Feminización de la pobreza
Miércoles, Marzo 27, 2013 | Por Juan Antonio Madrazo Luna
LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -La pobreza se viste de mujer y
desde hace mucho tiempo se comporta como uno de los espejos más
violentos de la sociedad. En la Cuba de ahora mismo hay una acentuada
feminización de la pobreza, que marca el límite entre mujeres blancas y
negras, pero estas últimas continúan ancladas en el sótano de la
pirámide social.
Según la doctora Norma Vasallo, especialista en Psicología, de la
Universidad de la Habana, no basta con que la mujer cubana haya logrado
avances en su desarrollo profesional. La educación superior esta
feminizada, están matriculadas generalmente en las ciencias médicas, la
pedagogía y las ciencias económicas. Han avanzado su presencia en
carreras tradicionalmente masculinas, pero muchas de ellas son
conscientes de que la situación económica actual atenta contra su
calidad de vida. Hoy las asimetrías soportan más desigualdad.
Aún se desconoce la cifra de mujeres que se suicidaron durante crudo
Periodo Especial; es una estadística que se protege como secreto de
Estado. Las mujeres negras en particular han tenido que desarrollar
estrategias para enfrentar la crisis. Estas estrategias van desde la
producción artesanal de alimentos hasta la venta y el intercambio de
productos en el mercado negro.
También incluyen el mercado matrimonial con extranjeros, su inserción en
el trabajo por cuenta propia, como "figuras coloniales" en las zonas
turísticas, vendedoras de útiles de limpieza, recogedoras de materia
prima, así como en el trabajo doméstico, como sirvientas en zonas
privilegiadas. He conocido a mujeres auxiliares de limpieza que están
calificadas como licenciadas en lengua inglesa o con un máster en
ciencias económicas.
La migración también las marca. Muchas de ellas vienen de regiones del
oriente cubano en las que la población está muy cerca de la línea
extrema de la pobreza, como Guantánamo y Granma. Tienen que enfrentar la
deserción escolar de sus hijos por problemas económicos o embarazo
adolescente. En la pobreza, ellas asumen la multiplicación de los
escasos recursos, distribuyen los alimentos y buscan la medicina,
descuidándose a sí misma.
Profesoras, deportistas, militares, inspectoras estatales, custodios,
gastronómicas en cafeterías estatales que operan en moneda nacional,
artistas, preferentemente bailarinas… son las opciones en las que el
medio les tolera la movilidad social, en un contexto en el cual la mujer
representa 70 por ciento de la fuerza laboral calificada, y es mayoría
en los sectores de la educación y la salud.
Apenas comenzó el segundo parto del trabajo por cuenta propia tuve la
esperanza que fuera la oportunidad de empoderamiento de muchas mujeres
particularmente negras y mestizas. Pero la realidad demuestra lo
contrario. Todos los días camino la ciudad y me es difícil encontrar a
una mujer negra como artesana, rentando habitaciones o apartamentos, o
dueña de un paladar o cafetería, no las veo.
Sí las veo en los portales de los Almacenes Ultras, la Época, o Fin de
Siglo, vendiendo artículos de aseo o de vestir. También las veo en los
alrededores de los mercados agropecuarios, vendiendo la inseparable
jabita o cartones de huevos, todo por la izquierda, con el riesgo de ser
detenidas y multadas por la policía. Las veo ancladas en los
asentamientos miserables que se levantan alrededor de la ciudad,
tratando de sobrevivir.
Lo más común es verlas ejerciendo el oficio de la prostitución. El
cuerpo de las mujeres negras y mestizas continúa siendo un objeto de
oferta y demanda, un territorio de conquista, pues aun en la publicidad
comercial y turística es la tentadora sexual desenfrenada. Ellas
experimentan el mundo desde su cuerpo, espacio en el cual confluyen sus
alegrías y tristeza, temores y esperanza. Consideran que a partir de sus
cuerpos se inician nuevos espacios donde surge la protección.
Sienten con más fuerza la presión económica, la presión por los
estereotipos sociales, con o sin empleo formal, la realidad de convivir
con varias generaciones bajo un mismo techo les impone una vida más
estresante. También el racismo es una camisa de fuerza en sus vidas y
emociones, más que en los propios hombres.
La pobreza extrema marca y altera el ritmo de sus vidas ya que el poder
no les ofrece otras alternativas. Mientras tanto, ellas, al igual que
otras, resisten e inventan estrategias para resistir el patriarcado, el
racismo y el autoritarismo.
madrazoluna@gmail.com
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miércoles, 27 de marzo de 2013
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