Publicado el jueves, 09.27.12
Cuba y las huelgas de hambre
Oscar Peña
Pido disculpas a la memoria de los que han muerto en huelgas de hambre y
a los que están vivos que han llevado a cabo esa acción con verdadero
honor, seriedad y entrega, pero no estoy de acuerdo con ese sacrificio y
práctica de lucha. No es la vía correcta.
Recurrir a las huelgas de hambre como método de oposición y
enfrentamiento a los desmanes y abusos que se llevan a cabo en nuestro
suelo por el régimen totalitario es un grave error. La muerte de los
presos políticos Pedro Luis Boitel, Orlando Zapata Tamayo y tantos otros
debe hacernos concluir que ese no es el mejor camino. El hecho que en
varias partes del mundo hayan practicado ese tipo de protesta los
cubanos no debemos copiarla. Un error extranjero no justifica un error
nacional. No es útil, ni inteligente. Lo meritorio y provechoso es
llevar adelante los ideales de libertad con vida y vigor y no aportando
cadáveres en una especie de ruleta rusa. Dio resultados con el
sacrificio de Guillermo Fariñas, pero podía haber muerto.
Seamos completamente precisos abordando este muy delicado tema. Las
huelgas de hambre presentan dilemas como el que las autoridades,
familiares y amistades deben acatar y respetar la resolución de la
persona que ha decidido hacerla. Incluso hay una ética entre los médicos
de reverenciar la voluntad del ciudadano de llevar adelante su decisión.
O sea, el principio humanitario impulsa a los clínicos a reanimarlos,
pero el respeto a la autonomía individual les impide intervenir cuando
el huelguista ha planteado un rechazo serio y formal a no recibir
atención médica en ningún momento. Entonces tiene que admitirse esta
verdad: técnicamente estamos ante un sacrificio y decisión individual
que libera a los gobiernos de las consecuencias de esas decisiones. Y en
el caso de Cuba se le está facilitando al régimen no tener que matar o
encarcelar a todos sus adversarios porque algunos de ellos deciden por
su cuenta y decisión irse de este mundo o herirse.
Personalmente nunca le daría apoyo, valoración o visto bueno a las
huelgas de hambre, pero si alguien me insistiera en hacerla y quisiera
arrancarme mi más reservada opinión, le diría: si la vas hacer de manera
seria, reflexiva y concienzuda, hazla por un objetivo y causa que se
sienta identificada la mayoría de la población y no individualmente por
una persona. Una huelga de hambre para que pueda aspirar a ser
justificada, tener respaldo, apoyo popular y repercusión tiene que ser
del interés general y el huelguista debe tener una decisión auténtica.
Debemos evitar el dramatismo y las tragedias nacionales. En la historia
cubana tristemente abundan acciones osadas y valientes de sus hijos pero
que no han resuelto los problemas. No hay un pueblo de Cuba que no tenga
sus calles con nombre de mártires de todos los tiempos, también centros
de trabajo y estudiantiles y sin embargo nuestro terruño nunca ha sido
un país estable políticamente. Ya es hora de dejar de ser un país de
mártires y tratar de ser un país de ciudadanos vivos que luchan
diariamente esgrimiendo ideas y razones para demandar derechos. No hay
mejor receta para cualquier nación.
Es sobre la realidad cubana que tiene que enfocarse el trabajo de los
patriotas de hoy. Ese es el desafío.
¿Cómo es más útil a la nación cubana un activista pro libertad y
democracia? ¿Haciendo una huelga de hambre en su casa por la liberación
de un preso político o enfrentando el desafío de caminar diariamente las
calles y vecindarios rozándose con el pueblo y haciendo la necesaria
conciencia de que no son los extranjeros los que tienen que preocuparse
por resolver nuestro problema, sino los propios cubanos cívicamente?
Definitivamente no es posible para ninguna nación avanzar con ciudadanos
indiferentes, insensibles, con la cabeza caída y los jóvenes moviéndose
al compás del reggaetón.
http://www.elnuevoherald.com/2012/09/27/1309955/oscar-pena-cuba-y-las-huelgas.html
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