El remate de Cuba
JORGE SALCEDO | Boston | 29 de Noviembre de 2016 - 14:03 CET.
Ya nos contarán las noticias lo que ha sucedido en Cuba tras la muerte
de Fidel, a mí me ocupa lo que ocurre conmigo, que viví allí 24 años y
he vivido afuera otros tantos.
En los medios de prensa alternan los esbozos biográficos del "Comandante
en Jefe" y "Líder de los cubanos" con los del "déspota" y el "sátrapa",
se habla de justicia social y dictadura comunista, de David y Goliat, de
cierto enero de júbilo y de cierto octubre de pánico, de logros y
debacles, de absoluciones y disoluciones, y abundan los gestos patéticos
a modo de ilustración de nociones encontradas y no menos patéticas.
Miami y su fiesta, La Habana y su mutismo, las lágrimas de alivio de la
abuelita exiliada y los sollozos contenidos de abuelito miliciano, las
condenas de derecha y las loas de izquierda, las condolencias
diplomáticas, cripto-afectuosas o esquivas, las ilusiones y desilusiones
públicas de los intelectuales, la fe inquebrantable de los periodistas.
Todo esto se presta para hilvanar una trama, contar historias, la
Historia. En el teléfono, entre amigos, bromeamos sobre el evento y
descorchamos la alegría que un día nos prometimos llegado su San Martín,
aunque sin mucha convicción. Comprobamos la distancia que nos separa de
esta gente y su fiesta, de aquella gente y su mutismo. Ser cubano, antes
tan fácil, resulta ahora una elección que exige esfuerzo y omisiones
demasiado onerosas.
Supongo que tantos años viviendo lejos de la Isla y sin regresar a ella
me han pasado factura, que ya he ingresado al limbo de los cubanos "de
origen", como aquellos compatriotas que me encontré al llegar aquí,
religiosamente izando la bandera cubana cada 10 de octubre, reafirmando
su compromiso con la libertad de su patria mientras la conversación
derivaba hacia la nieve, el alcalde, el pitcher de los Red Sox o
nuestras vías preferidas para ir de Boston a Cambridge.
El elemento anacrónico no era el alcalde, BU Bridge, Pedro Martínez o la
nieve. A lo mejor los años pesan más que la distancia y este carácter
fantasmal que hoy toma Cuba para mí sea el aumento relativo de los
difuntos en mi vida, casi todos cubanos; el pasado va adquiriendo
demasiado relieve y el espacio negativo en mi biografía vital está más
vivo que yo.
Lo que quiero decir es que me alegro por su muerte pero no siento
alegría, brindo por Cuba sin su estorbo pero no brindo por Cuba, porque
aunque me suena el nombre, no consigo ubicarla. Sucede que no la veo.
Sucede que apenas la siento. No consigo molestarme con las imágenes
pueriles de las lloronas militantes en La Colina de los tontos ni me
conmueven los selfies de los artistas disidentes. Que me perdonen los
cubanos, pero no veo su futuro, ni siquiera su presente.
Por más de medio siglo Fidel Castro fue Cuba, reemplazó a los cubanos en
las decisiones últimas sobre todo lo esencial en el destino del país.
Esa aldea achacosa, improvisada, autoritaria, poblada de estadísticas y
despoblada de sustancia, mendicante, demandante, atorrante, con
exabruptos santurrones y entendimientos de bacán, llena de sí y de poco
más, es su imagen más fiel.
"Fidel Castro soy yo", gritan y hacen gritar los tontos de La Colina. Y
Fidel Castro está muerto. El proyecto nacional hoy se limita al esfuerzo
corporativo de los diádocos que se reparten las conquistas de Fidel
Alejandro.
Ya no se trata de Cuba, ni siquiera del Gobierno, sino más bien de las
casitas, las gerencias, el ejército, la tranquilidad ciudadana con
fachada socialista en el socialismo facha. Ahora se trata de garantizar
el futuro de la inversión verdeolivo interesando al capital extranjero y
al know how extranjero y a la mayor y más antigua democracia extranjera
en la sociedad anónima que fue Castro Bros S.A.
La transición será una oferta pública de venta de Cuba en los mercados
de valores, sobre todo en Nueva York. ¡Como delira esta gente con la
inversión americana! Y casi la han obtenido a fuerza de… simpatías.
Thanks, Obama! Con Donald Trump, que entiende más de casinos y negocios
de esa laya, tal vez lo tengan más difícil. No me extrañaría que pase y
compre a precio de remate el legado de Fidel.
De la república aquella en que vivieron mis abuelos queda solo una
música. Solo en ella me es posible ser cubano y feliz.
Source: El remate de Cuba | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1480424590_27050.html
miércoles, 30 de noviembre de 2016
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