viernes, 30 de abril de 2010

Cuba requiere un proceso urgente de diálogo para abordar reformas

Año XII - Madrid, del Viernes 30 de Abril al Lunes 2 de Mayo de 2010

Boris Moreno Capote, Presbítero y 'Master' en Ciencias Económicas

"Cuba requiere un proceso urgente de diálogo para abordar reformas"
Americaeconomica.com

'¿Hacia dónde va la barca cubana?' un artículo del padre Boris Moreno
publicado en Palabra Nueva, la revista de la Arquidiócesis de La Habana,
ha tenido una gran repercusión por la claridad con la que este sacerdote
y 'master' en Economía aborda la necesidad de reformar la estructura
productiva de la Isla. En su opinión, esta es la única solución posible
para que el país cree riqueza y asegure el futuro de la población. En
esta entrevista concedida a CUBA ECONÓMICA Moreno da más detalles sobre
su certero análisis.


-Usted ha aportado al debate una visión realista de la situación actual
de la economía cubana y de las dificultades por las que pasa la
población en su día a día. ¿Cree necesario un proceso de diálogo amplio
para superar las dificultades?

-Creo que mi artículo ha despertado quizá un interés excesivo, que su
significación se ha sobredimensionado, tal vez por el hecho de que ha
aparecido publicado en la revista Palabra Nueva, que pertenece a la
Arquidiócesis de La Habana. Es, por lo tanto, más bien un reflejo de la
importancia que se le concede, tanto dentro como fuera del país, a las
opiniones que aparecen en los medios católicos, aunque estas sean de la
exclusiva responsabilidad de sus autores. No obstante, si tenemos en
cuenta que otros análisis más rigurosos que el mío y realizados por
destacados especialistas han señalado ya la condición delicada de la
economía cubana, deberíamos aceptar, sin la sospecha de algún interés
particular, que se hace impostergable, no sólo administrar una situación
de crisis, sino adoptar decisiones que nos conduzcan a un entorno nuevo
donde la economía cubana pueda acercarse a una senda sostenida y segura
de crecimiento e inversión. Las propuestas que aparecen en mi artículo
son, simplemente, una pequeña presentación de las medidas que los
especialistas consideran necesarias para lograr este objetivo. Pero es
tal el desgaste de nuestra situación económica, que considero que tal
cambio no se podrá conseguir sin implicar al conjunto de la sociedad. Y
para conseguir eso es necesario un gran diálogo que debe abordar también
reformas en el sistema político, pues salta a la vista que las causas
que han llevado persistentemente a la economía cubana a mantenerse en
una situación inestable desde hace 20 años y a no poder alcanzar de
nuevo las cifras de PIB del año 1989, no son sólo de orden económico
sino también político. Esta situación es inaceptable y es preciso
admitir las responsabilidades. Pero el cambio no sería posible si se
pretende realizar con un ánimo revanchista. Las soluciones excluyentes
no resultan viables, porque lo que nos ha llevado hasta aquí ha sido
precisamente la exclusión. Cuba es de todos los cubanos. Nos salvamos
todos o perdemos todos. En ese sentido, no se pueden ver las diferencias
de criterio como un problema, sino como una riqueza. Las diferencias nos
permiten reconocernos a nosotros mismos y a los otros. Las diferencias
nos dicen que nuestra vida se realiza conviviendo con los otros. Los
otros no son el infierno, sino nuestra salvación. Por lo tanto, todos
los cubanos deben caber en el proyecto de nación. Cuando eliminamos a
alguien, o lo dejamos afuera, perdemos todos. Es necesario incluir,
aceptar, sumar. Cuba somos todos.

-¿Cuáles serían los ámbitos correctos para que tuviera lugar este
debate? ¿Con qué limitaciones o garantías?

- Por la actual conformación sociopolítica y económica de nuestro país
sería provechoso que la iniciativa del necesario debate partiera de las
actuales estructuras de poder. De este modo, los cambios que se
requieren se podrían realizar de manera ordenada y consensuada. De ahí
parte la necesidad de reconocer la libre discusión de las ideas y la
posibilidad de organizarse adecuadamente para promoverlas, conforme a
derecho, sin que realizar estas iniciativas provoque una situación de
exclusión para aquellos que disienten de la línea oficial. Pero permitir
este contexto implicaría una altura de intereses y de miras que,
lamentablemente, no se ha manifestado en los últimos 20 años. Es
importante admitir que no hay ni puede haber un sólo modelo de
pensamiento, ni de ordenamiento de la cosa pública cubana que implique
la exclusión de todas las propuestas alternativas. Insistir en ese punto
es simplemente tener la pretensión de mantener y perpetuar una sociedad
autoritaria, por no ponerle otros calificativos. Y esta disfunción se
acentúa porque tal pretensión es contraria a la estructura real del ser
humano, que necesita realizarse, llevar adelante sus proyectos propios,
arriesgarse, decidir sobre su vida como verdadero protagonista. Creo que
en estos momentos vuelve a ser de gran ayuda el diagnóstico
profundamente humano del Papa Juan Pablo II cuando ubicaba el error de
los regímenes autoritarios en el ámbito antropológico. Y el hombre sólo
puede ser él mismo, con todos los riesgos, miserias y logros que eso
implica, cuando ejercita su humanidad en un ámbito de libertad. Libertad
discutida, ciertamente, una circunstancia que es también propia de la
libertad humana.

-El inicio del mandato de Raúl Castro vino marcado por la esperanza de
unas reformas económicas que no se han producido aún. ¿Considera que los
cubanos residentes en la Isla y en el exterior se han sentido
decepcionados por la tardanza del proceso?

-Creo que muchas personas se animaron a concebir en su corazón una
esperanza de mejoría. No sólo en el entorno económico sino también
político. Pero las esperanzas necesitan de la confluencia de los hechos
para sostenerse y renovarse. Y los hechos que hemos visto en estos tres
últimos años creo que no puede considerarse como favorables a tales
esperanzas, lamentablemente. Me parece que en estos momentos hay una
profunda desubicación por parte del Gobierno, que se ve agudizada por la
situación inestable que atraviesa el proceso político venezolano. Y,
ante esa situación se pretende responder a los retos del futuro, con
estrechamientos presupuestarios que me hacen temer en posibles
reacciones nefastas a medio plazo.

-La crisis y el colapso financiero actuales parecen obligar al Gobierno
cubano a iniciar procesos de recorte de algunos mecanismos de protección
social. ¿Qué impacto pueden tener estos recortes en la dura vida
cotidiana de los cubanos?

-Varios especialistas han mostrado fehacientemente en sus trabajos la
incidencia negativa de la situación económica actual en la red de
seguridad social de la población. A tales vacíos se les ha hecho frente
en gran medida con la entrada de remesas que provienen de familiares en
el exterior y con los recursos de la extendida corrupción que tiene en
el vocablo "resolver" su leitmotiv. Sería muy interesante intentar
cuantificar el peso de tales recursos en el mantenimiento de la canasta
básica. Aunque el salario nominal de los cubanos ha crecido en los
últimos años, no se ha verificado igual tendencia en el salario real. No
se cuenta con datos sobre la evolución de los precios, pero algunos
estudios apuntan a un crecimiento de los mismos. Por lo tanto, a pesar
del magro apoyo que representan, para una gran parte de la población
sigue siendo esencial el contar con los escasos productos subsidiados a
los que pueden tener acceso. Una ulterior afectación en este orden sólo
puede avizorarse como ampliamente negativa para la subsistencia media,
mucho más cuando no se perciben medidas que dinamicen la estructura
económica.

-Muchos cubanos parecen forzados ahora a buscarse la vida al margen de
la Ley, a resolver... ¿Hay alguna posibilidad de parar esta tendencia en
el complicado momento actual?

-Creo que debemos esperar que esta situación se agudice,
lamentablemente. Y esto lo considero muy preocupante, no sólo por lo que
afecta a una adecuada asignación de los recursos y al ordenamiento de la
actividad productiva, sino también en vista al futuro. Sabemos que la
vida del ser humano es fuente de moralidad. Ante una recurrente
situación de este tipo, la posibilidad de paliar sus efectos en lo
adelante se hará más difícil. Ya hay rastros de este posible
comportamiento en el ámbito semiológico y del lenguaje: hurtar ha
desaparecido del entorno semántico para ceder el puesto al inocuo
resolver. El cambio obedece a un intento de legitimar la nueva situación
moral, dada la casi imposibilidad de mantener la subsistencia sin hacer
uso de esas acciones. Y las consecuencias pueden ser muy dañinas. En ese
sentido, la experiencia de los antiguos países socialistas es muy
expresiva. Veinte años después de los cambios en esos países, los
problemas morales provocados por las dificultades que la población
encontraba para subsistir aún no han podido ser extirpados.

-¿Hasta qué punto la situación de escasez pone en peligro la cohesión
social?

-En el año 1994, tras la caída de la URSS, y después de las protestas
acaecidas en la capital, el actual jefe de Gobierno cubano afirmó que si
era importante mantener la capacidad defensiva del país frente a un
supuesto enemigo externo, también lo era mantener la capacidad
alimentaria. De este modo, indirectamente, se aceptaba que la crítica
situación de aquel momento había puesto en peligro la cohesión social,
abriendo las puertas a reacciones caóticas que podrían afectar el
completo ordenamiento del país. Al poco tiempo, aparecieron y fueron
puestas en vigor con una rapidez inusitada varias medidas que
permitieron hacerle frente a la crisis, por un lado, y comenzar a
activar una fuente de dinamización de la economía nacional, por el otro.
No fue por gusto, y aunque las medidas fueron algo erráticas, en los
años siguientes se verificaron tasas de crecimiento positivo que hacían
prever otras reformas. No obstante, no fue así. Y con el tiempo hemos
visto producirse una desintegración social alarmante. Creo que el solo
hecho de la vasta emigración que se produce en el país, tanto legal como
ilegalmente, y en muchas ocasiones con peligro para la propia vida, es
un indicio muy preocupante de esto y que nos tendría que llevar a todos
a reflexionar con humildad sobre lo que sucede. Ahora, dada la muy
delgada, frágil y agujereada red de seguridad social, un incremento en
las restricciones presupuestarias nos podría poner nuevamente, y ya se
sienten sus efectos, en condiciones muy similares a las de esos muy
críticos años del llamado periodo especial. Y cuando el cinturón aprieta
y no hay posibilidades de realización propia, los argumentos ideológicos
se evaporan con rapidez.

-En su artículo usted ha enunciado algunas posibles reformas económicas
que considera urgentes, como la promoción de la pequeña y mediana
empresa, la seguridad para la inversión extranjera, o la unificación de
la moneda... ¿Cuál sería, en su opinión, la forma correcta de poner en
marcha todas estas reformas?

-Esta es una pregunta que toca aspectos técnicos de definición de
políticas, relaciones entre las mismas y timing para su aplicación. Una
serie de circunstancias que exceden mis posibilidades de análisis. No
obstante, me atrevo a decir que resulta urgente una amplia, simultánea e
incisiva aplicación de las mismas. Estamos, usando un término médico,
ante un enfermo muy grave, a punto de llegar al estado crítico y es
imprescindible actuar con determinación, afrontando los riesgos. En modo
alguno esto debe significar improvisación, pero es tal la situación,
según el criterio extendido de los especialistas, que no podemos caer en
la insensatez de aplicar a cuenta gotas ciertas políticas. Se hace
necesario un paquete grueso y profundo de medidas relacionadas entre sí.
Quizá destacaría todo lo que tiene que ver con la dinamización de la
economía interna, específicamente la introducción, ampliación y
desarrollo de nuevas formas empresariales bajo un contexto jurídico de
pleno reconocimiento y garantías estables y duraderas. Así se
introduciría un elemento muy expresivo de los cambios, y
psicológicamente hace falta, alentando la esperanza y el nuevo rumbo del
país, aligeraría la situación laboral y de ingresos, y permitiría a gran
escala la realización de las energías y proyectos de muchos ciudadanos.
También y poco después se haría necesaria una amplia reforma del actual
sistema empresarial estatal que debería afrontar un clima de austeridad
y restricciones presupuestarias fuertes, según la terminología técnica.
Conjuntamente, se tendría que reformar y crear nuevas perspectivas para
la inversión extranjera, poniéndonos al día en lo que respecta a la
legislación internacional. Tales perspectivas deberían asegurarles a los
inversionistas extranjeros la seguridad de sus intereses y la
posibilidad de repatriación de beneficios, eliminando todo el marasmo de
control que actualmente existe y que enrarece el clima de confianza.
Quizá habría que pensar en formas muy flexibles y generosas de
participación de la inversión extranjera, porque ciertamente la
situación crediticia es harto complicada y no creo que pueda resolverse
en el corto plazo. En este sentido, la inversión extranjera no sólo
sería una fuente de renovación y modernización, sino también de
financiamiento fresco del cual estamos muy necesitados. Estas políticas
exigen un trasfondo financiero transparente que permita la valoración
adecuada de las opciones económicas y una eficiente asignación de los
recursos. Por lo tanto, no se puede alejar más la necesaria unificación
de la moneda. Pero la misma no daría los resultados apetecibles sino se
reforma de manera radical el sistema bancario y financiero del país a la
vez que el manejo fiscal de la economía. En este sentido, habría que
establecer la autonomía del Banco Central. Ciertamente en blanco y negro
estas políticas parecen muy fáciles, pero sabemos que no lo son.
Representan también ajustes en el orden social, con dolorosas
consecuencias posibles, que se deben tener en cuenta. Pero es tal el
momento apremiante que vivimos que o nos lanzamos a este trabajo duro y
fatigoso, y no menos imprescindible, o nuestro enfermo podrá caer en
shock. No es posible ahorrarle el dolor de una intervención profunda y
renovadora porque lo que está en juego es su vida, nuestra vida.

-A algunos analistas internacionales les sorprende la edad del principal
grupo de dirigentes de la Isla. ¿Cuál es su opinión al respecto?

- En principio, la edad no debe ser un hándicap para valorar la
capacidad de los dirigentes. De hecho, la edad introduce el elemento de
la necesaria experiencia que nos puede evitar caer en errores ya
vividos. No obstante, reconozco que es un elemento llamativo, y más hoy
cuando nos vamos adentrando en un mundo globalizado donde se acelera la
toma de decisiones y se exige una mente fresca, renovada y libre de
esquemas anquilosados. Yo destacaría en estos tres años la ausencia de
esa mentalidad y un recentramiento en un orden de cosas que se ha
mostrado incapaz de conducir a Cuba por sendas de crecimiento sostenido,
modernización y desarrollo en un ámbito de libertad.

-¿Cuál es su posición como católico ante el camino por el que la Isla
debe transitar en el futuro?

-Creemos en un Dios que se ha hecho camino nuestro, que se ha bajado a
nuestra altura, que dialoga con nosotros, que es 'Palabra', con todo
aquello de racionalidad, crítica y avivamiento existencial que se
implican en la noción de 'Palabra'. Él se ha arriesgado por nosotros, ha
dado el paso hacia nosotros. En medio de la bruma de nuestra noche, Él
ha venido a convivir con nosotros y no como un extraño o como un ser de
otra realidad, sino que ha asumido todo lo nuestro. Nos atrevemos a ser
gente de esperanza y de paciencia, apelando al diálogo, a la concordia,
a la racionalidad de lo humano, que no es fría y calculadora ni olvida
de los latidos del corazón, sino que dice de la pasión por todo lo
humano, aún con sus miserias y caídas. Por eso, somos amantes de la
libertad, aunque a veces sea motivo de confusión. Siempre confiamos y
queremos mirar hacia adelante porque nos sabemos sostenidos por Aquel
que es el Señor del futuro y que nos guarda en su amor compartiendo lo
humano porque ha asumido todo lo humano. Él es así signo de convivencia
humana y nos la ha presentado como nuestro ámbito propio. Una
convivencia que se realiza en medio de la diferencia, donde cada uno
tiene una voz, un pensar, un corazón, un sueño, una pasión, que se hace
necesario para todos. Dios no desoye ninguna voz. Nos ampara a todos.
Por eso el camino de la vida no lo comprendemos sino es en medio de la
diferencia, que enriquece y hace crecer, aunque sea difícil y ponga a
prueba nuestra paciencia. Por eso alentamos a escuchar la voz de cada
persona, resguardándola de toda exclusión. Necesitamos la voz de todos.
De ahí que somos católicos, es decir, apasionados por la totalidad y por
lo universal. No queremos ganar nada a costa de dejar derrotados a
algunos. Queremos ganar siendo vencedores todos. Por eso muchas veces no
elevamos la voz porque no queremos irritar al hermano ni exasperar. Pero
otras tantas veces no mostraríamos nuestra vocación si nos mantuviéramos
callados. Sabemos que nuestra voz no agota el conjunto de la coralidad
humana, pero si calláramos siempre se perdería irremediablemente una
nota de gran altura y belleza. Bajo esta perspectiva, desearía que
nuestro camino como nación fuera en base al diálogo, donde nadie se
arrogara el derecho de ser la única voz, el único modelo, el único
proyecto, sino que se invitara a todos a aportar, a poner lo suyo.

2010-04-30

http://www.americaeconomica.com/index.php?noticia=2755&name=POL%C3%8DTICA

No hay comentarios:

Publicar un comentario