2010-03-14.
Pedro Corzo, Periodista, Editor y Escritor
(www.miscelaneasdecuba.net).- La prisión es agobiante bajo cualquier
gobierno, pero cuando se cumple cárcel en condiciones como las que
caracterizan a un régimen como el cubano se transita en la angustia. El
sistema es destructivo. La familia tiene que estar unida por lazos muy
firmes para sobrevivir. Los amigos son reprimidos por las fuerzas
policiales, e intimidados por las sociales.
El prisionero tiene que poseer unas reservas morales muy fuertes para
soportar el aislamiento, un virtual dejar de existir porque se hace
real la vieja expresión de la muerte en vida. Las comunicaciones con el
mundo exterior son escasas y controladas por las autoridades, y si a eso
sumamos la censura sistemática a todo tipo de información, se
constituye un muro invisible que oprime hasta la asfixia.
Por lo anterior una huelga de hambre en una prisión totalitaria es una
acción dramática que puede fácilmente concluir en tragedia. Una elección
particularmente peligrosa en cualquier situación, es posiblemente
catastrófica cuando tiene lugar en un estado donde no hay opinión
pública, donde las denuncias al interior del país no pasan de ser un
heroico susurro que vence el miedo que muchos comparten.
La solidaridad con el desafecto implica peligros. Represión, pérdida de
empleos. Marginación. El respaldo a un huelguista implica cruzar la
frontera y pasar al bando de los reprimidos, de los odiados.
El control de la información al interior del país es amplio y profundo.
Se conoce solo lo que el gobierno quiere, se comenta en público lo que
las autoridades permiten y la versión oficial, si es que existe de lo
que ocurre, se sustenta en el descrédito del huelguista.
El mundo exterior por mucho tiempo no conocía lo que ocurría en las
prisiones cubanas. En el presente la dictadura no puede esconder todos
sus sucios secretos. El monopolio que ejerce sobre la información tiene
fisuras, y al fin las personas han empezado a ver y escuchar lo que
ocurre en la isla de los hermanos Castro.
Una huelga de hambre bajo el castrismo tiene dimensiones homéricas. Es
un paso que puede ser fatal y definitivo en todos los ordenes: se puede
morir, quedar invalido, lisiado de por vida o lo que es peor, perder el
respeto de tus compañeros si dejas el calvario antes que se asuma una
postura en común, o tus propios amigos te lo exijan.
Las huelgas de hambre son sin dudas un instrumento de protesta, una
estrategia, una acción para llamar la atención, un reclamo de respeto a
tus derechos, un medio de presión para lograr un objetivo determinado,
como dirían los militares, una táctica en la que no vas a usar todos tus
recursos. El objetivo puede ser llamar la atención, lograr un propósito,
consciente de que no debes empeñar la vida.
Sin embargo una huelga de hambre puede convertirse en el ultimo combate
de la existencia por una decisión conciente que se puede tomar en el
desarrollo de la misma, o simplemente porque tu cuerpo no soportó la
fatiga de la batalla.
También hay quienes hacen una huelga de hambre con la intención precisa
de echar la batalla final. De darlo todo por sus convicciones, Pedro
Luis Boitel fue uno de ellos. En su última huelga no quiso informar a
las autoridades. Escogió su manera de morir.
El heroísmo de Orlando Zapata Tamayo, su férrea voluntad, las muchas
huelgas que realizó, también parecen indicar que escogió concientemente
la ruta de la inmolación, del sacrificio supremo por sus ideales. El
clamor de su cuerpo ha conmovido al mundo y ante esas convicciones no
hay dictadura que valga, el individuo se impone al poder por grande que
este sea.
Todo parece indicar que ellos y muchos otros partieron a la huelga
consciente de que seria su final. Eligieron morir así. Fue su grito
personal, un corajudo grito de silencio al sistema, un estoy preso pero
aun así no has podido vencerme, aniquilarme, lo único que me queda son
los huesos y la piel y los voy a dejar en esta vía por mi propia
voluntad y sin tu intervención. Un acto de total y absoluta independencia.
Rechazar alimentos por un periodo corto de tiempo, dice Amado Rodríguez,
29 días en huelga de hambre, exige disciplina, concentración y la
convicción suficiente para no ceder ante los reclamos del cuerpo, pero
cuando la decisión se extiende y se suman los días y las debilidades, y
solo queda el recurso de las fuerzas morales para enfrentar las demandas
de una humanidad que se derrumba, es cuando en verdad el huelguista se
percata que tiene que nutrirse de su espíritu, viajar hasta los mas
profundo de su ser para desgajarse de todo aquello que se ha vuelto
lastre porque su objetivo en ese momento es darse a la causa,
transformarse en la luz que marcara el derrotero de los que podrán
materializar los ideales.
Han sido muchas de 1959 a la fecha las huelgas de hambres que han
realizado los presos en Cuba. Huelgas individuales y colectivas, como
una en La Cabaña, 1968, en la que se involucraron mas de ochocientos
prisioneros políticos. Algunas huelgas incluían no beber agua, como la
que relató el ya fallecido, Jorge Rodríguez Muro. Recuerdo todavía su
relato, fue en la cárcel de Remedios, la desesperación de una sed de
siete días, sin atención medica de ningún tipo, que venció porque el
enemigo satisfizo sus demandas.
Llevaron a muchos compañeros pero muchos mas han quedado quebrantados de
por vida, de una forma u otra la ya de por si ruda prisión cubana ha
dejado sus huellas pero a veces se aprecian mas en aquellos que con un
coraje ejemplar asumieron el derecho divino de morir a su manera, pero
que por diversas razones y motivos sobrevivieron a su empeño de partir
como querían.
LA HUELGA DE HAMBRE COMO ARMA DE LUCHA - Misceláneas de Cuba (14 March 2010)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=26382
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