El silencio de Raúl —comparado con los discursos que pronunció en años
anteriores, con leves promesas— ha sido un clamoroso alegato en favor
del inmovilismo más feroz
Día 28/07/2010
EN los últimos días se había levantado cierta expectación ante las
señales que pudiera enviar el régimen de La Habana con ocasión de las
celebraciones del aniversario del asalto al cuartel Moncada, en el
contexto de los esfuerzos del Gobierno español por convencer a sus
socios europeos de la presunta existencia de cambios cualitativos en la
actitud de la dictadura. En efecto, después del acuerdo entre Raúl
Castro y la Iglesia cubana, que ha permitido la llegada a España de
numerosos disidentes y sus familiares, muchos observadores se preparaban
para analizar los matices del discurso del actual presidente cubano y,
por supuesto, las intervenciones de su hermano Fidel. Sin embargo, los
dos Castro ignoraron por completo la situación, al igual que el resto de
los dirigentes de la dictadura. El silencio de Raúl —comparado con los
discursos que pronunció en años anteriores, en los que lanzó leves
promesas— ha sido un clamoroso alegato en favor del inmovilismo más
feroz. La consigna de la jornada fue la de la integración económica con
Venezuela, algo que no puede consolar a nadie puesto que Hugo Chávez
—que, por cierto, tampoco acudió a la cita de los hermanos Castro— es un
experto en llevar a un país petrolero a la ruina más absoluta.
La sociedad cubana está cansada de penurias y privaciones y merece una
vida mejor que la que el régimen comunista es capaz de proporcionarle.
Es necesario un cambio que tenga en cuenta las aspiraciones de los
cubanos a una mayor libertad. Si Raúl Castro estuviera dispuesto a
conducir al país en esa dirección, no tendría más que un camino, que es
el de las reformas democráticas. Para ello es necesario aceptar el
pluralismo y los mecanismos que ponen el control del ejercicio del
Gobierno en la sociedad, y no al contrario. Si quiere convencer a la UE
de sus buenas intenciones, a Castro no le faltan campos en los que puede
tomar decisiones significativas, empezando por permitir a los cubanos
salir y entrar libremente de su país. Cualquier otro circunloquio
ideológico no llevará a ninguna parte y no debería servir de coartada
para otorgar respetabilidad a un régimen que castiga a los ciudadanos
por pedir respeto a los Derechos Humanos.
http://www.abc.es/20100728/opinion-editoriales/noticias-cuba-20100728.html
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