Publicado el martes, 05.01.12
Las declaraciones de Jaime Ortega
Nicolás Pérez
Muchos opinan que quien con buenas intenciones se acerca al castrismo en
la búsqueda de una solución negociada en Cuba arde en llamas.
El gobierno de La Habana nunca se niega a conversar. Se sienta frente al
enemigo con cara inescrutable de jugador de póker. Fija un punto
intermedio a donde teóricamente desean llegar ambas partes, y apenas se
inicia el primer intercambio de disparos dialécticos, con lentitud y
aparente fina voluntad de bien, arría las velas del entendimiento y
comienza a retroceder en sus propuestas. El dialogante acude a la cita
paralizado como un conejo ante un tigre hambriento. Y para obtener un
resultado a cualquier precio, comienza a ceder, y mientras cede más
endurece el comunista su posición. Hasta que llegan a un sitio donde el
opositor válido ha caído en una trampa y se convierte en cómplice.
Este no es el caso de Jaime Ortega, y obedecen a otras lecturas sus
declaraciones en un foro auspiciado por el centro de estudios
latinoamericanos David Rockefeller en la Universidad de Harvard.
Allí dijo tres cosas específicas, la ocupación de la Basílica Menor de
la Caridad en Centro Habana el pasado 13 de marzo la organizó el exilio
de Miami. Los 13 disidentes que ocuparon la iglesia eran delincuentes. Y
aseguró que Agustín Román le aconsejó en una ocasión que no usara el
término reconciliación en Miami, pero lo que calla es que esto ocurrió
en otro contexto histórico, lo cual él sabe, poniendo en tela de juicio
la integridad del Monseñor ante su exilio, un hombre ya fallecido, y que
no se puede defender.
Ante esto la primera reacción de disidentes y exiliados frente a Ortega
ha sido recurrir a la indignación o al calificativo soez, un error. En
política, y no estamos hablando de religión sino de política, las
puñaladas traperas por la espalda deben recibirse con urbanidad y elegancia.
Hay quienes incluso le hacen a Ortega turbias acusaciones sobre su vida
personal, lo que los pone al mismo nivel del Buró de Propaganda y
Difamación de Seguridad del Estado.
Creo que en este caso lo único que cuentan son los hechos. Jaime Ortega
no es un ingenuo, es inteligente, diplomático, mide sus palabras. En su
discurso en el foro Iglesia y Comunidad: un diálogo sobre la Iglesia
Católica de Cuba, no se le escapó una sílaba, lo que dijo fue lo que
quiso decir, midió el peso específico de cada palabra y sabía las
repercusiones que éstas iban a tener.
Solo un ciego puede argumentar que solo trató de abrir espacios a la
Iglesia en Cuba. Su objetivo es de mucho más largo alcance.
Hay quienes conocen a Ortega desde hace un tiempito para acá. Por suerte
o desgracia tengo conocimiento de sus maniobras desde que se inició en
el Arzobispado el 14 de junio de 1979. Es un hombre de estrategias
definidas y la suya siempre fue que la Iglesia se plegara sumisamente al
castrismo. Trató de acallar las voces dignas dentro de la institución, y
uno de sus primeros objetivos fue presionar para que abandonara la isla
Miguel Ángel Loredo, el capellán del presidio político cubano, lo cual
logró.
Sus últimas declaraciones han rendido frutos; logró dividir a la
disidencia y al exilio de la Iglesia, lo cual es un error nuestro porque
ella es muchísimo más que Ortega. Ha lesionado la posibilidad de que la
institución se hubiera convertido en una moderadora de la problemática
nacional a una desaparición del castrismo, y para mí, lo moralmente
imperdonable, se atrevió a mancillar la memoria de Monseñor Agustín
Román, alguien que fue un santo.
Mi mente es amplia, pienso que todo hombre, equivocado o no, está en su
derecho a pensar como le dé la gana, llámese Fidel o Raúl Castro o Jaime
Ortega. Pero en este episodio existen para mí un misterio, un nudo
gordiano y una triste consecuencia.
El misterio fue cómo Jaime pudo sortear los mil tamices de una
institución que tiene dos mil años de sabiduría y lograr que lo
ordenaran cardenal. El nudo gordiano es como el Vaticano podría
silenciar a quien como un elefante en una cristalería está destruyendo
la credibilidad de la Iglesia ante su pueblo. Y por último, la triste
consecuencia: si una iglesia española, antimambisa y anticubana provocó
que el ciudadano de a pie, hoy, los 8 de septiembre prefiera, en vez de
ir a misa y comulgar, adorar a Ochún con caracoles y frutas, ¿qué
sucederá cuando Jaime Ortega sea solo una pizca de volátil polvo en
nuestra historia?
Nicop32000@yahoo.com
http://www.elnuevoherald.com/2012/05/01/1192838/nicolas-perez-diaz-arguelles-las.html
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