Una isla en usufructo
JUAN MARTIN LORENZO | Toronto | 18 Sep 2014 - 3:01 pm.
Pancho Céspedes, Descemer Bueno... ¿A dónde regresan los artistas que
regresan a Cuba?
¿Ir o no a Cuba? Es la pregunta que con iteración algorítmica parece
retornar a los sitios, diarios digitales, redes sociales, prensa,
declaraciones, malentendidos, polémicas. No se trata del retorno del
simple ciudadano, si no del otro, del artista que se fue para levantar
el vuelo en una carrera que no tenía, ni tiene, un futuro material y
profesional dentro de la Isla.
No la tiene.
Pero empecemos por el principio, que es el regreso. ¿Por qué se regresa?
¿A dónde se regresa? ¿Y bajo qué condiciones se regresa?
Son preguntas que esos mismos artistas deberían responder con honradez,
si aún la tienen. Ya sabemos que el bolsillo oportunista hace estragos
en el sector artístico desde hace mucho tiempo en Cuba. Cantantes que
viajan a Miami dicen no ser políticos ni querer hablar de política, para
regresar entonces y hablar en el regreso de política… y como cotorras.
O el reverso. Hacen una carrera, se ganan algunos dólares y retornan
para poder vivir su libertad en Cuba. ¿Es que no la tuvieron cuando
vivían en el extranjero? ¿O es que hablan de la libertad de comprarse
una casa barata en Cuba, sin impuestos, intereses hipotecarios y un
dólar multiplicado exponencialmente por el mercadeo inflacionario?
¡Libertades de bolsillos, que no de almas!
El último en la lista de los regresos es Pancho Céspedes. Ya se ha
escrito mucho sobre el cuento, pero mañana será otro, cualquier otro. Y
la polémica regresará olvidando siempre el mismo punto básico: ¿adónde
se regresa?
Y ¿para qué? Si la respuesta es para cantarle al que sería su público
por excelencia, el argumento puede ser comprensible. Todos queremos que
nuestro entorno nos reconozca como triunfadores, o que al menos conozcan
qué hemos hecho en todo este tiempo lejos del lugar donde se nació, y
nos vio crecer.
Entendible, ¿no es cierto? El problema es que se regresa a la plaza, el
teatro, el cabaret, el evento oficial que servirá de tablado al retorno.
Todos ellos pertenecen a un solo dueño: el Gobierno de Cuba.
Las plazas, los estadios, los teatros y salas de conciertos, las plazas
públicas —aun cuando supuestamente deben ser de todos, pero no lo son—,
los museos, los salones de exposición, las pequeñas galerías de arte,
las universidades, la radio, la televisión, los medios, la prensa, los
eventos, concursos y festivales, todo donde un artista tiene que
retornar para demostrar su arte tiene un único dueño, empleador
ideológico que no admite ningún rasguño a su política "cultural"
—llámese ideología.
Póngale DOR, Partido Comunista, Buro Político, Raúl Castro, el otro
decrépito en un Punto Cero rodeado de moringa, póngale el nombre que
quiera. Todo eso tiene ese dueño que o castiga con el silencio, o con la
puerta cerrada o con la simple advertencia del verdugo.
No se hace política, dicen algunos. Vamos a cantarle al pueblo. ¿Dónde?
En los lugares donde el dueño y empleador es el mismo: el régimen. Todo
el dinero recaudado va a esas arcas, a ninguna otra. Y los que invitan,
organizan y festejan tienen la misma agenda del Gobierno. Responden a
ella. Imponen las condiciones de esa elite de poder.
¿Es o no es así, Pancho Céspedes?
Nos guste, o disguste a unos, a otros, o a todos. Cuando se regresa no
se retorna a Cuba. Se retorna a algún otro lugar en usufructo al que
apodan Cuba. Se baja el cogote a ese dueño ideológico, del que se niega
públicamente ser una perla privada del collar de la dama republicana,
asida a la presidencia por 56 años. Aun cuando se cante en una plaza
pública, donde no se recolecte ninguna entrada, ni se pase el sombrero
socialista para ninguna obra igualitaria, se está asistiendo a un usufructo.
Al usufructo de Cuba, de su cultura, de sus artistas y su arte, del
futuro del país, del alma libre de cada ciudadano con decoro, y en
nombre del verdadero dueño que no es el pueblo. Ese sujeto de que
hablaba Pancho, o algún otro, el de mañana o pasado. El próximo que
retorne y se desate esta, la misma polémica de siempre.
¿Cuántas veces más la vamos a replicar?
Las condiciones pueden ser más o menos onerosas. El régimen sabe
siempre hilar astutamente su viejo collar. Atando algunos con un nudo
más suelto, exigiéndoles más cordel a otros. Cosiéndole la palabra a todos.
El para qué se regresa entonces es irrelevante. Muchos de estos que
retornan lo hacen para vivir una vida fácil. No hicieron la zafra de
dólares adonde se marcharon. No brillaron "las estrellas" en el cielo
musical. Recolectaron unos cuantos billetes y regresan para consumirlos
con gotero socialista.
Bolsillo oportunista capitalista en pantalón cubano socialista. ¿No es
así, Descemer Bueno?
A tomarse el jugo multiplicado, cantar la chambelona socialista y
regresar a recolectar algún jueves en cualquier otro club generoso de
Miami, donde se declarará "artista" y no un político, y pedirá respeto a
sus opiniones, libertad de palabra y pensamiento. Nada de lo que se
arriesga a pedir en Cuba. Olvidándose, por cierto, de que la palabra
libertad es esencialmente de raigambre política.
Quizás ese día en la clase estaban chupándose la chambelona, o algo así.
El hombre nuevo que formó la Cuba castrista es un oportunista en
esencia. Utiliza la palabra como artículo de venta y compra. La
coherencia es una prenda de vestir utilitaria, fácilmente desprendible.
Un calzoncillo que se puede ensuciar y arrojar a la basura capitalista.
Después de todo, se goza de bolsillos cosmopolitas, jugosamente
dolarizados. Ah, y la muy criolla honradez es un producto desechable.
Jineterismo cultural de trópico.
Yo siento mucho no poder comprender ese espécimen. Me eduqué en un
núcleo familiar donde mis abuelos hacían culto a la honradez, y a la
decencia. A la coherencia de vivir pobre, sí, pero con la frente alta,
sin tener que esconder los ojos ante la pregunta difícil. Sin tener que
ir a pedir perdón a Dios por la palabra hipócrita, la mentira
condescendiente y el engaño oportunista.
Todos estos que regresan lo hacen por todo eso. Unos para subsistir de
un bolsillo capitalista en propiedad ajena. Otros porque no han podido
ser mucho más de lo que fueron en Cuba, quizás mucho menos. Todos porque
sencillamente nunca han sido honestos ni con ellos mismos. No saben qué
quieren hacer con sus vidas, qué lograr, qué principios defender, qué
espiritualidad cultivar, con qué valores realmente culturales vivir.
Lin Yutang dijo que "el hombre superior ama su alma, el hombre inferior
ama su propiedad".
Estos ya no tienen alma, pero tampoco les queda ninguna propiedad. Viven
sencillamente en usufructo sus vidas.
Pobres almas. ¡Nunca fueron libres!
Source: Una isla en usufructo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1411045264_10447.html
viernes, 19 de septiembre de 2014
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