La Cabaña y las ferias del olvido
Jueves, Marzo 28, 2013 | Por David Canela Piña
LA HABANA, Cuba, marzo, www.cubanet.org -Cada año, la Feria
Internacional del Libro de Cuba, cuya sede principal está en La Cabaña,
lleva más lejos las fronteras del olvido, y del menosprecio por la
Historia. En su origen, fue la Feria del Libro; luego, ha sido también
la Feria de la Gastronomía, la Artesanía, y las Diversiones. Cada año,
se parece más a una plaza medieval, en donde confluyen y se exhiben los
comerciantes, poetas, narradores y actores –que por supuesto, han
recibido el "visto bueno" del Estado. Pero ese espíritu carnavalesco de
las ferias, adquiere en La Cabaña una singularidad grotesca.
Ya no sólo las editoriales cubanas se preparan para lanzar allí sus
productos, sino también los vendedores de alimentos, que por ejemplo,
envuelven sus pasteles en un naylon, y le pegan una etiqueta que dice
"Leer es crecer". En mi última visita a la fortaleza, vi desplegadas en
las áreas del foso seco unas carpas con restaurantes, y un parque de
diversiones para niños. Dentro del recinto amurallado había más carpas,
la mayoría para vender libros, otras los discos de música. No faltaban
los populares kioscos de comida. Entre dos árboles colgaba una tela que
anunciaba el "1er Festival de la Caricatura/ Para los 5 con Humor". Bajo
la mata de mango reposaban los dibujos, guindados con palitos de tender.
Entré a una exposición de arte contemporáneo, fotografías y artesanías
de la República de Angola. Pasé rápido a través de una exhibición de
fotos, dedicada a la Crisis de Octubre de 1962. Divisé otra, sobre Juan
Almeida. A la sala del Ché, en la Comandancia, apenas entré, me fui. Ya
no tengo paciencia para el adoctrinamiento.
En la librería mayor, o pabellón de los libros en moneda nacional,
vendían unos cuadernillos infantiles, que eran cómics sobre la vida de
Manuela Sáenz, "la Libertadora del Libertador", Ignacio Agramonte, y
Fidel Castro. En este último se ilustraba el asalto al cuartel Moncada,
y los juicios posteriores. Curiosamente, esas historietas se mezclaban
con otras, como la de Batman.
¿Y sobre la historia de La Cabaña, qué? Hay sólo dos piezas
conmemorativas (además del tímpano de la puerta de entrada final) que
recuerdan a figuras históricas, no vinculadas con la Revolución cubana.
Una, que está en el llamado Foso de los Laureles, es un monumento al
poeta cubano Juan Clemente Zenea, fusilado allí en 1871. La otra es una
tarja metálica en recuerdo del capitán Feliciano Risech Amat, la cual
fue colocada por sus "compañeros de promoción", de 1930 a 1933. Algún
día espero ver inaugurada una tarja colectiva, o quizás un monumento,
que diga: "Aquí fueron encarcelados, por ser hombres libres: José Martí,
Juan Clemente Zenea, Hubert Matos, William Morgan, Reinaldo Arenas,
Nelson Rodríguez Leyva, Ángel Santiesteban", y muchos más. Un tributo
semejante debiera hacerse en el Castillo del Príncipe, cuyas celdas hoy
están vacías y abandonadas, y también en el Castillo de Atarés, que
recientemente fue donado por el ejército a la Oficina del Historiador.
El filósofo georgiano Merab Mamardashvili ha escrito que "el órgano de
la vida, el órgano propio al hombre, es la Historia". Y es un órgano
porque es un instrumento, una herramienta de signos, con la que el
hombre se define y se realiza, y con la cual articula su identidad, ya
que cualquier identidad se basa en los imaginarios de la Historia, que
le dan sentido al presente. La Historia es el puente que enlaza al
tiempo, y donde éste se planifica; y es el horizonte al cual se proyecta
lo finito-particular hacia lo infinito-universal. Luego, ¿qué puede
significar La Cabaña? Puede ser la jactancia que desafía al invasor
extranjero, la firmeza de una ciudad orgullosa, que quiere defender su
bonanza; y también puede significar el naufragio de la libertad, el
martirio de los hombres libres, aunque (en su reverso) muestre el brillo
espiritual y la entereza de quienes decidieron ejercer su autonomía.
En realidad, La Cabaña ha sido un símbolo de amenaza y opresión a la
libertad, y por ende, debe servir –como un destino de compensación
histórica– para fomentar aquello que negó: el espíritu de libertad. Allí
pudiese crearse un museo, una galería, una escuela (relacionada con la
arquitectura y la restauración, o con lo que sea), pero siempre debe
haber un lugar de homenaje para las figuras de su historia. Las calles
de La Habana están llenas de tarjas que recuerdan a los mártires de la
dictadura de Batista, y de Playa Girón, aunque hoy en día son
prácticamente desconocidos, y de ellos, sólo sabemos con certeza su
nombre, su tiempo de vida, y que murieron por haberse integrado a una
lucha política.
La Historia hay que aceptarla, aunque no nos guste, y hay que honrarla,
aunque nos duela, cuando ha sido un camino de aprendizaje. Si la Patria
pudiese hablar, seguramente le diría a La Cabaña:
"Si deshecha en menudos pedazos / llega a ser tu memoria algún día /
nuestros muertos alzando los brazos / la sabrán defender todavía"."
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