Diez años de raulismo: del 'reformismo' al abismo
Castro II está en silencio. Al parecer se ha retirado virtualmente del
frente del gobierno antes de 2018
Lunes, febrero 27, 2017 | Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba.- Finalizando el segundo mes de 2017, el panorama cubano
sigue presentándose sombrío. Las dificultades materiales y la ausencia
de un programa de recuperación económica realista –ya suficientemente
demostrada la ineficacia de los quiméricos Lineamientos para remontar la
crisis general del "modelo"– sumados al nuevo escenario político
regional –crisis sociopolítica y económica en Venezuela, los "aliados"
de izquierda derrotados en las urnas, derogación de la política "pies
secos/pies mojados" y con ello el cierre de la más importante vía de
escape de los cubanos, asunción de la Presidencia de EE.UU. por el
republicano Donald Trump, con la anunciada revisión y condicionamiento
de las medidas de flexibilización del Embargo dictadas por su antecesor,
Barack Obama– hacen cada vez más temido un eventual retorno a las
condiciones vividas en los años 90' tras el desplome de la URSS y el fin
del llamado "socialismo real".
A nivel social, uno de los indicadores más claros del deterioro y de la
incapacidad de respuesta gubernamental es, por una parte, el aumento de
la represión a los opositores; y por otra el incremento de los controles
sobre el sector privado (cuentapropistas) a medida que siguen colapsando
la economía y los servicios en el sector estatal. El ejemplo más
reciente de esto se está produciendo por estos días en el renglón del
transporte de pasajeros, uno de los más activos y eficientes del sector
no estatal, sobre el que se ha vuelto a aplicar una disminución de la
tarifa del cobro por pasaje, cuyo monto actualmente no puede exceder los
5 pesos por cada tramo de ruta.
Semanas después de este "tope" de los precios impuesto por el Estado el
transporte en la capital cubana está sumido en una lamentable crisis,
demostrando la gran importancia del sector privado para dicho servicio.
La medida ha traído como resultado no solo una sensible disminución de
los automóviles de alquiler ("almendrones") en los habituales trayectos
o rutas fijas que solían cubrir en toda la ciudad, sino la supresión de
las recogidas de pasajeros en los tramos intermedios de dichas rutas, lo
que podría interpretarse como una huelga silenciosa de este activo
sector en respuesta a la arbitrariedad de la medida aplicada.
Como corolario, se ha producido el incremento de las aglomeraciones en
los ómnibus del limitado e ineficiente transporte estatal y el
correspondiente malestar de la población, que ahora debe sumar otra
dificultad de incierta solución a la larga lista de acuciantes problemas
cotidianos.
Lejos de presentar algún programa de mejoras a su monopolio de
transportación de pasajeros por ómnibus, la contra respuesta oficial ha
sido el amenazante anuncio de lanzar sus huestes de inspectores para
castigar con multas y decomisos a aquellos choferes del sector privado
que pretendan evadir con cualquier astucia las disposiciones de los
señores del Poder.
Para los hacendados verde olivo los "boteros" no son, ni mucho menos,
trabajadores independientes que forman parte de un sector al que el
Estado no provee de ningún recurso ni le asigna precios preferenciales
para la adquisición de combustible o piezas de repuesto, sino simples
esclavos caleseros: ellos y sus quitrines están al servicio de las
órdenes del amo.
Es el paroxismo del absurdo la infinita capacidad de las autoridades
cubanas para tratar de superar un problema profundizando y multiplicando
los que ya existen. Porque, asumiendo que verdaderamente en los días
venideros se desate una avalancha de inspectores a la caza de los
transportistas privados que trasgredan los precios establecidos, el
desenlace de semejante cruzada no podrá ser menos que contraproducente,
puesto que –como es sabido– los encargados de fiscalizar el cumplimiento
de las ordenanzas oficiales (léase inspectores) constituyen un
formidable ejército de corruptos que, lejos de velar por los fondos de
las arcas públicas, el cumplimiento del servicio de cada actividad y la
salud del sistema tributario, encuentran en cada acción punitiva del
Estado contra "las violaciones" una posibilidad de engrosar sus propios
bolsillos, a través de la extorsión a los infractores.
Por su parte, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) que sirve de
"apoyo" a los inspectores, es otra sanguijuela dedicada también a
sangrar a los trabajadores privados, en realidad los únicos elementos
útiles y productivos de esta cadena. De hecho, cada ofensiva
gubernamental contra "los privados" significa una jugosa zafra para el
binomio inspectores-PNR, quienes habitualmente parasitan sobre los
emprendedores más prósperos; e invariablemente la cosecha final es el
deterioro y encarecimiento de los servicios –por cuanto la compensación
de las pérdidas de los privados redunda en un aumento de los precios a
los clientes– y la "normalización" de la corrupción en toda la
sociedad, generalmente aceptada como mecanismo de supervivencia en todas
las esferas de la vida.
El ciclo se cierra cuando, a su vez, el cliente-pasajero –dígase,
cualquier cubano común– se ve forzado a perfeccionar sus mecanismos de
resistencia y a buscar vías de ingreso que le permitan equiparar el
incremento del costo de la vida, para lo cual apelará seguramente a
ilegalidades relacionadas con el contrabando, el robo o "desvío de
recursos" de empresas estatales, y otros delitos relacionados. Todo vale
cuando de supervivencia humana se trata.
Y mientras la economía se contrae y las carencias aumentan, el
General-Presidente se mantiene ajeno y distante, como si en lo que
sucede bajo sus plantas no le tocara responsabilidad alguna. Cuba flota
sobre la tormenta, sin mando ni timón, acercándose cada vez más al tan
llevado y traído "precipicio", del que las reformas raulistas iban a
salvarnos.
Paradójicamente, ante la debilidad de la sociedad civil y ante la falta
de apoyo a ésta por parte de la mayoría de los gobiernos democráticos
del mundo, ocupados en sus propios problemas internos, las mejoras para
los cubanos dependen fundamentalmente de la voluntad política de la
dictadura en el Poder. Pero Castro II está en silencio. Al parecer se ha
retirado virtualmente del frente del gobierno antes de 2018, y tras la
definitiva muerte de su hermano y mentor solo asoma de su encumbrado
nicho de vez en vez, no para ofrecer sus preclaras orientaciones a los
descarriados "gobernados" de la plantación en ruinas, sino para servir
de anfitrión en ceremonias de recibimiento a distinguidos visitantes
extranjeros. A fin de cuentas él es otro nativo de estas tierras, donde
a casi ninguno le importa el destino del otro… ¿Acaso no es cierto que
para muchos cubanos el mundo empieza más allá de los arrecifes?
Source: Diez años de raulismo: del 'reformismo' al abismo CubanetCubanet
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