Las lecciones de Lope de Vega
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | 18/09/2014
Un amigo que visitaba por primera vez Cuba me preguntó por qué el
Gobierno no lograba acabar con el llamado paquete de audiovisuales que
se distribuye de forma ilegal. "Basta que detecten quién lo hace y
comercializa, para que puedan pararlo", especulaba el joven. Le recordé
entonces la obra Fuenteovejuna, escrita por Lope de Vega. En tres actos,
el importante dramaturgo español narra cómo un pueblo se rebela contra
el abuso de poder. Los pobladores se unen ante la injusticia y asumen
juntos la autoría por la muerte del opresor local. "¿Quién mató al
Comendador? Fuenteovejuna, señor", nos enseñó el teatro del Siglo de Oro
y lo hemos puesto en práctica –al menos– en la compilación y
distribución de programas, documentales y otros materiales digitales.
Mi amigo escuchaba incrédulo mi explicación, así que le puse un ejemplo
más concreto. Hace unos meses viajé a España para participar en un
evento de tecnología. Antes de despedirme, mis familiares y amigos me
pidieron algunos encargos, como es común en un país tan desabastecido.
Sin embargo, a diferencia de otros tiempos en que uno partía con un
montón de plantillas de zapatos y tallas de ropa, esta vez los pedidos
eran muy diferentes. El vecino del piso tres quería la actualización del
antivirus Avast y que le descargara un curso de contabilidad de pequeños
negocios. Dos primos anotaron los datos de un videojuego –con todas sus
updates– para que se lo trajera. El marido de una sobrina me pidió unas
revistas en PDF sobre diseño industrial y casi todos coincidieron en que
una copia offline del sitio Revolico sería fantástica.
La lista de cosas a traer me resultó muy significativa. Alternaban el
jabón y el desodorante –ausente por esos días de las tiendas– con los
drivers para una laptop de un conocido que perdió los discos de
instalación. El vendedor de dulces de la esquina me pidió una
enciclopedia digital de repostería y un amigo que aprende a manejar,
necesitaba un simulador para PC. Una colega fotógrafa se apuntó para que
le descargara unas apps de Android que permitieran hacer retoques a
imágenes y una parienta que aprende inglés, me exigió todos los
capítulos de un Podcast para practicar ese idioma.
Las dos noches que me pasé en Granada apenas dormí unas horas, porque la
lista de lo que tenía que bajar de Internet era muy larga. Aproveché la
conectividad e hice download también a medio centenar de charlas TED,
para traer a la Isla algo de ese viento fresco de emprendedores y gente
creativa. Renombré algunos ficheros para encontrarlos mejor en las
numerosas carpetas que contenían los pedidos y regresé a La Habana. En
menos de 48 horas los encargos estaban entregados, hasta un curso de
pilates en video que me pidió el dueño de un gimnasio cercano y la
galería digital para un profesor universitario al que le urgían imágenes
de arte egipcio. Todos estaban satisfechos.
Pasaron varias semanas y un día me llegó la última actualización del
paquete que estaba circulando. Para mi sorpresa, las TEDTalk que estaban
incluidas en él eran exactamente los mismos ficheros que yo había bajado
de la web y posteriormente renombrado. Así pude comprobar que todos –de
una manera u otra– formamos parte y alimentamos esa cartelera
alternativa que circula de mano en mano.
Pobre Comendador, ya sabe que el paquete es "todos a una, señor", como
nos enseñó Lope de Vega.
Source: Las lecciones de Lope de Vega -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/lecciones-Lope-Vega_7_1636106374.html
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