Reclutas de la quinta fila
Viernes, Septiembre 14, 2012 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Quienes viven o vivieron
cerca del reparto Kholy, en el municipio habanero de Playa, recordarán
aún cómo refulgía -igual que un cocuyo en el monte oscuro- el llamado
Edificio de los Generales, durante las insufribles noches del Período
Especial.
Era un espectáculo sumamente ofensivo para la población, sobre el cual
llovían los comentarios, bien en tono sarcástico o de repulsión o de
vergüenza ajena. Sin embargo, ni los generales u otros magnates que
ostentaban aquel privilegio tan burdo, ni tampoco los ideólogos del
régimen, quisieron darse jamás por enterados.
Ya sabemos que los militares (cualquiera diría que está previsto en sus
reglamentos) son dados a las vertientes más desvergonzadas del
privilegio, y además lo hacen de la manera más fresca, como quien cumple
un mandato divino. Según la jerarquía y el grado, se distribuyen las
prerrogativas, sin el menor escrúpulo por parte de los de arriba, ni el
más mínimo disgusto de los de abajo.
Ni siquiera porque son los soldados quienes engrosan las listas de
muertos en las guerras, se salvan de ser tratados por sus jefes como
meras cucarachas. Es algo que parece haber sido siempre así, desde que
existen los ejércitos, y quizá por eso ya casi nadie tiende a verlo como
lo que es: una bochornosa anomalía.
Claro que más anormal y bochornoso se torna el asunto cuando los
militares intentan imponer sus prácticas y rangos de privilegio en la
vida civil. Pues, en tales casos, le aplican a toda la ciudadanía el
mismo tratamiento que a sus soldados.
Entre un país dominado completamente por los militares y ese engendro
malévolo al que llaman un Estado Mafioso, existen muy pocas diferencias,
si es que hay alguna. De hecho, el militarismo es el más común sustento
de un Estado Mafioso, cuyas características, como se conoce, son el
control absoluto de la economía, por élites corruptas y criminales, que
disponen de toda la fuerza para imponer leyes y para promover y defender
sus intereses particulares.
Huelga aclarar que es justo lo que está ocurriendo en Cuba en este
momento. Siempre existió aquí esa tendencia, pero nunca antes fue tan
visible ni atropelladora. Tampoco habíamos podido notar tan claramente,
en años atrás, esa especie de repartición del poder que hoy apreciamos
entre las élites del régimen. Y ante tal repartición, nadie que tenga
ojos en la cara puede pasar por el alto que a los cogotudos de las FAR y
del Ministerio del Interior les ha tocado el monopolio de las riquezas,
tal vez porque también les toca el trabajo sucio de la represión.
Si hace unos veinte años era motivo de escándalo público que un edificio
de magnates permaneciera iluminado en medio de las oscuras noches de La
Habana, ¿qué podría decirse hoy de la manera insolente en que los
militares, luego de haberse apoderado de las más jugosas fuentes de
ingreso en el turismo, luego de copar en absoluto el polo turísitco de
Varadero, prohíben a los trabajadores por cuenta propia de la zona que
ni siquiera se arrimen por aquellos lares con los menudos servicios que
les permiten dar de comer a la familia?
Si hace ya dos décadas, el edificio de los (iluminados) generales de
Playa restallaba como un látigo en los ánimos de nuestra gente de a pie,
¿cómo no estarán restallando los hermosos y sofisticados edificios que
hoy se construyen en diferentes zonas de La Habana, para entregar,
gratis y totalmente amueblados, a coroneles y otros oficiales de las
fuerzas armadas, mientras las casas en ruinas de los ciudadanos comunes
se derrumban sobre sus cabezas, o mientras tienen que inventarla en el
aire buscando los materiales imprescindibles para remendar sus tugurios,
sin disponer de dinero ni de dónde sacarlo?
Ahora mismo, frente a La Macumba, la más famosa discoteca habanera,
ubicada en el municipio de La Lisa, acaban de inaugurar uno de esos
edificios (calle 222 y avenida 37). Muy cerca están los humildes, feos y
descarados edificios del que llaman Reparto de los Científicos, pues
allí viven muchos especialistas y empleados del Polo Científico. Y
ocurre que esos profesionales se quejaron durante años por el escándalo
procedente de la discoteca, que permanecía abierta durante toda noche.
Ellos pedían que al menos redujeran sus horarios de funcionamiento. Pero
nunca consiguieron que las demandas prosperasen. Sin embargo, apenas los
coroneles tomaron posesión de la zona, a La Macumba le fue impuesto
silencio y paz, la paz de los sepulcros. Ya está clausurada.
Es lo dicho: Lo que más sobrecoge del modo en que los militares ejercen
su poder sobre la vida civil, no es sólo que lo ejerzan a la brava, no
es sólo que hagan uso y abuso de ese poder para enriquecerse y ostentar
sus privilegios con la mayor naturalidad. También (y quizá mucho más)
sobrecoge ver que tratan a todos los ciudadanos del país como si
fuéramos reclutas de la quinta fila.
http://www.cubanet.org/articulos/reclutas-de-la-quinta-fila/
sábado, 15 de septiembre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario