Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - El miércoles 7 de julio,
mientras los huéspedes del hotel Presidente, en el Vedado, disfrutaban
en la pantalla del lobby el partido de fútbol entre Alemania y España,
yo forcejeaba con Internet en una de las computadoras ubicadas frente al
bar. En una hora sólo revisé el correo y contesté tres mensajes, a uno
de los cuales le apliqué el copia y pega del escrito que llevaba en la
flash memory.
Como no pude adjuntar documentos ni observar las imágenes recibidas
llamé a la especialista del hotel, una mulata joven de pocas palabras,
quien me dijo que el nuevo programa instalado dificulta la opción de
adjuntar, lo cual equivale a perder más tiempo y dinero, pues obliga al
usuario de la red a abrir su flash memory, pegar en Word lo que enviará
y copiarlo al final del mensaje.
Ante las nuevas trabas decidí buscar otras alternativas, aunque conozco
que el Ávila Link instalado en varios hoteles de La Habana es un
programa malicioso, concebido para actuar como agente de la policía
política, pues niega la apertura de sitios web y páginas del exilio
censuradas por el gobierno.
Tal vez por eso no logro acceder a mi blog en los hoteles capitalinos,
ni revisar Generación Y, Octavo Cerco, Penúltimos días ni otras
bitácoras escritas dentro o fuera de la isla. A estos hoteles acuden
turistas y algunos cubanos con su laptop, pese al riesgo de que le
monitoreen el teclado, le absorban la contraseña o le prohíban usar
software inconvenientes; más el peligro de los spams que minan el
esfuerzo de tantos bloggers y comunicadores alternativos.
Sabemos que correr riesgos es una constante, pero raya en la locura
enfrentar a estos malware que intentan controlar tu ordenador e
inocularle programas secretos para descifrar tus mensajes. Los hoteles
son propiedad estatal, pero las personas no son medios básicos, ni
perros con bozal.
Si los dueños tienen derecho a cuidar sus propiedades y secretos, los
ciudadanos merecemos respeto a nuestra imagen pública y a los escritos
que deseamos publicar. Si al costo de la conexión le añadimos la
vigilancia cibernética, el regalito de los spams y el rastreo de la
clave y los asuntos personales de los internautas, sería mejor que nos
negaran el acceso a Internet en los hoteles y cibercafés, o abolieran
las limitaciones absurdas y autorizaran las conexiones desde casa, como
sucede en medio mundo.
Me comentaba ese día Yudeisi, una chica que no pudo chatear con su novio
en España, que éste le compró un ordenador chino en Paseo y Malecón y,
como "es experto en computación", revisó bien el equipo, pues "dicen que
funcionarios cubanos encargaron a sus homólogos asiáticos la colocación
del software de filtraje Green Dam Youth Scort en los equipos que se
venden acá".
Apenas conozco las nuevas tecnologías, pero mi experiencia en hoteles y
cibercafés me lleva a sospechar que aún los censores y supervisores de
los medios informáticos insisten en controlar a quienes buscan y
comparten información desde Cuba.
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