lunes, 5 de octubre de 2015

Cuba y el beso de Mick Jagger

Cuba y el beso de Mick Jagger
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | 05/10/2015

Nos quedamos sin escuchar a Michael Jackson y a Whitney Houston en los
escenarios nacionales. Freddie Mercury se murió sin tocar en La Habana y
para cuando The Beatles dejaron de existir, éramos un país donde
escuchar música en inglés se consideraba diversionismo ideológico.
Seguimos la carrera de Elvis Presley desde la distancia y la carismática
Amy Winehouse le dio un portazo a la vida sin pisar esta Isla. Sin
embargo, ahora estamos a punto de recuperar parte de lo perdido: la
emblemática bocaza de Mick Jagger está aquí, el eterno joven de The
Rolling Stones ha llegado.

Mientras los analistas se debaten para hallar las señales del cambio
cubano en la escena política o diplomática, las transformaciones son
caprichosas y van por otro lado. Este país no va a convertirse en una
nueva nación porque lo haya visitado John Kerry, tampoco por la tercera
visita de un papa en menos de dos décadas. Pero Cuba sí cambia cuando
gente como este rockero británico, ícono de la buena música y de la más
absoluta irreverencia, aterriza en La Habana.

El vocalista, de 72 años, ha dejado a su paso por las calles habaneras
una estela de incredulidad y corazones palpitantes. No es, hay que
reconocerlo, la algarabía que Beyoncé o Rihanna provocaron con sus
escapadas hacia este parque temático del pasado, pero lo de Jagger tiene
connotaciones más profundas. Para varias generaciones de cubanos él
representa lo prohibido, una actitud ante la vida que nos estuvo negada
por el obsesivo control policial.

Para un sistema político que intentó formar el "hombre nuevo", con un
espíritu espartano, "correcto" y obediente, este flaco de vida convulsa
significaba el anti modelo, lo que no debíamos imitar. Sin embargo, el
hombre de laboratorio que pregonaban los manuales pedagógicos no se
logró... y Mick Jagger le ganó la batalla al prototipo de muchacho
militante, de pelo bien cortado y dispuesto a denunciar a sus propios
familiares.

Una amiga, cercana a los setenta, ha salido este domingo a la calle con
la energía de una quinceañera. "¿Dónde está?", le preguntaba al custodio
del Hotel Santa Isabel, por donde la prensa oficial dijo que había
pasado el ídolo de su juventud, pero el hombre no dio detalles. Como una
colegiala obsesionada, recorrió las calles alrededor del alojamiento
mirando hacia todas las ventanas, a ver si veía la delgada figura del
líder de The Rolling Stones.

La señora no tuvo ninguna de esas reacciones por el secretario de Estado
norteamericano, ni siquiera ante el obispo de Roma. Para ella todas esas
visitas encumbradas estaban en el rango de lo posible, de lo que ya no
le sorprende ni conmueve. Pero Jagger... Jagger es otra cosa. "No me
quiero morir sin verlo", me dijo por teléfono, con la convicción de
quien no tolerará salir de este mundo sin "cerrar una época", ponerle
punto final a sus "mejores años", aseguró.

Mi amiga me ha contagiado un poco, debo confesarlo. Ninguna homilía en
la Plaza de la Revolución, ni discurso para inaugurar una embajada me
había provocado este salto en el estómago, esta repentina sensación de
estar viviendo días históricos. Un nerviosismo que durará hasta que vea
a la mítica banda británica tocar el próximo mes de marzo en el estadio
Latinoamericano, frente a una multitud que tratará de recuperar los años
perdidos.

Jagger es mucho más que una leyenda viva del rock and roll, como lo
presentan los medios. Este flaco todo boca, todo energía, todo vida,
encarna un tiempo que nos arrebataron, una existencia que pudimos tener
y nos quitaron.

Qué pena me da con los analistas políticos: no saben que la Cuba futura
podría comenzar con The Rolling Stones en La Habana.

Source: Cuba y el beso de Mick Jagger -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/Cuba-beso-Mick-Jagger_7_1865283454.html

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