Un coreógrafo que pinta y esculpe a escondidas
Inauguran exposición de Alberto Méndez en el vestíbulo del Gran Teatro
de La Habana Alicia Alonso
Miércoles, octubre 26, 2016 | Alberto Lima
LA HABANA, Cuba.- Como un prólogo al 25 Festival Internacional de Ballet
de La Habana Alicia Alonso, en la tarde del 24 de octubre —con
presentación a cargo de Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional—
fueron inauguradas tres exposiciones en el vestíbulo del Gran Teatro de
La Habana Alicia Alonso: una con cuadros y esculturas de Alberto Méndez,
otra con fotografías del norteamericano John Rowe y otra con piezas de
la artista boliviana Pilar Rubí.
Esta última, en el ala derecha del gran vestíbulo, no fue la que más
atrajo al público asistente, y consistía en fotos y objetos antiguos que
Pilar Rubí, esposa del embajador de España, ordenaba como aludiendo a
una muy personal ambientación hogareña.
En el vestíbulo del piso superior, mientras tanto, se mostró la expo
Portrait of a Ballerina-Swan, con excelentes fotografías tomadas por
John Rowe a la Prima Ballerina del Ballet Nacional Viengsay Valdés
durante la última temporada de El lago de los cisnes en nuestro país.
Rowe es un respetado y laureado fotógrafo y realizador cinematográfico
norteamericano que en octubre de 2013 participó —con instantáneas
tomadas en África y en La Antártida— en una exposición por el
aniversario 125 de la National Geographic en Los Ángeles y que, en marzo
de 2016, documentó el famosísimo concierto que ofrecieron los Rolling
Stones en la Ciudad Deportiva habanera. Es, además, profesor invitado y
honorario de artes audiovisuales en el Instituto Superior de Arte.
No obstante, la más llamativa, sin duda alguna, resultó la exposición La
danza imaginada, montada en el ala izquierda del vestíbulo del Gran
Teatro, con pinturas y esculturas del coreógrafo Alberto Méndez, que
fueron presentadas con un performance de alumnos y recién egresados de
la Escuela de Ballet. Con la música de El lago de los cisnes de
Chaikovsky a fondo, los bailarines iban quitando los velos que cubrían
las piezas, haciendo todos a su vez un pequeño pas de deux. Al final, en
el clímax del tema musical, entraba el coreógrafo vestido de oscuro,
como acostumbra.
"La danza se convirtió, de manera casual, en la realidad con la que
siempre soñé", escribió Méndez en el catálogo de la exposición, donde
cuenta cómo abandonó la carrera de Arquitectura por esta que ha
proseguido durante tantos años, y confiesa que siempre ha pintado por
simple afición, guardando sus obras y mostrándolas solo a algunas
amistades y negándose a exponer "porque respeto y admiro a pintores y
escultores".
Ahora, por fin, se ha atrevido a enseñar sus creaciones hasta esta
ocasión ocultas "y me someto al criterio del público en general y de los
que conocen mi obra como coreógrafo. De todos espero su amable opinión…
presentándoles estas obras sin título, sin fecha y sin firma… y sin
muchas pretensiones", escribió.
Varias de las personas que asistieron a la muestra —donde se encontraban
artistas reconocidos como Alicia Leal o Flora Fong— mostraron su agrado
ante las piezas de Méndez, Premio Nacional de Danza, porque, para qué
negarlo, se esperaba algo mucho menos serio de este "pintor de domingos"
que, como sabemos, es en verdad el más destacado coreógrafo de ballet en
Cuba, por encima incluso de maestros como Juan Tenorio y Gustavo
Herrera, con un repertorio donde brillan, entre otras muchas obras, Sui
generis, Muñecos y Rara avis.
Algunos conocedores comentaron que la mayor parte de las pinturas y
esculturas reunidas en la exposición corresponden a una etapa oscura de
su vida de Méndez, marcada por problemas personales, que en general no
guardan mucha relación con el Alberto Méndez que todos conocen,
"diáfano, simpático, encantador, recto, exquisito", como lo describe
alguien.
Llama la atención, por supuesto, que, en la larga lista de las personas
e instituciones a los que el coreógrafo expresa su agradecimiento, la
primera sea Alicia Alonso, no por falta de merecimiento, sino porque es
muy conocido el fuerte y largo desencuentro que hubo entre la Assoluta y
este artista, que estuvo muchos años sin volver a entrar en la sede del
Ballet Nacional y solo lo hizo cuando se le otorgó el Premio Nacional de
Danza a María Elena Llorente.
En esa ocasión, Alberto Méndez y Alicia Alonso se saludaron y se
besaron. Cuentan los presentes que la foto de aquel abrazo debía
guardarse para la historia, pues expresaba una reconciliación que dejaba
atrás —para bien o para mal— cualquier mancha sobre una colaboración
artística de importancia capital en la historia de la escuela cubana de
ballet.
Source: Un coreógrafo que pinta y esculpe a escondidas | Cubanet -
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