Príncipe azul a los 70 en Cuba
Es evidente que los abuelos/as que van a Cuba en busca de compañía no
cometen ningún delito, cuando el trato se hace entre adultos, pero
éticamente lo que hacen es reprobable.
Joan Antoni Guerrero Vall
septiembre 18, 2014
La peripecia del canadiense que fue a Cuba y regresó a su país con una
nueva mujer (o 'mujer nueva', como dicen algunos) -que a los pocos días
lo abandonó- ha puesto de nuevo sobre la mesa el tema del turismo sexual
hacia la isla. Cuestión incómoda por todas las implicaciones que
conlleva. A veces se debate en torno a estos temas como si fueran una
anécdota graciosa, cuando esconden en realidad un hecho grave de
explotación y abuso sexual, que debe denunciarse, más si puede tener
como protagonistas a menores. No hay ningún problema en que la gente
quiera vincular sus vacaciones a la práctica del sexo, muchos
coincidiremos en que el problema no es este, el conflicto reside
únicamente en el hecho de que hay quien viaja a países en subdesarrollo
y donde sus ciudadanos viven en condiciones precarias para aprovecharse
de las mismas. Se abusa de menores y se abusa de adultos en condiciones
económicas complicadas.
Resulta ridículo y risible el caso de este canadiense que ha recurrido a
los medios de prensa de su país para denunciar que una cubana le
abandonó a los pocos días de llegar a Canadá. Ya parece un poco extraño
que algo que es común se convierta en noticia (pues lamentablemente no
es el primero ni el último que va a ir a Cuba en busca de una joven que
le satisfaga el apetito erótico-social bajo promesas de una nueva vida
en un país lejano) pero lo es más el grado de cinismo de este personaje
que pretende, dando a conocer los detalles de su historia, poner sobre
aviso a otros hombres que viajen a la mayor de las Antillas. Es evidente
que los abuelos/as que van a Cuba en busca de compañía no cometen ningún
delito, cuando el trato se hace entre adultos, pero éticamente lo que
hacen es reprobable.
Pero en su gozo hallan, al mismo tiempo, su castigo. Esas personas al
fin y al cabo se convierten para algunos en un instrumento de salida de
Cuba, y quizás aquí se encuentra el problema fundamental. Los unos y los
otros son dos piezas de un juego poco ético que encajan a la perfección.
Homo homini lupus: seres humanos que se aprovechan de otros seres
humanos, instrumentalizándolos a través del engaño o el fingimiento. Es
un elemento más del espectáculo que ofrecen sociedades en las que los
valores han desaparecido o priman otros que permiten, por ejemplo, que
se considere normal usar a personas con objetivos espurios. El episodio
del canadiense es pues un ejemplo más de la falta de valores a un lado y
otro de esta historia. Y otro problema asociado a estas situaciones es
que se contribuye a fomentar un tópico (muy enraizado por ejemplo en
países como España) en el que cualquier cubano pasa a ser sospechoso de
ser alguien de poco fiar, interesado en objetivos materiales y que no
renuncia a aprovecharse de los demás para conseguirlo.
Este es otro de los logros de una revolución política que ha puesto las
condiciones para que todo esto suceda. La falta de reconocimiento de los
problemas y los errores en el marco cubano probablemente hará que jamás
se tomen medidas para conseguir invertir esta situación. Solo es de
esperar que la huella antropológica que deje el castrismo, una vez
superado, permita deshacerse rápidamente de este tipo de
comportamientos. Ah, y que dejen de visitar la isla septuagenarios
enamoradizos que, de vuelta a su país, despiertan de su sueño romántico
como si hasta ese momento se hubiesen estado chupando el dedo.
Source: Príncipe azul a los 70 en Cuba -
http://www.martinoticias.com/content/principe-azul-a-los-70-en-cuba/75231.html
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