Publicado el sábado, 06.14.14
Cuba: bailarines y mega yates
DANIEL SHOER ROTH
DSHOER@ELNUEVOHERALD.COM
Surcando la corriente caliente del Estrecho de Florida, en vistosas
embarcaciones con pesadas cañas y señuelos metálicos, más de sesenta
pescadores de diez países prodigan a esta hora la suerte de la emboscada
con el anhelo de capturar el trofeo Ernest Hemingway en el torneo
internacional de pesca de agujas en Cuba.
Después de fotografiarse con un dorado de espectacular mandíbula o un
llamativamente bello marlín azul, los navegantes, comodoros y turistas
aficionados brindan por el puntaje obtenido por los vencedores del día
como el propio Hemingway –con un delicioso mojito que lleva un añejo ron
cubano cuya marca un día fue hurtada a sus dueños–. Disfrutan el placer
en mesas servidas con trufas, caviar, comidas exóticas y delicadezas
cubanas. Pernoctan en lujosas cabañas frente a sus yates. En el lecho,
una joven virgen, como una flor, o un adolescente mulato, como un
chocolate, aguardan por las apetencias del comprador.
Lugar de grandeza donde se celebra la "hermandad marinera", el Club
Náutico Hemingway es un mudo testigo del lujo y la diversión que
derraman sobre las aguas los yates de gran eslora, catamaranes y
atractivos veleros. En la entrada, dos metralletas sobre fornidos
hombros custodian las instalaciones para evitar la entrada de ciudadanos
nacidos en esas tierras.
En la otra orilla del Estrecho, unos bailarines del Ballet Nacional de
Cuba que hasta hace unos días solo podían compartir un plato
insuficiente y racionado, sin siquiera salsa de libertad o aderezo de
oportunidades, ahora danzan al compás de la incertidumbre y el dolor de
la separación y el desarraigo. Sin documentación legal ni escenario
propio donde hacer un deslizamiento hacia adelante, se han atrevido a
dar un Grand pas desertando, con la espalda recta y sin arquear el corazón.
Algunos ni siquiera cuentan aquí con un techo seguro, ni familiares, ni
amigos, ni un trabajo permanente. Pero de nada vale integrar el elenco
del afamado ballet titular de Cuba, porque el prestigio no sacia la
hambruna. Estos jóvenes no pueden aspirar a bailar en la Academia de
Ballet Bolshoi o en el Ballet Mariinsky. Por eso se han fugado de la
jaula del Mar Caribe, como el vuelo de un cisne que busca de una tierra
espléndida.
Los escapados lamentan su precaria y frustrante situación dentro de la
Isla. Sacan a la luz alegaciones de nepotismo, abusos de poder,
explotación y discriminación en el seno de la compañía de baile. La
huida no cesa. Los bailarines saltan, como gacelas, hasta llegar a su
objetivo: libertad y un mejor futuro artístico. No toleran la rigidez de
las ideas políticas imperantes. Viven en terror, en pánico, asfixiados
en el feudo personal de Alicia Alonso y compañía. El amor propio los
obliga a dar una rotación completa.
El vívido contraste entre estos dos acontecimientos simultáneos ilustra
la realidad del cubano emigrado en tiempos recientes. El mar que seduce
a los mega yates acalla la pasión por la emancipación. Los concursantes
del campeonato reciben una bienvenida de reyes, con vítores y alabanzas,
en el litoral habanero. Los bailarines que, carentes de facilidades,
renuncian a su terruño y entorno, son denigrados como muchachos a
quienes "les falta mucho para alcanzar un alto nivel técnico", en
palabras de Alonso. Sin compasión, la directora del Ballet les augura el
fracaso: "La mayoría de los que abandonan la compañía se frustran y
quedan en el camino".
¿Cuál camino? ¿El de la autodeterminación? ¿O el de los sueños
ambiciosos y alcanzables con esfuerzo y talento? Acaso, ¿será el camino
del sacrificio por un bien mayor? ¿O el de la fe en la capacidad
personal? ¿O el rumbo del capitán que se desenvuelve sin limitaciones de
espacio para colocar el barco en el lugar preciso y hacer morder a la presa?
El jactancioso Torneo de la Aguja no corresponde con la Cuba que impone
a los nacionales un sistema regimentado, fallido y cruel. La
imposibilidad de acceso a un nivel de vida de oportunidades que gozan
los participantes de la regata es una causante de la deserción en masa
de los bailarines. No están solos. Una multitud de artistas, deportistas
y profesionales cubanos en Miami también sufrieron la privación de la
superación humana, derecho inalienable del hombre.
En el decante, triste y sucio barrio habanero a los bailarines no les
permiten tener iniciativa propia. En cambio, en el exilio fortuito,
divisan el faro de la independencia profesional. Es sumamente doloroso
el creciente número de familias disgregadas y cubanos que pierden la
cultura y la historia de su patria.
Paz para todos; vida con derechos plenos para todos; amor para todos –es
lo que se ansía con afán–. Cuando la industria recreativa náutica pueda
regocijar a cualquier cubano que aspire a aventurarse flotando en las
aguas dentro de un yate –o a trabajar para comprarse una embarcación–
recobrará valor uno de los más antiguos torneos de pesca, fundado
libremente por amantes del deporte con el apoyo del célebre escritor
norteamericano. Hasta entonces, los cisnes y las agujas no practicarán
la primacía clásica del pas de deux.
Source: DANIEL SHOER ROTH: Cuba: bailarines y mega yates - Daniel Shoer
Roth - ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/06/14/1773423/daniel-shoer-roth-cuba-bailarines.html
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