Al combate corred, generales
De los 15 miembros del nuevo Buró Político, ocho son militares en activo
o provienen de sus cenáculos
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 25/04/2011
En el momento en que escribo este artículo aún no conocemos en qué han
consistido los múltiples arreglos hechos a los Lineamientos que
sirvieron de preámbulo a este VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Y por ello, poco sabemos acerca de lo discutido y hacia donde se torció
el timón. Sin lugar a dudas cuando los conozcamos, podremos tener una
idea más clara de cómo la élite política cubana piensa seguir avanzando
en su "actualización socialista".
Es posible, sin embargo, avanzar algunas ideas acerca de lo que ha
sucedido con la élite política a partir de algunas cuestiones
mencionadas por Raúl Castro en su discurso central y de la constitución
del nuevo Buró Político (BP). Creo que hay tres temas que vale la pena
mencionar: el mea culpa vergonzante del general/presidente, la avalancha
de los militares y el surgimiento de nuevos herederos que deberán
caminar por la cuerda floja del ser y no ser para llegar al final de la
puesta en escena.
En el primer sentido, estoy obligado a parafrasear a Lord Acton con su
apotegma sobre el poder absoluto: el poder es siempre cínico, diría yo
ahora, pero el poder absoluto lo es absolutamente. Justo lo que nos
muestra el general/presidente cuando habla de malos reclutamientos de
dirigentes, remitidos a errores de terceras personas difusas; o cuando
elogia la renovación de los dirigentes en los cargos públicos como
condición de la buena gobernabilidad, como si la inmensa mayoría de las
personas que estaban en ese congreso, su buró político y él mismo,
fuesen consultores internacionales evaluando a la distancia una
situación en la que no tienen ninguna responsabilidad. Son concesiones
muy poco elegantes al impudor que ocurre cuando no existe un espacio de
oposición y de opinión pública que le recuerde a los gobernantes que la
procacidad política tiene un límite.
En segundo lugar, y esto es más interesante, el congreso confirmó el
predominio absoluto de los militares —principales sostenedores políticos
de la orientación pro mercado y de la tecnocracia que la construye—
sobre el otro fragmento de la élite: los ateridos burócratas partidistas
encabezados por el nada fotogénico Machado Ventura. Hubo 12 bajas (9
plazas no fueron llenadas por la reducción de la membresía de 24 a 15),
la más visible de las cuales fue la del frívolo ministro de Cultura, de
quien se dice que ha amenazado al público cubano con dedicarse con más
ahínco a su vocación de escritor.
De los 15 miembros del nuevo BP, 8 son militares en activo o provienen
de sus cenáculos. Pero entre ellos hay seis personas que simultanean su
cargo en el BP con presidencias o vicepresidencias en los otros dos
órganos más importantes de poder: los consejos de Estado y de Ministros.
Cuatro de ellas son militares: Raúl Castro, Colomé Ibarra, Casas
Regueiro y Marino Murillo, y un quinto, Ramiro Valdés, no es ajeno al
gremio y sus oportunidades. Otras seis tienen asiento en al menos una de
las otras dos instituciones y tres de ellas son militares. En resumen
que si estar en varias de estas instituciones al mismo tiempo es un
indicador de poder dentro de la élite, habría que asumir que de los 12
miembros del BP en esta situación 7 son militares. Un nivel de
concentración de poder superior a todos casos precedentes.
Esta correlación ha venido afirmándose desde los ya lejanos tiempos en
que Lage y Pérez Roque fueron cazados como conejos asustados. Pero llama
la atención la intensidad como el general/presidente ha cargado contra
sus aliados de la burocracia partidista, acostumbrados a medrar
mezquinamente a costa del presupuesto estatal y decididos a frenar
cualquier cambio que implique alejarlos de ese presupuesto. Otro
derroche de impudor, pues el general/presidente ha sido por casi cinco
décadas el segundo secretario del Partido Comunista, y con frecuencia se
ha dedicado a los aspectos institucionales y de vida interna en los que
su trascendentalista hermano nunca se involucró. Tampoco son nuevos los
argumentos, pues esa cantaleta de que
el-partido-dirige-pero-no-administra ha sido un pie forzado de muchas
rimas discursivas. Pero sí es nuevo el contexto, y en ello está la
diferencia de lo que sucede al interior de la élite. Los chicos de
Machado Ventura no solamente han sido disminuidos en sus
posicionamientos públicos, sino que también han sido llamados al orden,
todo lo cual, supongo, podrá verse con más detalle en la programada
conferencia partidista de enero de 2012.
Por último, como que todo el proceso de reclutamiento de jóvenes
fracasó, la edad de los nuevos arcontes es extremadamente alta, lo que
hace supernumeraria la desinteresada oferta de RC de gobernar solo por
cinco años. La prensa ha destacado que el promedio de edad es de 68
años, lo que no parece malo. Pero no olvidemos que hay una niña
exploradora de 45 y dos mozalbetes en sus 50. Quizás más gráfico sería
apuntar que la mediana es de 73 años, y que una tercera parte de estos
gladiadores del socialismo rebasan la media de expectativa de vida que
prima en la Isla. Todo un récord.
Entre todos, sin embargo, se destaca la figura de una relativamente
joven estrella ascendente: Marino Murillo. Reclutado del propio despacho
de RC, Murillo ha hecho una meteórica carrera, primero sustituyendo a
una persona muy cercana a Machado Ventura en el Ministerio de Comercio
Interior, y luego en lugar de José Luis Rodríguez en el Ministerio de
Economía. En 2009 fue nombrado miembro del Consejo de Estado, y en 2011
una suerte de superministro de economía y finanzas. Lo distintivo de
Murillo es que conjuga su reinado en el área económica con un discurso
muy conservador. A diferencia de otras figuras que coquetean
abiertamente con el lado renovador de la "actualización", Murillo
siempre se cuelga de la parte más tradicional: habla despectivamente del
mercado, recalca la necesidad de una planificación en todos sus
detalles, jura que no va a dejar a nadie desamparado, y canta loas a una
igualdad que no es igualitarismo, porque es igualdad de oportunidades,
etc. Todo lo cual me hace pensar que niega con vehemencia justo lo que
quiere hacer, quizás porque sabe que así se hace la política y, en
particular, cuando hay que hacerla sobre un campo minado por los
resentimientos de los burócratas desplazados, el apetito de los
funcionarios-haciéndose-burguesía y la sensibilidad de generales
cuasi-octogenarios que se perciben ungidos por la intangibilidad de los
liderazgos históricos.
Murillo no indica una solución a ese gran cuello de botella que afecta a
la élite cubana: la carencia de mecanismos regulares de reclutamiento y
circulación. Pero al menos abre una ventana en un cuarto lleno de humo.
Su prueba de fuego es lograr que efectivamente la economía crezca. Y si
es así, tanto Murillo como los demás dirigentes cubanos irán moviendo el
discurso hacia una mayor apertura económica, desplazando el tablero
político solo lo imprescindible para que la apertura económica funcione.
Si el IV Congreso fue una esperanza de renovación socialista y
democrática, y el V un retroceso en lo poco que se pudo avanzar, el VI
es el que inicia el proceso de restauración capitalista en Cuba de la
mano del Partido Comunista y de la élite tecnocrático-militar. Seguro
que también eso lo sabe Murillo. Pero no creo que esto le genere
conflicto ideológico alguno. Murillo conoce —desde los tiempos en que
era un aplicado estudiante en el colegio de defensa— que los dirigentes
que han gobernado a Cuba por medio siglo y los que lo harán por solo una
década cada uno de aquí en adelante, se aprovechan del peculiar sentido
polisémico de la palabra socialismo, de manera que hagan lo que hagan,
siempre la revalidan. Así la han asociado indistintamente al guevarismo,
a la planificación soviética, al modelo chino y siempre a José Martí que
sirve para todos los fines. Y usando uno y otro referente, lo han
construido, consolidado y perfeccionado.
Que ahora lo actualicen no es nada extraño. Y al final, dirá Murillo a
sus cortos 50 años, todavía hay tiempo para continuar con la rima por
algún tiempo siempre que no fallen dos cosas en lo inmediato —las
remesas y la policía— y que al final lleguen buenas noticias de la
perforadora semi-sumergible por la que esperan hindúes, noruegos,
brasileños, venezolanos, vietnamitas y españoles. La misma que observa
la Halliburton desde la perforada valla del bloqueo/embargo.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/al-combate-corred-generales-261272
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