jueves, 8 de octubre de 2015

La MUAD - el proceso y sus desafíos

La MUAD: el proceso y sus desafíos
MANUEL CUESTA MORÚA | La Habana | 8 Oct 2015 - 10:44 am

La democracia como conversación ciudadana en la que todos podemos ser
vencedores.

Sin pensar en el nombre, la concertación que hoy llamamos Mesa de Unidad
de Acción Democrática (MUAD), tuvo su atisbo inicial en México, a
principios de diciembre de 2014, en la conclusión del encuentro "Caminos
para una Cuba Democrática I", auspiciado por la sección mexicana de la
Konrad Adenauer, una prestigiosa fundación democristiana alemana.

Entonces nos reunimos allí un variopinto grupo de representantes de
organizaciones y de actores sociales y mediáticos independientes, de
dentro y fuera de Cuba, para imaginar qué podíamos hacer juntos por la
democracia en la Isla.

Lo interesante del proceso no fue solo el hecho mismo del conflicto y de
la conjunción de pareceres, ideas y esfuerzos, sino la dinámica con la
que se fue construyendo: un grupo reunido entre el azar de haber
aparecido alguna vez ante la vista de los organizadores, la visibilidad
ubicua de algunos actores prodemocráticos cubanos y la identidad
ideológica que explica, y con razón, la presencia de diferentes
expresiones cubanas del socialcristianismo o de la democracia cristiana.

Ese grupo bien diverso, así reunido, se enzarzó en un debate, más o
menos productivo, que dio paso a la Declaración de México. Ella fijó dos
puntos tácitos esenciales: la continuidad del propósito de concertarnos
a través de sucesivas conversaciones estructuradas y la necesidad de
construir una práctica democrática compartida. Lo demás era más de lo
mismo entre nosotros: el acuerdo indiscutible en el relato, que no la
narrativa, de la democracia para Cuba.

La lógica de este proceso era y es políticamente impecable: un avance de
conjunto, un posicionamiento compartido, un plan que se explicita y una
continuidad temporal que debe ser verificada. Pero lógico como puede
parecer, este proceso presentó, y continúa presentando, dos dilemas: la
legitimidad de las voces, y la representatividad de conjunto.

Cierto. La mayoría de los actores democráticos cubanos no estuvo
representada en México 2014, ni los protagonistas del momento tenían
legitimidad para hablar en nombre de la oposición democrática.
Escasamente sí a nombre de ellos mismos y de sus propias organizaciones,
dentro de un esfuerzo común visibilizado. Y esto último creo que es
importante que lo retengamos para la construcción del consenso sucesivo.

Llegó México una vez más. En Morelos, 2015, se realizó el encuentro
"Caminos para una Cuba Democrática II", de un modo que a algunos pareció
una encerrona sin vías de escape y a otros un modo excelente de
construir la política: lejos de los medios y de Victoria´s Secrets, para
concentrar energías y mentes, crear sinergias y evitar distracciones con
la mira firme en seguir pavimentando el camino de las prácticas
democráticas. Y ya en un sentido más concreto: el de cómo forjar una
práctica política y democrática común para la democracia, lo más lejos
posible de los relatos.

Morelos 2015 saldó uno de los dilemas presentes en el primer encuentro:
el de la representatividad. Si bien no estuvieron todos los que debían
estar —a mi modo de ver todos los que son―, sí quedó claro que, en
principio y por principio, pueden y deben estar muchos más y bien
diferentes de los que habían estado. Es decir, la inclusión como
premisa de la concertación, no el posicionamiento político o de
identidad. Y para hacer política. No solo declarar que pretendemos hacerla.

Morelos parió otra declaración anti-relato en la que nace ya una
concertación con el nombre de Mesa de Unidad de Acción, que derivaba en
unas siglas: MUA, cuya onomatopeya equivale al sonoro beso cubano, y que
provocó entre los nuestros, con un sentido del humor menos relajado, una
legítima preocupación con el eterno choteo criollo. De manera que el
nombre aconsejaba cierta provisionalidad.

Y Morelos suministró varias lecciones básicas de política práctica.
Primera: las concertaciones políticas se construyen de a poco y empiezan
por pocos. Siendo así, los implicados tienen que defender tres
condiciones si quieren tener éxito estratégico: la apertura a otros en
toda su pluralidad, la generalidad y flexibilidad de los compromisos
iniciales, de modo que puedan ser replanteados, y la defensa y asunción
del consenso como herramienta primaria para la toma de acuerdos.

Segunda: es necesario avanzar en la acción política para garantizar
otras tres cosas: darle movimiento real al esfuerzo, lejos de la quietud
del relato; ajustar las reglas democráticas según las circunstancias y
el juego de tanteo y error; y crear el clima de confianza entre grupos y
personas distintos que actúan en común.

Tercera lección: que el consenso no puede darse sin el disenso público
dentro de las concertaciones que pretenden largo aliento. El desafío es
cómo regular los disensos en términos de legitimidad y viabilidad de la
acción política, y en términos del lenguaje y de los procedimientos con
los que se manejan.

Cuarta lección, y no la última, las concertaciones se construyen en la
marcha, y no cabe esperar a la última y más refinada versión estatutaria
y programática si no quieren correr el riesgo del timing out político,
lo que supone ir hablando y actúando frente a los acontecimientos desde
dentro, sintiéndonos implicados, pero todavía sin la legitimidad para
hablar desde, es decir a nombre de, la misma concertación que se está
articulando. Eso significa siempre una tensión que solo resuelve
positivamente la buena voluntad.

De Morelos a La Habana, la MUA viene con unas lecciones y con un
espíritu fuerte de concertación que la abre a los otros diferentes, a la
acción política y a la mejor articulación en desarrollo. Y se le añade
una letra, la D, democráticamente, si bien no para la completa
satisfacción de cierto sentido del a (hu) mor. Desde La Habana ya
debemos pronunciar MUAD… quien pueda.

Es así que más organizaciones, proyectos y actores sociales se han
acercado a este esfuerzo de construcción, siempre ajustable, y es así
que un número de estas organizaciones y personas independientes
decidimos generar una serie de conversaciones estructuradas e
informales, aunque sí productivas, con el Foro por los Derechos y
Libertades. No desde la legitimidad institucional en viva construcción
como muchas páginas web, sino desde el interior de una identidad
política colectiva ya asumida. Un esfuerzo hecho dentro de un proyecto
común visibilizado, sin que implique que todos hayan podido participar
del mínimo consenso que al interior de la MUAD han logrado muchas
organizaciones desde sus fronteras abiertas. Una distinción que desde
luego no siempre es captada, y en todo caso no siempre puede ser
reflejada, por los medios.

El desafío sigue. Presta a resolver cuatro de ellos: el de sus reglas
del juego ―flexibles, de formato abierto pero cohesivas―, el de la
acción política de corto plazo, el del liderazgo democrático y sus
límites procedimentales, y el de la legitimación internacional, la MUAD
tiene resuelto otros tres: el de la apertura a la pluralidad de
expresiones ideológicas, políticas, cívicas y culturales; el del sentido
de lo político para la democratización de Cuba y el del sentido de la
democracia como conversación ciudadana en la que todos podemos ser
vencedores.

Para la MUAD el futuro empieza ahora, en el presente. Con la ciudadanía.
Plural. Como debe ser.

Source: La MUAD: el proceso y sus desafíos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1444253546_17375.html

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