibe una
comprensiva confianza en el mejoramiento del régimen y un escepticismo
demasiado crítico hacia quienes se le oponen. Y ese desbalance –vaya
usted a saber por qué razones o compromisos- parece que le es
absolutamente imposible corregirlo. Incluso cuando se lo propone.
Tal es el caso de "Una extraña conversación", publicado el 15 de marzo
en su blog, donde se refiere a una funcionaria de la aviación civil
tronada por corrupción y condenada a 10 años de prisión.
Ravsberg explica que dio con la funcionaria gracias a "un buen amigo"
que le pidió "ayuda para denunciar el caso." El periodista uruguayo
cuenta con demasiados buenos amigos en la elite "vive bien", pero parece
que tiene muy pocos o ninguno en la Cuba profunda que le pida ayuda
para denunciar el desalojo de un llega y pon, los abusos policiales, la
situación de un preso o la represión contra los disidentes.
Cuenta Ravsberg que la mujer le dijo que fue obligada a confesar, bajo
tortura en Villa Marista (sede de la Seguridad del Estado), que había
recibido 10 000 dólares de un empresario extranjero. Cuando Ravsberg
averiguó que las torturas habían sido todas de tipo psicológico -la peor
fue amenazarla con un registro en su casa delante de sus hijos-, trató
de explicarle que "sería muy difícil acusar a las autoridades de tortura
por haberla mantenido sentada en una sala de espera varias horas y que,
en estos tiempos, es más complejo aun defender a un funcionario acusado
confeso de corrupción." Fue entonces que la tronada, muy molesta, le
dijo que no entendía por qué el periodista no le hacía caso si ella, por
haber sido militante del Partido Comunista hasta que la expulsaron,
sabía bien que " al fin y al cabo, la prensa extranjera está aquí para
atacar al gobierno."
Como los argumentos de Ravsberg no lograron convencer a la señora, esta
enfáticamente le aseguró que "piensa sumarse a los grupos disidentes y
de derechos humanos para despertar así el interés internacional sobre su
caso."
Ante esta posibilidad, no se me ocurre otra cosa que decir "solavaya".
Pero Ravsberg se quedó muy preocupado por "la paradoja de que esta
funcionaria, dirigente de la aviación civil, militante del Partido
Comunista y condenada por corrupción, termine apareciendo en las listas
de presos de conciencia."
Cuando la ex funcionaria refirió a Ravsberg que otros implicados – a
uno de ellos le ocuparon dos millones de dólares en su casa- tuvieron
condenas menores porque colaboraron con las autoridades, o están libres
porque son personas muy importantes, el periodista le dijo "ahí sí
tenemos una buena historia", encendió la grabadora y preguntó los
nombres de los personajes. Entonces preguntó ella:"¿Y qué gano yo con
eso?". Cuando el periodista le respondió que quien gana es su país, la
mujer exclamó: "Entonces no me interesa", y terminó la conversación.
Una primera lectura de este trabajo de Ravsberg hablaría sobre el grado
de desmoralización de los funcionarios, que no serían menos corruptos,
por cierto, si en los núcleos del Partido Comunista, en vez de quejarse
de "la guerra mediática contra Cuba" debatieran acerca de cómo combatir
la corrupción, como ingenuamente sugiere el periodista, olvidado de los
males de fondo de un sistema que irremediablemente se va a pique.
En una segunda y más cuidadosa lectura, afloran las moralejas
favorables al régimen:
1-En Cuba no torturan. Lo que hay son exageraciones acerca de ciertos
maltratos policiales.
2-Cualquier sinvergüenza que desee hablar un poco de mierda para llamar
la atención internacional y que le paguen un puñado de dólares
–incomparablemente menos que los que robaba al gobierno- puede dirigirse
a la prensa independiente y los grupos de derechos humanos.
3- Cualquiera de dichos sinvergüenzas –y algunos otros más- puede
aparecer luego en las listas de prisioneros de conciencia.
4- Y por supuesto que a ninguno de ellos le interesa que su país gane.
Muy polémico, y con mucha tela por donde cortar, como todos los
artículos de Fernando Ravsberg. En definitiva, muchas veces, a falta de
objetividad, esos rasgos, entre otros, son los que hacen interesante un
trabajo periodístico. Aunque no contribuya precisamente a informar.
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