lunes, 25 de abril de 2011

La tortuga cubana

La tortuga cubana
24.04.11 - 00:02 -
MANUEL ÁNGEL CASTAÑEDA |

Nicolás Guillén construía metáforas como un arquitecto racionalista.
Así, la isla de Cuba era un cocodrilo verde que flotaba en la corriente
del Golfo, en ese mar caliente, de aguas cristalinas y tiburones
asesinos. El cocodrilo verde del negro Guillén más parece hoy una
tortuga, un quelonio inmóvil que avanza jadeante hacia las aguas del
progreso y la democracia. El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba
ha concluido sin lograr cambios sustanciales. La caduca estructura de la
dictadura militar forjada por Fidel Castro hace 52 años es un corsé que
asfixia los tímidos intentos de introducir nuevos elementos que mejoren
la vida de los cubanos, una camisa de fuerza que ahoga los análisis
certeros del propio Raúl Castro, ahora secretario general del PCC y
máximo líder, que sigue bajo el peso de la sombra de un hermano
omnipresente y de una gerontocracia que se resiste a aflojar las riendas
de su país, aún a pesar de que ya son conscientes del fracaso de la
Revolución.
El VI Congreso del PC cubano ha fluctuado entre el sainete y el pujo por
introducir racionalidad y eficacia en el inviable sistema productivo. Se
han debatido asuntos tan nimios como los problemas surgidos por las
averías en las 'ollas arroceras' -uno de los últimos inventos de Fidel
Castro- que se repartieron entre miles de familias, junto a otros
realmente trascendentes como la posibilidad de eliminar la cartilla de
racionamiento y profundizar en la privatización de algunos sectores del
la intervenida economía cubana.
Las ilusiones acariciadas por miles de habaneros en los primeros meses
de este año en torno a los resultados del VI Congreso se han visto, una
vez más, frustradas. La gerontocracia no tiene prisa (Raúl asume el
poder a punto de cumplir ochenta años) y avanza a velocidad de tortuga
no ya hacia un sistema de libertades y democrático, sino que ni siquiera
se dan los pasos necesarios para romper el ineficaz sistema de
producción que impide que un país, con condiciones naturales
extraordinarias para la agricultura y la ganadería, sea capaz de
producir suficientes alimentos para terminar con la escasez que padece
la población.
El nuevo máximo líder, Raúl Castro, tiene una mentalidad mucho más
pragmática que su hermano Fidel. En su discurso ante el pleno del PCC
admite errores, propone cambios en profundidad y tiene los pies en el
suelo: «Estamos convencidos de que el principal enemigo que enfrentamos
y enfrentaremos serán nuestras propias deficiencias y que, por tanto,
una tarea de tamaña dimensión para el futuro de la nación no podrá
admitir improvisaciones ni apresuramientos», dijo Raúl el pasado martes.
Una declaración alejada de la letanía tradicional de Fidel siempre en
busca de un responsable extranjero de los males de Cuba. El nudo
gordiano del problema cubano no es el diagnóstico, sino la aplicación de
la terapia precisa. En primer lugar, los gobernantes, siempre temerosos
de operar cambios, abordan cuestiones parciales con lo que los
resultados son magros. Han repartido tierras que estaban baldías desde
que fueron incautadas y así se ha reactivado la producción, pero los
campesinos que han comenzado a explotar las fincas se encuentran con que
no tienen ni maquinaria, ni fertilizantes y encuentran grandes
dificultades para vender lo cosechado, porque el transporte es precario
y no existen canales de distribución y venta.
Raúl Castro quiere eliminar parcialmente las ataduras que impuso el
régimen comunista y así quebrar la ineficacia de un sistema económico
absolutamente inviable, pero no termina de admitir que para llegar a la
meta de una producción capaz de abastecer a la población es
imprescindible una reforma global, no retoques cosméticos.
Muchos analistas, buenos conocedores de la realidad cubana, coinciden en
que otro de los frenos existentes para que el pueblo cubano salga de la
precariedad y la penuria es el temor de los más politizados a que la
transformación de la economía conlleve un terremoto sociológico que
desemboque en el reclamo de las libertades y la democracia. El proceso
seguido hasta la fecha ha sido siempre el mismo: Se inicia una apertura
(por ejemplo, la posibilidad de abrir pequeños negocios de hostelería,
los denominados paladares) y cuando prospera la iniciativa y un grupo
significativo de cubanos percibe los beneficios de su trabajo por cuenta
propia, los vigilantes comunistas cierran el grifo ahogando los negocios
con impuestos desmesurados, normativas imposibles de cumplir y otras
argucias que desalientan a los emprendedores. Los dirigentes saben que
la prosperidad de campesinos, hosteleros, mecánicos y otros
profesionales es un ejemplo directo y claro de que el modelo comunista
ha fracasado. Por esa razón los avances del régimen castrista son
siempre tímidos y alicortos. El VI congreso del PCC ha sido otro ejemplo
más como la dictadura cubana sabe que tiene que introducir cambios si
quiere que la población no termine en el desánimo absoluto, pero que
comprende, en paralelo, que las transformaciones necesarias significan
el final del comunismo y el reconocimiento de un fracaso ocultado
durante más de medio siglo.
El pueblo cubano vive inmerso en la desesperanza que ha inducido a una
gran parte de la población a la apatía y cortoplacismo. Muchos cubanos
son conscientes de que viven en un país lleno de posibilidades y saben
que el régimen comunista ha fracasado, pero carecen de fuerza para
obligar a la gerontocracia dirigente a dar un golpe de timón y se
refugian en el sueño de poder salir de la isla en busca de una vida
diferente o en 'resolver' del día a día en una nación llena de
carencias. Los cambios se producen a la velocidad de la tortuga.

http://www.eldiariomontanes.es/v/20110424/opinion/articulos/tortuga-cubana-20110424.html

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