La última de las propiedades
MARÍA MATIENZO PUERTO | La Habana | 17 Mar 2016 - 12:02 am.
En 1959 el nuevo régimen hizo que hasta la muerte le perteneciera. Los
terrenos del cementerio de Colón pasaron de manos de la Iglesia a manos
del Gobierno.
"Aquí nos pertenece solo la parte espiritual", dice un feligrés un tanto
descontento por la desidia que hay también alrededor de las obras
monumentales que rodean la capilla central del camposanto.
Y agrega: "Como si fuera otro bastión más a defender, se lo quitaron a
la Iglesia. Aquí cada movimiento que se hace debe pasar por las manos
del abogado Bauta, de la Oficina de Arquitectura y Propiedad, quien, por
cierto, tiene muy mal carácter y maltrata a los dolientes cuanto quiere.
Y él lo tramita con el Poder Popular. Lo único que ha restaurado la
Oficina del Historiador es esta avenida central, el resto se cae a
pedazos si los propietarios no se encargan".
El abogado Bauta, quien debe brindar asesoría e información a los
interesados, solo habla de detalles muy puntuales del cementerio con los
propietarios, pero para quienes quieren saber de la historia o del
movimiento de propiedades en el camposanto, deja claro que ellos, que
pertenecen a la Unidad de Servicios Necrológicos "se deben por entero al
Poder Popular", y que para cualquier investigación, aun de tipo
personal, "deben pedir una autorización allí".
La restauración de las capillas o de las tumbas también debe ser
autorizada por el Poder Popular.
Mercado alrededor de la muerte
El mercado alrededor de la muerte en Cuba es más amplio de lo que muchos
vivos suponen. Se venden restos para ceremonias religiosas, se
desentierran joyas, ropas lujosas o de moda y se saquean los mármoles de
las tumbas para abastecer el mercado negro, aun cuando SEPSA, empresa de
seguridad y protección, esté encargada de patrullar y vigilar el área.
El traspaso de propiedades es el único recurso válido para que un
documento pase de una familia a la otra. No existe un recurso legal que
permita la compraventa de mausoleos o tumbas. Sin embargo, en la mayoría
de los casos la propiedad es de quien tenga el papel.
"Es que hay mucha gente que se fue del país y dejó los papeles atrás",
dice Luisa, que espera por unos trámites en la antesala del abogado
Bauta, en el cementerio de Colón. "Se fueron pensando que virarían
rápido y la partida de desgraciados estos han sobrevivido a muchos de
los propietarios, que no siempre eran gente rica y mala, como ellos se
han cansado de decir. Y a esos quién sabe dónde los enterraron."
El interesado paga y, sin que medie ningún trámite legal, el papel pasa
de una mano a otra. El traspaso puede suceder cuando ocurre la primera
"novedad" en la familia del que compró.
Cuando algunos dicen que en Revolico se puede encontrar hasta "cajas de
muerto" no se equivocan. La venta de mausoleos, capillas o tumbas va de
los 1.000 CUC en adelante.
"Ahora mismo hay uno a la venta", comenta Estela, quien ya ha
contactado con la familia que vende porque está interesada en comprar.
"Tiene capacidad para cinco o o seis tumbas, y te lo venden con osario
incluido. La dueña me contó que la preocupación de los posibles
compradores es una futura reclamación, a lo que siempre responde con la
misma frase: 'Habrá que confiar'".
Como garantía, dice Estela, la dueña explica cómo le llegó la propiedad
a las manos. "La capilla pertenecía a una prima cuarta de su madre. Y de
esa rama familiar ya no queda nadie vivo. Ella heredó otra en la que sí
aparece su nombre como propietaria, y vende esta otra porque el dinero
le puede servir para arreglar la casa".
Una difícil cohabitación hasta en la muerte
"A mí me llega la propiedad por carambola, porque era del hermano de mi
suegro", dice Armando. "Allí están enterrados mis suegros y un par de
familiares más. Un día otra hermana del propietario, que es ya difunto,
nos reunió a todos y nos dijo que debíamos sacar los restos a un osario
colectivo porque ella quería vender la tumba. Y la que se armó fue
tremenda. La familia dividida porque algunos no estaban de acuerdo. Al
final no se vendió porque el propietario no podía opinar."
La historia de David es similar: "Por una de las cosas por las que
decidimos cremar a mi madre fue porque la propiedad del panteón la tiene
una parte de la familia que es mejor ni mencionar. Mi abuelo debe
estarse retorciendo en la tumba porque mis tías decidieron que ellas
eran las herederas legítimas de ese pedazo de tierra y el resto de los
muertos de la familia, a la fosa común".
Algunos pocos encuentran refugio en panteones o tumbas de amigos,
mientras llega la exhumación, pero el destino de los restos de quienes
no tienen propiedad es incierto.
"Los cubanos apenas pensamos en la muerte", comenta Daylen Suárez, quien
ha estado haciendo trámites en el cementerio de Colón para restaurar la
tumba que heredó de sus bisabuelos. "Pero cuando lo hacemos, ya sabes,
lo hacemos en grande. Ellos la compraron en la década del 50, por eso
estamos muy pegados a la salida del cementerio de Zapata. Estoy aquí por
mi abuela, que posiblemente nos sobreviva a todos, pero que quiere que
los papeles estén en orden para cuando le toque mudarse".
Daylen cuenta cómo a una vecina suya, que no tiene tumba, le pusieron
los restos de su padre en una fosa común, luego en un osario colectivo y
un buen día lo desaparecieron.
Y agrega: "Ese es el miedo de mi abuela. Mi vecina terminó pagando el
espacio vacío con tal de no decirle a su madre que los restos del amor
de su vida habían desaparecido del cementerio. Eso te demuestra que no
es lo mismo estar alquilado, que ser propietario de tu residencia,
aunque sea la del más allá".
Al final, el cementerio de Colón no deja de atravesar por las mismas
dificultades que cualquier otro espacio de la ciudad. La última de las
propiedades encierra también litigios, desavenencias, discusiones e
ilegalidades. Como la ciudad de fuera de sus muros, la ciudad de los
muertos está a la espera de decisiones definivas sobre la propiedad.
Source: La última de las propiedades | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1458069703_20943.html
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