Atrapados en la Revolución Energética
VÍCTOR ARIEL GONZÁLEZ, La Habana | Septiembre 17, 2014
"Pensé que me moriría antes de pagar todos los plazos, pero el que no va
aguantar es él", confiesa María Esther mientras da unas palmaditas a su
refrigerador marca Haier. Se refiere al electrodoméstico de fabricación
china apodado el lloviznado por las constantes gotas de agua que se
condensan en sus paredes. La anciana de 81 años cuenta que ya una vez le
cambiaron el motor al equipo y hasta varias "pinturitas" ha necesitado.
Con un pensión de 270 pesos al mes, a la señora se le va una parte de
cada cobro en saldar la vieja deuda contraída. Aunque el equipo lleva
con ella más de seis años, todavía le queda mucho por pagar, y el Estado
que le paga su jubilación le cobra mensualmente por el refrigerador.
El lloviznado vino a sustituir un pesado Westinghouse, al que la mujer
recuerda con cierto cariño como "casi más viejo que mis hijos, pero que
enfriaba muy bien". Anunciada a mediados de 2006, aquella fue la última
batalla económica de Fidel Castro, quien apareció en diferentes tribunas
recomendando cómo usar los nuevos artefactos importados de China para
que gastaran menos kilowatts.
La campaña tomó más tintes políticos que energéticos e incluyó desde la
sustitución de bombillos domésticos hasta las instalación de grupos
electrógenos. A partir de entonces incluso los billetes de diez pesos
convertibles comenzaron a llevar en el dorso una imagen de la Revolución
Energética.
La llegada de un camión con refrigeradores nuevos a una barriada se
constituyó en un auténtico evento comunitario. Como parte de ese
programa se repartieron también ollas, calentadores y hornillas
eléctricas, en general de pésima calidad. En menor medida, se
sustituyeron los viejos equipos de aire acondicionado de la era
soviética. El plan iba encaminado a reducir el consumo eléctrico en el
sector residencial, con la consiguiente disminución en el gasto petrolero.
Ninguno de estos nuevos electrodomésticos se distribuyó de manera
gratuita, ni siquiera subvencionada. La condición indispensable era
pagar a plazos todo lo entregado durante aquellos días de consignas y
camiones repletos de ollas arroceras que iban y venían.
Sin embargo, la morosidad y los impagos son hoy el más extendido legado
de aquella campaña. Tan solo en la provincia de Las Tunas más de 14.700
personas mantienen alguna deuda con la Revolución Energética, lo cual
significa unos 31 millones de pesos. El dato fue hecho público esta
semana por el oficialista periódico Granma, que calificaba el impago de
electrodomésticos como un "asunto recurrente".
Para hacer que paguen, el Estado presiona a los trabajadores con los
sindicatos, las administraciones de las empresas y los cuadros del
Partido y la Juventud comunistas, según se infiere del artículo de
Granma. Irónicamente, los trabajadores no estatales son los más
disciplinados en saldar sus deudas, pues se les menciona como la
categoría con menos incumplidores.
La mayor preocupación oficial es con los deudores desempleados, a
quienes les llama "desvinculados". Resulta mucho más difícil controlar a
este sector en tanto sus ingresos no pueden ser fiscalizados. Tampoco
las autoridades se atreven a quitarles sus equipos no pagados, muchos de
los cuales ya ni siquiera existen o funcionan. Los tuneros desempleados
y con deudas por liquidar llegan a los 4.800 casos.
En un gesto desesperado por recuperar el dinero, el Estado ha propuesto
el "paso de la deuda de un ciudadano desvinculado hacia otro miembro del
núcleo familiar que perciba ingresos económicos". La convocatoria está
hecha apelando a la "gratitud" de los parientes de los morosos.
María Esther no tiene a quien derivar los desembolsos que le quedan por
delante y tampoco puede decir "gracias" y considerarse exonerada. Su
pago a la Revolución Energética debe ser contante y sonante.
Source: Atrapados en la Revolución Energética -
http://www.14ymedio.com/nacional/Atrapados-Revolucion-Energetica_0_1635436443.html
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario