Cuba, el nefasto perjuicio de la espera
Detalles Publicado el Domingo, 30 Junio 2013 22:48
Por Luis E. Valdés Duarte*
Acaban de preguntarme, por enésima vez, por qué el pueblo cubano ha
decidido soportar los horrores de la peor dictadura de su historia. Así
que resuelvo ponerme a pensar mejor en el asunto porque, cada vez más,
es una cuestión de dificilísima respuesta.
El "hay que vivir allí para entender las razones por las que casi nadie
mueve un dedo para enfrentarse al castrismo" escuchado hasta el
cansancio, tiene una explicación que no solo está relacionada con la
fuerte opresión que el régimen de La Habana despliega con tal de que a
nadie se le ocurra enfrentársele.
Al miedo que ese avasallamiento induce se le suma otra razón de peso que
provoca la inercia en que se encuentra el pueblo de Cuba, aun privado
como está de sus derechos más elementales. Ese temor es la justificación
de muchos, pero encuentra su contrapartida en el valor de los pueblos
que en este mismo instante se enfrentan a situaciones de totalitarismo
al precio de la vida misma en múltiples latitudes del mundo.
Cuba no fue un país que se caracterizara por soportar situaciones de
opresión, más bien todo lo contrario. ¿Qué pasa ahora, entonces, para
que en el momento de su historia en que más privaciones de toda índole
tiene ese pueblo, haya decidido aguantar?
Otros dan como argumento la desinformación. Si bien internet nos permite
estar al tanto de cuanto ocurre en el mundo, nadie como el que está en
Cuba sabe lo que allí está pasando y lo que allí se está sufriendo. Así
que las razones fundamentales para pararle los pies a la dictadura se
encuentran dentro de Cuba y los cubanos las tienen cada día delante de
los ojos.
Si bien las redes sociales han servido últimamente para la organización
de manifestaciones y otros actos de enfrentamiento al oprobio, sigo
pensando que hay otras causas de fondo que impiden un levantamiento
popular y no solo la privación a internet. Digo que hay otras, sin dejar
de considerar que el acceso a internet es cardinal.
La normalización del horror
Una de esas razones es que en Cuba se ha normalizado el horror. Las
situaciones más espantosas y menos llevaderas se fueron volviendo
habituales y están ya en el terreno de lo natural.
Cuando un hecho tan devastador como que un tiburón se zampe a un hombre
que intenta escapar de su país se pone a la orden del día y se soporta
con inexplicable estoicismo, deja de ser extraordinario y pasa a ser
normal. La lista de horrores que en Cuba se han allanado y se han
asumido como lo justo es extensa y lo más grave es que así ha sido no
para la minoría que a ello se enfrenta, sino para la gran mayoría de los
cubanos que tienen conciencia de que todo va muy mal, pero aún siguen
viendo en la infamia algo tan normal como tomarse un vaso de agua.
La prioridad para esa mayoría que ha visto pisoteada su autoestima está
en la subsistencia y no en conseguir un estado democrático.
Se nos volvió normal, habiendo nacido en Cuba, que se adoctrine a un
niño desde los cinco años o antes, hacerle gritar consignas que no
entiende, contra personas que no conoce y a favor de "héroes" cuyas
oscuras biografías también desconoce, así como que, siendo aún menor de
edad reciba como asignatura preparación militar y aprenda a usar armas:
cómo se desarma un fusil, cómo se apunta y cómo se dispara con él. Y
también se volvió normal que su plan de estudios incluya clases de
contenido político, que sea evaluado políticamente al final del curso y
que esto tenga repercusión en su evaluación final.
Algo que poner en el plato
Para un cubano de a pie es normal que tenga que dedicar el día a buscar
la comida que esa misma noche se va a poner en el plato. Es normal que
le paguen en una moneda y le cobren en otra veinticinco veces más
poderosa. Es normal que su vecino lo vigile, que haya un solo partido y
que desde sus filas se determine todo. Es normal que la policía responda
a los intereses de ese partido y no del pueblo. Todo ello es natural.
Lo antinatural en Cuba es que fuera sencillo encontrar comida, pagarla
con la moneda en la que se cobra y que no se vaya en ello todo el
salario, que su vecino viva su vida propia y no la ajena, que haya
pluripartidismo, que la policía defienda a todos por igual.
Pero no. Lamentablemente, lo natural es que se golpeen a mujeres que se
oponen pacíficamente, que en las cárceles no quepa un preso político
más, que sea ilegal pensar diferente a lo que el gobierno determina. Que
los opositores mueran en raras circunstancias no aclaradas. Es natural
que no haya elecciones que persigan una embustera unanimidad para que el
mismo gobierno lleve entronizado, con el mismo apellido, como en las más
sonadas dinastías, más de medio siglo. Lo inusual es el respeto a la
opinión del otro, la caballerosidad por encima de las ideas políticas,
unas elecciones libres, Cuba sin Castro.
Lamentablemente, para la mayoría que aún no ha cruzado la frontera del
miedo, todos estos oprobios se han normalizado y no forman parte de
situaciones absurdas a las que hay que enfrentarse.
Odisea indecible
Lo natural es que un cubano tenga que pasar por una odisea indecible y
por un maremoto de gestiones para salir de su país, que haya un
porciento altísimo de la población en el exilio, que la familia esté
fragmentada, distanciada, rota… Y se ha hecho más normal aún que los
cubanos no puedan viajar libremente dentro de su propio país, ir de una
provincia a otra y permanecer en ella sin un permiso especial al estilo
de los salvoconductos, más propios de monarquías antiguas que de un país
del siglo XXI. Lo normal es que el transporte público sea un desastre.
Hace mucho que a eso se está acostumbrado y otra cosa sería antinatural.
Lo normal es que una gran cantidad de personas se prostituyan, sin
importar la edad de quien lo hace ni de quien va en busca del servicio.
A veces sin importar el sexo. Es normal que la prostitución ya no sea
tanto por dinero como por libertad. La meta de la mayoría de los que se
prostituyen es conseguir que un extranjero los saque del país.
Es normal que el sistema de salud sea una catástrofe, que no haya
medicinas ni instrumental, que los hospitales estén en condiciones
infrahumanas y que para ser atendido con prioridad haya que aparecerse
al menos con una merienda en la mano. Lo antinatural es que un hospital
sea como un hotel, como corresponde.
Un mundo al revés
Los cubanos han asumido que no les toca dentro de su propio país tener
autodeterminación, exigir sus derechos, acceder a lo que se merecen por
lo que son capaces de hacer. No cabe otra razón para explicar que un
pueblo inteligente se haya dejado avasallar de esta manera y que haya
asumido un mundo al revés.
Llevan razón esos que dentro y fuera han abierto los ojos y están de pie.
Lo que más me preocupa de todo, no es que se estén cayendo los
edificios, ni que estén destartaladas las aceras, ni que a La Habana,
por ejemplo, hace más de medio siglo que no se le lava la cara. Porque
esos temas se arreglan en un tiempo relativamente corto. Me preocupa la
escasísima preparación de los cubanos para el cambio. Y es comprensible
pues la dictadura se ha ocupado de usar todas las estrategias posibles
para normalizar el horror y lo ha conseguido mucho.
Me desvela ese estar sentados en el Malecón, tranquilos ante el nefasto
perjuicio de la espera… la espera de quien no espera nada. Y me
impacienta constatar que eso es lo que más normal se ha vuelto: no
esperar que algo bueno va a pasar y no saber que falta muy poco.
*Dramaturgo y poeta cubano, residente en España.
Source: "Cuba, el nefasto perjuicio de la espera" -
http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/2950-cuba-el-nefasto-perjuicio-de-la-espera
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