ÓSCAR ARIAS 13/03/2010
Quiero sumar mi voz a un coro de indignación que recorre buena parte de
nuestra América y del mundo. El pasado 23 de febrero, mientras los
líderes latinoamericanos nos encontrábamos reunidos en Cancún, hablando
sobre democracia y libertad, murió en La Habana Orlando Zapata Tamayo,
opositor del régimen castrista y preso político desde hacía siete años.
Si el Gobierno cubano liberara a sus presos políticos, tendría más autoridad
Una huelga de hambre de 85 días no fue suficiente para convencer al
Gobierno cubano de que era necesario preservar la vida de esta persona,
por encima de cualquier diferencia ideológica. 85 días no fueron
suficientes para mover a compasión a un régimen que se vanagloria de su
solidaridad, pero que en la práctica aplica esa solidaridad únicamente a
sus simpatizantes.
Nada podemos hacer ahora para salvar a este disidente, pero podemos aún
alzar la voz en nombre de Guillermo Fariñas Hernández, que desde hace 17
días se encuentra en huelga de hambre en Santa Clara, pidiendo la
liberación de otros presos políticos cubanos, en particular de aquellos
en precario estado de salud.
Sin duda, la huelga de hambre es un arma delicada como herramienta de
protesta. Sería riesgoso que cualquier Estado de derecho se viera en la
obligación de liberar a sus privados de libertad, si deciden rechazar su
alimentación. Pero estos presos no son como los demás, ni Cuba cumple
las condiciones de un Estado de derecho. Se trata de presos políticos o
de consciencia, que no han cometido otro delito más que oponerse a un
régimen, que fueron juzgados por un sistema judicial de independencia
cuestionable y que deben sufrir penas excesivas sin haber causado un
daño a otras personas.
Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país
verdaderamente libre, uno va a prisión por pensar distinto. Cuba puede
hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de
que es una "democracia especial", pero cada preso político niega en la
práctica esa afirmación. Cada preso político es una prueba irrefutable
de autoritarismo.
A esto se suma el hecho de que se trata de personas con una salud muy
debilitada. Y aquí sí es cierto que no importan las razones por las
cuales alguien haya entrado en prisión. Todo Gobierno que respete los
derechos humanos, debe al menos mostrar compasión ante el estado de una
persona débil, en lugar de llamarla "chantajista".
Siempre he luchado por una transición cubana hacia la democracia.
Siempre he luchado porque ese régimen de partido único se convierta en
un régimen pluralista, y deje de ser una excepción en el continente
americano. Estoy convencido de que en una democracia, si uno no tiene
oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla y condenarla a un
infierno carcelario, que es lo que hace el régimen de Raúl Castro.
El Gobierno cubano tiene ahora en sus manos la oportunidad de
demostrarle al mundo los primeros signos de esa transición democrática,
que desde hace mucho tiempo esperamos. Tiene la oportunidad de demostrar
que puede aprender a respetar los derechos humanos, sobre todo los
derechos de sus opositores, porque no tiene ningún mérito que respete
sólo los derechos de sus partidarios. Si el Gobierno cubano liberara a
sus presos políticos, tendría más autoridad para reclamar respeto a su
sistema político y a su forma de hacer las cosas.
Estoy consciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo
tipo de acusaciones de parte del régimen cubano. Me acusarán de
inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi con
certeza, de ser un lacayo del imperio. Sin duda, soy un lacayo del
imperio: del imperio de la razón, de la compasión y de la libertad. No
voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos. No voy a
callarme cuando la sola existencia de un régimen como el de Cuba es una
afrenta a la democracia. No voy a callarme cuando se pone en jaque la
vida de seres humanos, por defender a ultranza una causa ideológica que
prescribió hace años. He vivido lo suficiente para saber que no hay nada
peor que tener miedo a decir la verdad.
Óscar Arias es presidente de Costa Rica.
Los presos políticos no existen en las democracias · ELPAÍS.com (13
March 2010)
http://www.elpais.com/articulo/internacional/presos/politicos/existen/democracias/elpepuint/20100313elpepuint_2/Tes
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