martes, 21 de octubre de 2014

Cuba y EE.UU. - más allá de la confrontación

Cuba y EE.UU.: más allá de la confrontación
octubre 20, 2014
Por Roberto Veiga González

HAVANA TIMES — El tema de la normalización de las relaciones entre Cuba
y Estados Unidos resulta una cuestión peliaguda de larga data. La
conflictividad en la relación bilateral se remonta al siglo XIX y llegó
al paroxismo con la política de embargo luego del triunfo de 1959.

No obstante, después de la ascensión del general Raúl Castro a la
jefatura del Estado el asunto ha ido tomando un vigor, insospechado para
algunos, que puede llegar a modificar las difíciles relaciones entre los
dos países, así como los vínculos de la Isla con otros Estados y con
ciertas instituciones supranacionales. Igualmente, debo destacar, podría
dinamizar el entramado de relaciones sociales (ya sean: económicas,
civiles y políticas, entre otras) dentro de nuestros contornos nacionales.

No es que me incline a pensar que el mejoramiento de nuestras relaciones
internas e internacionales deban depender, en última instancia, de la
cordura de los sectores de poder en Estados Unidos acerca del tema
cubano. Pienso, por el contrario, que a pesar de la política de
cualquier país, por poderoso que sea, de cualquier bloque de países, o
de cualquier mecanismo internacional, el progreso y el equilibrio
nacional siempre debieran depender, en última instancia, de nuestra
madurez e ingeniosidad política.

Sin embargo, también opino que sin una relación adecuada entre Cuba y
Estados Unidos resultaría embarazoso conseguir las condiciones internas
necesarias y el clima nacional pertinente para consolidarnos, como país,
en importantes ámbitos. No podemos negar la historia, la cultura, la
geografía y las realidades económico-sociales-políticas que nos atan,
tanto para bien como para mal.

En tal sentido, estamos obligados a fortalecer los lazos que puedan
resultar una contribución positiva para ambas sociedades, y desde la
confianza que esto debe generar hemos de empeñarnos en atenuar las
situaciones negativas que surjan, o se intensifiquen, producto de las
asimetrías de poder. Esto podría resultar una contribución que aporte a
la solución de las dificultades que padecemos y ayude a enrumbarnos por
senderos de desarrollo económico y socio-político.

Existe un consenso muy amplio, dentro de la sociedad cubana, acerca de
la necesidad de transformar el actual modelo social con el propósito de
facilitar las condiciones para realizar, cada vez más, las grandes
aspiraciones compartidas. Los actuales anhelos colectivos constituyen el
producto de una maduración nacional, conseguida a partir de un cumulo
grande de satisfacciones y frustraciones acumuladas históricamente.

Las generaciones que hoy comparten el país desean fortalecer las
posibilidades para desarrollar la libertad responsable y la justicia
social; un equilibrio mayor en el disfrute de todo el universo de
derechos; una promoción educativa, cultural y espiritual capaz de
ampliar la virtud humana y la solidaridad comunitaria; una visión
económica orientada al desarrollo y al bien común; un tejido social
heterogéneo y comprometido con los destinos de la sociedad; una
democracia ciudadana cada vez más plena; y una relación de paz y
cooperación con todos los países del orbe.

Sin embargo, existen criterios y propuestas diferentes acerca de cómo
avanzar en el logro de todo lo anterior, y esto exige la consecución de
un camino de concertación entre cubanos. Este proceso ya constituye una
realidad nacional, pero aún carece de todas las facilidades necesarias.

Para conseguir lo anterior, como todos sabemos, se hace ineludible
desarrollar la institucionalidad socio-política. No obstante, puede
resultar fácil comprender que mientras algunos sectores encuentren, en
demasía, caldo de cultivo para desestabilizar ese proceso y excluir del
mismo a los segmentos comprometidos con el proceso histórico llamado
Revolución, estos podrán ejecutar pasos positivos, pero no suficientes,
en cuanto a la posibilidad de una mayor participación política plural.
Esto es obvio e irrebatible pues nadie, con plenitud de juicio, concede
a otras personas herramientas para que lo destruyan.

Por otro lado, si atendemos a los reclamos profundos de los cubanos que
más necesitan el cambio interno, no podemos aspirar a la restauración
del pasado ni al desmontaje absoluto y festinado del modelo actual, sino
a un desempeño enrumbado hacia una ampliación y profundización,
tranquila y gradual, de todo el universo de posibilidades humanas.

Por tanto, si deseamos una transformación, hacia formas más positivas,
del actual modelo social cubano, donde –por supuesto, no haya nuevos
vencidos, sino un quehacer integrativo, liberador y solidario-, debemos
facilitar las condiciones que lo hagan posible. Para eso necesitamos dar
un salto, intenso, en cuanto a la estabilidad económica y social del
país; porque esto, a su vez, reducirá las potencialidades de un
enfrentamiento político interno desgarrador y comenzará a imponer,
suavemente -aunque de seguro con el disgusto de algunos, en uno y otro
lado del espectro político-, la posibilidad, e incluso la conveniencia,
de un quehacer político diverso, así como más sereno y edificador.

Me detuve en este asunto, que al parecer resulta eminentemente una
cuestión de política interna, porque deseo reiterar que sin una
normalización mínima de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos sería
muy difícil conseguir en la Isla dichas condiciones de estabilidad
económica y social, que pudieran sostener un proceso de reformas mucho
más audaz e intenso. Igualmente no sería factible un ensanchamiento de
las posibilidades para la participación política plural, mientras exista
la posibilidad de argumentar, e incluso de probar, que los espacios de
protagonismo ciudadano pueden ser utilizados en el país por determinados
sectores de poder norteamericano, y por sus posibles aliados, con el
objetivo de perturbar y modificar irresponsablemente los proceso
socio-políticos autóctonos.

En tal sentido, se hace obligatorio expresar satisfacción por los
procesos de cambios en la Isla, que ahora son percibidos como
insuficientes y confusos, pero que pueden llegar a ser la dinámica
movilizadora de un proceso sustentado por una perspectiva capaz de
sostener la creación continua, sin grandes barreras, de una justicia
cada vez más sólida.

Asimismo merece elogio todo el movimiento que se ha ido generando en
Estados Unidos para gestionar una solución al diferendo bilateral, sobre
todo desde el año 2006, cuando el jefe del Estado y del gobierno cubano
comenzó a comunicar la disposición de conversar con la administración
norteamericana y de tratar, sobre la base del respeto y la igualdad,
acerca de todos los temas necesarios, con el propósito de ir atenuando
la discrepancia entre los dos Estados.

Los movimientos, en Cuba y en Estados Unidos, a favor de estos procesos
han conseguido ampliarse y ya son gestionados por personalidades y
sectores importantes de ambos países. Esto constituye, para la
generalidad de los cubanos, una posibilidad insospechada durante mucho
tiempo, y un radical signo de esperanza. Ello reafirma que el odio
humano y político, los diferentes pero a su vez idénticos afanes de
exclusión y venganza, y la construcción de mecanismos de enfrentamiento
y destrucción, quizá se encuentran ahora ante un inesperado escenario de
derrota que puede dificultarle sus sombrías ambiciones de prefigurar el
presente y, sobre todo, el futuro de la Casa Cuba.

*Coordinador General de Cuba Posible.

Source: Cuba y EE.UU.: más allá de la confrontación - Havana Times en
español - http://www.havanatimes.org/sp/?p=100088

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