La contentura de Fidel Castro
Viernes, Mayo 25, 2012 | Por Orlando Freire Santana
LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -El politólogo norteamericano
Zbigniew Brzezinski , en su libro El gran tablero mundial, expuso que
para la Rusia postsoviética se abrían dos posibles senderos a transitar:
o abjuraba de la pretensión imperial y se acercaba a Europa, con las
consiguientes modernización y occidentalización de la sociedad; o por el
contrario, mantenía la idea de su hipotética conversión en líder
euroasiático, que la conduciría, de un modo u otro, a un enfrentamiento
con las potencias occidentales.
Todo hace indicar que los jerarcas de Moscú, bajo el liderazgo de
Vladimir Putin, se han inclinado por la segunda opción. Las
declaraciones del ahora nuevo presidente ruso, en el sentido de que su
país no renunciará a la supremacía continental, así como la posición que
han mantenido en los sucesos recientes de Siria, sirven para confirmar
lo anterior.
Y, por supuesto, ese protagonismo que asume Rusia resulta del agrado del
ex gobernante cubano Fidel Castro, quien lleva más de 20 años lamentando
lo que considera la unipolaridad que padece el mundo tras la
desaparición de la Unión Soviética. En una de sus más recientes
reflexiones, la titulada "El 67 aniversario de la victoria sobre el nazi
fascismo" (aparecida en la prensa nacional el viernes 11 de mayo),
Castro confiesa que disfrutó sobremanera las horas que dedicó a
presenciar por televisión el desfile más organizado y marcial que pudo
imaginar nunca, protagonizado por hombres formados en las universidades
militares rusas. Y al final de su reflexión apuntó: "La técnica militar
exhibida en Moscú el 9 de mayo, mostraba la impresionante capacidad de
la Federación Rusa para ofrecer respuesta adecuada a los más
sofisticados medios convencionales y nucleares del imperialismo. Fue el
acto que esperábamos en el glorioso aniversario de la victoria soviética
sobre el fascismo".
Es casi seguro que Castro haya estado muy al tanto de las maniobras que,
en los últimos años, han realizado Putin y su incondicional Dimitri
Medvedev: un ratico presidente uno y primer ministro el otro, y
viceversa. Pero el verdadero poder siempre en manos de Putin, el hombre
fuerte de Moscú. Y ahora el Comandante en Jefe reconoce que esperaba
esta conmemoración con gran expectativa, para comprobar, con la pujanza
de los medios y armamentos participantes en el desfile militar, que su
favorito Putin no lo hubiese defraudado. Y, al parecer, las expectativas
fueron ampliamente satisfechas.
Ya a Castro no le interesan mucho la ideología, el tipo de gobierno, o
el sistema económico que prevalezcan en el gigante ruso. Quizás ni eche
de menos la colosal ayuda con que Moscú apuntaló al régimen cubano
durante muchos años. Ahora lo que le importa es que Rusia se transforme
en un rival de Estados Unidos y otras potencias occidentales, y así
alimentar la psicosis antinorteamericana que lo invade desde sus días en
la Sierra Maestra antes de 1959. En la referida reflexión, Castro deja
entrever que el rumbo tomado por Rusia debe servir para que "crímenes"
como los cometidos por los yanquis y los ejércitos sanguinarios de la
OTAN en Afganistán, Iraq, Libia y Siria, no puedan llevarse a cabo con
impunidad.
Claro, es lógico que Fidel Castro se entusiasme con el poderío militar
de Rusia. Este júbilo es consecuente con la indignación que sintió
cuando Nikita Jruschov, en un esfuerzo por evitar una hecatombe, retiró
los cohetes nucleares de Cuba; y también con la frustración que debe de
haber experimentado al no cumplirse su profecía acerca de la
inexorabilidad de una tercera guerra mundial. Una guerra que,
afortunadamente, las cabezas cuerdas de este mundo han tratado y
tratarán de eludir.
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