María Julia Pou
El tiempo cronológico, el que rige por el movimiento de los astros y los
planetas, es uno solo para todos. El tiempo histórico puede ser
distinto. Circunstancias políticas, culturales, apertura o cierre de las
naciones, dictaduras o gobiernos democráticos, condicionan a los países.
Así fue que el imperio soviético quedó atrasado varias generaciones, y
así es que la pobre y doliente Cuba, después de cincuenta años de
dictadura castrista, languidece en la desigualdad, el hambre, el atraso
y el fracaso más rotundo. Días pasados la prensa internacional informaba
acerca de la reaparición en el escenario cubano de Fidel Castro. Cuando
muchos habían pensado que la sustitución -en una suerte de mecanismo
hereditario- por el hermano Raúl era un paso definitivo e irreversible
-una suerte de retiro voluntario-, reapareció el viejo Comandante a
quien los propios cubanos no veían hace años. Pero esta vez no hubo
discursos de larga duración sino breves intervenciones de diez minutos,
se pudo apreciar las dificultades motrices del personaje y la necesidad
de ayuda para ubicarse en el lugar del orador. Hasta aquí la descripción
del escenario institucional de Cuba en los últimos tiempos.
Pero nuestra mirada va en dirección de los habitantes de la isla, de sus
condiciones de vida, de las posibilidades que el "régimen" les ha dado o
negado. Resulta al menos curioso enterarnos que mientras a los
inversores extranjeros se les concedieron permisos de construcción de
lujosos hoteles para los turistas, que disfrutan en las estupendas
playas de los atractivos que ofrecen, los isleños han tenido que pasar
penurias para satisfacer sus necesidades mínimas en materia de
alimentación, no han podido desplegar sus iniciativas laborales ni
emprender proyectos propios que les hubieran dado la posibilidad de
mejorar su calidad de vida. Para tener una idea de cómo ha sido la vida
de los cubanos en estos cincuenta años de régimen castrista, es
ilustrativo decir que desde el año pasado se les "permite" tener un
teléfono celular y que en este año hay un avance digno de destacar: se
autoriza a los cubanos a abrir su propio negocio, una peluquería o una
ferretería. Pero quizás lo más trascendente lo dijo Raúl Castro cuando
se preocupó que fuera Cuba el único lugar en el mundo donde se creyera
que se podía vivir sin trabajar. ¡Bienvenidos a la realidad! El problema
es que ya hay demasiadas generaciones que han crecido y se han formado
-o deformado- en esa creencia y sin practicar hábitos de trabajo. Y no
es porque los cubanos no tengan en su ser genes de gente de trabajo,
pues vaya si en la diáspora hemos podido apreciar el empuje y la
inteligencia de quienes se fueron de su patria hacia tierras de libertad
que los acogieron y les reconocen y agradecen su impulso. Hoy queremos
decir que la puerta de la libertad no se entreabre, no se abre a medias,
pues en cuanto hay una mínima luz ya se hace incontenible el torrente
libertador de los hombres que la empujan.
El proceso hacia la libertad plena será más o menos rápido pero lo
veremos y celebraremos. Ya no habrá más presos políticos que tengan que
hacer huelga de hambre para que el mundo se entere de su reclamo.
http://www.elpais.com.uy/100824/predit-510496/editorial/cincuenta-en-cuba
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