El misterioso caso de los comunistas incapaces de aprender
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 28 Jun 2014 - 8:57 am
Dos cartas sobre lo mal que va la economía estatalizada: una del
venezolano Jorge Giordani y otra del exdiplomático cubano Rolando López
del Amo. Ninguno de los dos parece haber comprendido nada.
Jorge Giordani es un viejo comunista que hasta hace pocas fechas fue el
ministro de Planificación y Finanzas del chavismo, primero con Hugo
Chávez y luego con Nicolás Maduro. Tiene fama de haber sido un
funcionario honrado en un gobierno en el que abundan los rateros.
Nadie, sin embargo, ha acusado a Giordani de ser competente. Sería una
peligrosa temeridad. No se metía la plata de los demás en el bolsillo.
Lo que hacía era destruirla en esa trituradora implacable de riqueza que
es la ideología marxista. Es uno de los responsables del hundimiento
económico del país. Cuando llegó al poder había seis millones y medio de
pobres. Cuando lo dejó, hace unos días, la cifra había aumentado a más
de nueve.
Giordani se despidió del cargo con una larga carta en la que culpa a los
demás del desastre económico venezolano. Sus culpables son el
irresponsable gasto público, la corrupción, PDVSA y el pobre Nicolás
Maduro, quien supuestamente ha traicionado al socialismo y al legado
inmarcesible de Hugo Chávez. (Inmarcesible, Nicolás, quiere decir que no
se marchita. Y marchita no es una marcha pequeña de estudiantes
indignados, sino un verbo que procede del latín).
El ingeniero Giordani no es capaz de advertir que el error intelectual
está en el presupuesto ideológico. Cuando se debilitan los derechos de
propiedad y las decisiones económicas las toman los funcionarios; cuando
se potencia la aparición del Estado-empresario y se estatiza el aparato
productivo; cuando se eliminan las principales libertades porque la
crítica se convierte en traición a la patria; inevitablemente surge la
escasez, se deteriora progresivamente el entorno físico por falta de
mantenimiento, y comienza un acelerado proceso de empobrecimiento
colectivo que no tiene fin ni alivio. Mañana siempre será peor que hoy.
Mientras los venezolanos leían la carta de Giordani, los cubanos,
asombrados, repasaban otra misiva escrita por el comunista, escritor y
exembajador Rolando López del Amo, jubilado en La Habana tras haber
ocupado diversos cargos de primer rango en la diplomacia castrista. El
texto ha circulado profusamente en internet.
El señor López del Amo tiene una explicación parcialmente diferente a la
de Giordani. Supone que el responsable del desastre cubano es el
burocratismo, ese enmarañado ejército de funcionarios indolentes que no
deja que el país avance. Como es una persona seria, no culpa al embargo
norteamericano, ni a la sequía, ni a los ciclones, porque el país no
padece hace tiempo estos fenómenos naturales. Cree que el mal está en
otra parte: es la malvada gente que entorpece la marcha gloriosa del
socialismo.
Termina su carta con un conmovedor llamado a sus camaradas: "Estamos en
el año 56 de nuestra experiencia revolucionaria y no podemos continuar
cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas justificaciones.
Se impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras y de
personas para lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y
sostenible".
¡Madre mía! Estamos ante un comunista inaccesible al desaliento. ¡Qué
gente más dura de molleras! Cincuenta y seis años de fracasos
continuados y barbarie, de "oprobio y bobería", como Jorge Luis Borges
decía del peronismo, no le han bastado para entender que el sistema no
sirve para nada en ninguna latitud. Ni con los laboriosos alemanes o
norcoreanos, ni con los muy serios checos y húngaros, y mucho menos con
los caribeños de Cuba o Venezuela.
Es posible, sin embargo, que Raúl Castro, finalmente, haya comprendido
esta dolorosa verdad. Lo triste es que la educación del hermano de
Fidel ha durado más de medio siglo y costado miles de vidas y la ruina
completa de una nación. (Fidel, en cambio, es indiferente a la realidad
y morirá defendiendo las mismas tonterías de siempre.) En todo caso,
mientras el embajador López del Amo escribía su carta, el zar de la
economía cubana, un excoronel llamado Marino Murillo, anunciaba que
todos los restaurantes del país serían privatizados.
Es el principio del fin del loco proyecto marxista del colectivismo,
pero no de la dictadura. Ahora, poco a poco, sin prisa, pero sin tregua,
como le gusta repetir a Raúl Castro, quieren desmantelar el socialismo y
gobernar con mano férrea un país seudocapitalista. Ya no son marxistas.
Son, simplemente, una banda autoritaria de gente decidida a mandar a
palos. Puros matones.
Source: El misterioso caso de los comunistas incapaces de aprender |
Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1403897179_9264.html
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