Mercantilismo y embargo
By ALEJANDRO ARMENGOL
Uno de los argumentos repetidos en contra de cualquier medida que busque
reducir las restricciones impuestas por el embargo norteamericano hacia
Cuba es que de esta forma se alienta el mercantilismo impuesto por el
régimen. En realidad, de levantarse el embargo, la tendencia económica
que terminaría imponiéndose sería todo lo contrario.
El capitalismo moderno está fundamentado en la noción de un mercado
libre de mercancías, servicios e ideas. Por contraste, el mercantilismo
fue el sistema económico que dominó en la economía de Europa Occidental
desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII. Este se fundamentaba
en una política estatal de beneficios mutuos entre la clase mercantil y
un gobierno que buscaba fortalecerse.
El régimen cubano explícitamente prohíbe a la población entablar
relaciones comerciales u otro tipo de actividades comerciales privadas.
Estas se encuentran estrictamente reservadas para el Estado y sus
gobernantes. Cada dólar que ha sido negociado con Cuba, por las firmas
norteamericanas, ha sido tramitado por una entidad única, la empresa
Alimport, que es propiedad del régimen castrista y operada por éste.
Las actuales leyes norteamericanas condicionan los vínculos comerciales
con la isla al reconocimiento y respeto de los derechos económicos,
políticos y humanos del pueblo cubano, entre los que se encuentra la
liberación de todos los prisioneros políticos. Sólo cuando esto ocurra,
el comercio con Cuba será libre y beneficioso, dicen quienes justifican
la permanencia del embargo.
No sólo este argumento es más vulnerable en estos momentos que el
gobierno cubano ha iniciado un proceso de liberación de presos
políticos, sino lo que es más importante: parte de una premisa falsa.
Al tiempo que debe señalarse que la represión continúa en Cuba, el
tratar de minimizar o pasar por alto las liberaciones de presos
políticos es una actitud mezquina.
Es cierto que el gobierno cubano practica el mercantilismo económico,
sólo que la política del embargo contribuye a ello. Esto no quiere decir
que la eliminación de las restricciones comerciales implicaría el fin de
las prácticas mercantilistas en Cuba, pero sí puede afirmarse que el
embargo brinda un medio ideal para el desarrollo del mercantilismo.
El recurrir a un embargo es una solución relativamente sencilla para los
gobernantes de cualquier parte del mundo. La justificación perfecta ante
la incapacidad o el deseo de hacer algo mejor. No basta con repetir con
mayor o menor énfasis que funcionaron anteriormente, la época de los
embargos es cosa del pasado. No se puede jugar a la subordinación del
comercio según dictados gubernamentales y decirle al mundo que abra las
fronteras a los productos norteamericanos. Incluso las sanciones
económicas, que no deben confundirse con un embargo, tienen una
efectividad muy limitada.
También es cierto que tanto Europa como Canadá y México ponen en
práctica lo que se podría considerar una política mercantilista respecto
a Cuba, la cual igualmente puede ser criticada. Sus empresarios han
contado con el apoyo de sus países, y con las bondades de un comercio
restringido, donde sus productos se pasean libres de la competencia
norteamericana. Pero debe añadirse que le han pagado a Estados Unidos
con la misma moneda que este país les ha querido aplicar, sólo que en
sentido inverso.
El capitalismo moderno se fundamenta en el mercado libre, pero no es
necesario el libre intercambio de información para que haya capitalismo.
Demasiadas dictaduras han ocurrido en el último siglo y continúan en el
presente que niegan esta afirmación. También cada vez más se hace
evidente que no son necesarias las libertades políticas y el respeto a
las derechos humanos para que se produzca un crecimiento económico.
Las exigencias de los legisladores cubanoamericanos y varios grupos del
exilio, de mantener las restricciones al comercio con Cuba y
fundamentarse para ello en los supuestos beneficios del capitalismo,
resultan perjudiciales para la economía norteamericana y son en última
instancia hipócritas. Si se pusieran en práctica, no sólo Estados Unidos
no podría comerciar con un puñado de países, con los cuales mantiene
importantes nexos económicos, sino que algunos de estos exiliados, que
pertenecen al sector empresarial del exilio de Miami, no habrían podido
desarrollar muchas de sus empresas, ya que han hecho un gran número de
negocios con dictaduras latinoamericanas que no sólo carecen del menor
respeto por los derechos humanos, sino que han torturado
sistemáticamente a sus opositores.
Las prácticas mercantilistas no son ajenas a los exiliados de Miami, una
ciudad donde se han obtenido contratos sin licitación, cargos públicos
han sido distribuidos entre compinches e incluso millones de dólares,
supuestamente destinados a impulsar la democracia y el respeto a los
derechos humanos en la isla, han servido para financiar viajes y proveer
de un medio de vida cómodo a varios que aparentan ser feroces
anticastristas, y en realidad han convertido el alboroto en negocio.
http://www.elnuevoherald.com/2010/08/23/v-fullstory/787849/alejandro-armengol-mercantilismo.html
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