a Cuba
ANNA GRAU | ANNA GRAU / NUEVA YORK
Día 23/08/2010
El presidente de EE.UU., Barack Obama, ha lanzado varios globos sonda
sobre la posibilidad de suavizar los intercambios con Cuba, manteniendo
el embargo pero levantando las restricciones de George W. Bush a los
viajes de estudios, deportivos y para visitar a familiares. La opinión
pública está cada vez más a favor (un 71% aprobaban restablecer
relaciones diplomáticas con Cuba tres meses después de llegar Obama a la
Casa Blanca, pero el Congreso está dividido.
Obama ya ha levantado importantes restricciones a los cubano-americanos
para ir y venir de la isla. Antes sólo estaban autorizados a viajar para
visitar a familiares de primer grado, sólo una vez cada tres años y sólo
por dos semanas, durante las cuales sólo podían gastar legalmente 40
euros al día. Obama permitió que aquellos que tengan parientes de hasta
tercer grado puedan viajar tan a menudo como lo deseen y puedan gastar
en cada viaje unos 3.000 dólares (unos 2.300 euros). Esto es tanto como
permitir que florezcan negocios familiares a pequeña escala.
Obama se plantea ahora levantar las restricciones impuestas por Bush a
los intercambios deportivos y universitarios, por un lado permitiendo
que se prolonguen todo el tiempo que las partes quieran, hasta dos años,
y por el otro dejando de exigir que una visita universitaria dure diez
semanas como mínimo. Si pueden ser más breves, eso permitirá hacer
turismo a Cuba alegando un viaje de estudios.
Los puros de Kennedy
El mismísimo presidente Kennedy, artífice del embargo, se aseguró antes
de hacerlo efectivo de mandar a Cuba a un propio a comprar más de mil de
sus puros favoritos. Desde entonces la hipocresía ha estado a la orden
del día por las dos partes. Con embargo y todo, Estados Unidos es un
importante proveedor de alimentos de Cuba, que inicialmente los
rechazaba. Sin embargo, sobre todo tras la caída de la Unión Soviética y
varios devastadores huracanes, tuvo que plegarse a la necesidad. Eso sí,
Cuba tiene que
pagar en efectivo, para desesperación no sólo suya sino de los estados
norteamericanos más agrícolas, que ven la isla caribeña como un mercado
natural que se les escapa por culpa de las restricciones.
Una y otra vez, los abogados de abrir la mano con Cuba, sea por razones
ideológicas o económicas, se han estrellado en el Congreso. Hasta ahora
todas las suavizaciones han sido de tapadillo. Por ejemplo, el
presidente Jimmy Carter dejó calladamente de renovar algunos marcos
legales del embargo que exigían ratificación ejecutiva periódica. Pero
después vino Ronald Reagan a volver a dejar las cosas como estaban.
Bill Clinton se las arregló para endurecer el embargo a gran escala
(bajo su mandato se aprueba la controvertida ley «Helms-Burton») pero
relajándolo a escala pequeña, favoreciendo los contactos académicos,
deportivos e interpersonales. Era su convicción que así se plantaba una
especie de quinta columna contra el castrismo. Recientemente Hillary
Clinton ha acusado a los hermanos Castro, Fidel y Raúl, de ser los
primeros interesados en boicotear estas ventanitas del régimen al
exterior que Bush cerraría nada más llegar.
Ahora Obama quiere volver a abrirlas, y la gran incógnita es cómo
reaccionarán el país y el Congreso. El presidente tiene potestad
ejecutiva para imponer estos cambios aunque haya oposición legislativa,
pero está por ver hasta qué punto está dispuesto a hacer uso de esa
independencia. La reciente liberación de algunos presos políticos en
Cuba es vista como una oportunidad por muchos. Pero también los hay,
como el senador por New Jersey Robert Menéndez, que claman que es un
error «ponérselo fácil a los Castro precisamente ahora que empezaban a
flaquear».
El presidente de EE.UU., Barack Obama, ha lanzado varios globos sonda
sobre la posibilidad de suavizar los intercambios con Cuba, manteniendo
el embargo pero levantando las restricciones de George W. Bush a los
viajes de estudios, deportivos y para visitar a familiares. La opinión
pública está cada vez más a favor (un 71% aprobaban restablecer
relaciones diplomáticas con Cuba tres meses después de llegar Obama a la
Casa Blanca, pero el Congreso está dividido.
Obama ya ha levantado importantes restricciones a los cubano-americanos
para ir y venir de la isla. Antes sólo estaban autorizados a viajar para
visitar a familiares de primer grado, sólo una vez cada tres años y sólo
por dos semanas, durante las cuales sólo podían gastar legalmente 40
euros al día. Obama permitió que aquellos que tengan parientes de hasta
tercer grado puedan viajar tan a menudo como lo deseen y puedan gastar
en cada viaje unos 3.000 dólares (unos 2.300 euros). Esto es tanto como
permitir que florezcan negocios familiares a pequeña escala.
Obama se plantea ahora levantar las restricciones impuestas por Bush a
los intercambios deportivos y universitarios, por un lado permitiendo
que se prolonguen todo el tiempo que las partes quieran, hasta dos años,
y por el otro dejando de exigir que una visita universitaria dure diez
semanas como mínimo. Si pueden ser más breves, eso permitirá hacer
turismo a Cuba alegando un viaje de estudios.
Los puros de Kennedy
El mismísimo presidente Kennedy, artífice del embargo, se aseguró antes
de hacerlo efectivo de mandar a Cuba a un propio a comprar más de mil de
sus puros favoritos. Desde entonces la hipocresía ha estado a la orden
del día por las dos partes. Con embargo y todo, Estados Unidos es un
importante proveedor de alimentos de Cuba, que inicialmente los
rechazaba. Sin embargo, sobre todo tras la caída de la Unión Soviética y
varios devastadores huracanes, tuvo que plegarse a la necesidad. Eso sí,
Cuba tiene que
pagar en efectivo, para desesperación no sólo suya sino de los estados
norteamericanos más agrícolas, que ven la isla caribeña como un mercado
natural que se les escapa por culpa de las restricciones.
Una y otra vez, los abogados de abrir la mano con Cuba, sea por razones
ideológicas o económicas, se han estrellado en el Congreso. Hasta ahora
todas las suavizaciones han sido de tapadillo. Por ejemplo, el
presidente Jimmy Carter dejó calladamente de renovar algunos marcos
legales del embargo que exigían ratificación ejecutiva periódica. Pero
después vino Ronald Reagan a volver a dejar las cosas como estaban.
Bill Clinton se las arregló para endurecer el embargo a gran escala
(bajo su mandato se aprueba la controvertida ley «Helms-Burton») pero
relajándolo a escala pequeña, favoreciendo los contactos académicos,
deportivos e interpersonales. Era su convicción que así se plantaba una
especie de quinta columna contra el castrismo. Recientemente Hillary
Clinton ha acusado a los hermanos Castro, Fidel y Raúl, de ser los
primeros interesados en boicotear estas ventanitas del régimen al
exterior que Bush cerraría nada más llegar.
Ahora Obama quiere volver a abrirlas, y la gran incógnita es cómo
reaccionarán el país y el Congreso. El presidente tiene potestad
ejecutiva para imponer estos cambios aunque haya oposición legislativa,
pero está por ver hasta qué punto está dispuesto a hacer uso de esa
independencia. La reciente liberación de algunos presos políticos en
Cuba es vista como una oportunidad por muchos. Pero también los hay,
como el senador por New Jersey Robert Menéndez, que claman que es un
error «ponérselo fácil a los Castro precisamente ahora que empezaban a
flaquear».
http://www.abc.es/20100823/internacional/obama-sondea-animos-para-20100823.html
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