domingo, 1 de noviembre de 2015

No bajar la guardia

No bajar la guardia
[01-11-2015 01:59:48]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- La euforia irracional y el entusiasmo
desmedido pueden convertirse en una verdadera trampa cuando las batallas
son prolongadas. Las tensiones políticas del continente vienen de larga
data y pueden perdurar en el tiempo. Este proceso no se ha iniciado
ahora. Es el patético resultado de décadas de populismo creciente y un
estatismo a prueba de todo.
No se debe cometer el error de creer que ciertas victorias
circunstanciales son éxitos concluyentes. El cansancio, el hartazgo, los
desaciertos propios de los demagogos, pueden encaminarlos hacia
eventuales tropiezos.

No se trata de no festejar los logros, sino de tomar conciencia del
contexto, de dimensionar apropiadamente los acontecimientos y comprender
que los actores de la política contemporánea serán reemplazados por
otros. Ellos se suceden entre sí, pero sus ideas centrales permanecen.
Podrán mutar o adaptarse, pero solo para tomar fuerza y arremeter bajo
un nuevo disfraz.

Es lo que dice la historia reciente de estos países. El populismo tiene
una extensa trayectoria. Se ha transformado e innovado, buscando nuevos
perfiles para volverse más eficaz, hábil y perverso. Casi sin
percibirlo, quienes intentan reemplazarlo en el poder, terminan
utilizando idénticas tácticas, aplicando similares recetas e imitando
ese peligroso recorrido.

Es importante tener cuidado, conocer la coyuntura en profundidad y tener
los pies sobre la tierra. La amenaza nunca desaparece. En todo caso,
frente a cada logro concreto, a cada pequeño paso en positivo, se debe
tomar posición, fortalecer ese espacio para consolidar lo obtenido y
sostener el apoyo popular que, en el actual esquema, es el pilar vital
del sistema.

La política es dinámica. Los escenarios se modifican rápidamente y, por
imperceptible que parezca, a veces, la sumatoria de insignificantes
hechos aislados son los que van construyendo un todo que en un momento
determinado se manifiesta con vigor y sin contemplaciones.

Los sistemas electorales pueden ayudar a unos a triunfar y perjudicar a
otros conduciéndolos al fracaso, pero el termómetro del clima de ideas
que impera en una sociedad es bastante más difícil de interpretar.

Es imprescindible no confundirse. Son esas ideas que la sociedad
defiende, esos valores con los que la comunidad comulga, esas premisas y
creencias, esos paradigmas, los que determinan las políticas de largo plazo.

Una nación que cree que el Estado debe hacerlo todo, que su progreso
depende más de las dádivas de sus gobernantes que de sus propios
talentos, méritos y esfuerzos, que pretende ayudar a los más débiles
saqueando a otros usando coercitivamente la ley, no tiene futuro alguno.

Esa sociedad está condenada a vivir bajo las reglas de la demagogia y el
populismo, solo porque no se anima a promover con convicción un sistema
que priorice la cultura del trabajo y establezca incentivos para que
aquellos que lo deseen genuinamente puedan generar riqueza y prosperar.

Los equilibrios siempre son inestables. Suponer que lo logrado es
absoluto implica no entender la naturaleza humana. Todo está en
constante movimiento y como bien decía Heráclito "lo único inmutable es
el cambio".

Si se entiende esta realidad no es posible darse el lujo de relajarse.
Los que defienden el colectivismo como matriz, los que creen que los
individuos deben subordinar sus libertades al bienestar general, solo
tropiezan de tanto en tanto, pero suelen tomarse revancha y volver con
más ímpetu.

Es posible que los personajes de turno se retiren del juego. Ya ha
sucedido eso en el pasado. Pero no menos cierto es que serán otros los
que heredarán su voracidad por el poder e intentarán ocupar ese lugar.

Ellos saben conquistar el poder. Es posible que se equivoquen, pero
siempre retoman la lucha y dan la pelea política. Cuentan con la ventaja
de no tener escrúpulo alguno y de apelar al "vale todo" para recuperar
lo perdido.

Es trascendente entonces, mantenerse en vigilia, ser constantes y
perseverantes, evitar la soberbia de quienes creen que sus adversarios
han sido definitivamente derrotados, cuando en realidad solo han
retrocedido algunos pocos metros y usarán ese desliz para tomar mayor
impulso.

Lo que viene puede ser una gran oportunidad, solo en la medida que se
comprenda adecuadamente lo que realmente está ocurriendo. Pero lejos se
está de haber logrado un triunfo con mayúsculas.

La tenacidad no es una virtud de esta era en la que la fugacidad parece
marcar el ritmo. Las actitudes espasmódicas de esta sociedad se han
manifestado muchas veces, pero sin lograr afirmarse como corresponde. Es
por eso que se corre permanentemente el riesgo de caer en el abismo.

El desafío consiste en estar alertas, en prestar mucha atención a lo que
sucede alrededor, porque el futuro depende, en buena medida, de esa
conducta constante de resguardar cada victoria, fortalecer ese escalón,
para recién luego avanzar hacia el siguiente. Si se hacen los deberes,
tal vez se pueda dar vuelta la página en algún momento y soñar con un
porvenir mucho mejor. Para eso será indispensable no bajar la guardia.

Source: No bajar la guardia - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/563564043a682e17286b6b59#.VjYOk_mrTjY

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