¿Una década de cambios en la economía?
ELÍAS AMOR | Valencia | 28 de Diciembre de 2016 - 11:59 CET.
2016 cierra un año perdido para la economía de Cuba. Hace unos días, la
CEPAL anunciaba que el crecimiento del PIB sería del 0,4%, uno de los
más bajos de América Latina, acercando a la economía al estancamiento.
Una situación especialmente agravada por la coincidencia de un creciente
déficit fiscalque se estima en el 6,8% del PIB, a pesar de que el Estado
ingresa alrededor del 60% del PIB, y en estrecha coincidencia con el mal
dato interno, un notable desequilibrio en el comercio de mercancías, con
una muy baja tasa de cobertura, situada por debajo de 40, que contrasta,
sin embargo, con la evolución más favorable experimentada por los
ingresos del turismo o las remesas de las familias en el exterior.
Los analistas observan que las reformas introducidas por Raúl Castro en
2006 no están dando los resultados previstos. A pesar de la
descongelación de las relaciones con Obama, los responsables de la
economía mantienen un estrecho cerco sobre el sector privado, el único
que puede ayudar a sortear la pésima situación económica. Desde 2015, el
número de trabajadores por cuenta propia no ha subido del medio millón
logrado en los primeros tiempos, y ese estancamiento no se encuentra
relacionado tanto con la limitación de oficios y profesiones que el
régimen impone a la actividad privada, sino con la falta de
expectativas, la ausencia de financiación y las dificultades para
funcionar en el marco de la economía de intervención estatal, sin
mercado ni derechos de propiedad.
Por otro lado, la nueva regulación para la atracción de inversiones
extranjeras o las campañas de marketing internacional de la Zona
Especial de Desarrollo del Mariel, tampoco parecen estar dando los
resultados previstos, porque, si bien es cierto que los empresarios se
sienten atraídos por la llamada "cartera de proyectos", abandonan rápido
en cuanto observan quién está en la contraparte, la escasez de
financiación interna o los problemas para contratar trabajadores
libremente. Aspectos sobre los que el régimen insiste que no piensa
hacer cambios, lo que frenará más aún a los potenciales inversores.
Las autoridades responsabilizan de todos los males al bloqueo y embargo
de EEUU a pesar de los avances producidos desde el encuentro entre
Castro y Obama, y que actualmente Cuba no solo comercia con todos los
países del mundo, sino que ha conseguido una graciosa condonación de
deudas y aplazamiento de pagos que raras ocasiones se establece para
países con una trayectoria tan negativa en el cumplimiento de sus
compromisos de pago. Además, la dependencia externa aumenta, porque las
remesas de las familias en el extranjero y el aumento de los viajes se
han convertido en las principales fuentes de obtención de ingresos, al
tiempo que los compromisos petroleros de Venezuela han experimentado una
clara tendencia a la baja.
La mayor parte de los inversores que actualmente operan en la Isla
coinciden en que los cobros por los servicios se retrasan más de un año,
y que el Banco Central no tiene control alguno sobre los pagos, que
dependen directamente de la cúpula que dirige el país. Operar en la Isla
exige contratar seguros de crédito para la exportación en los países de
origen. Casi siempre, financiados por empresas estatales. En todo caso,
el control de las divisas y los movimientos de capitales está muy lejos
de ser liberalizados.
En 2016 se han disparado las alarmas que se vienen cerniendo sobre la
economía. El envejecimiento de la población se acelera, sin que se estén
adoptando medidas para hacer frente a un proceso que amenaza el
potencial de crecimiento a largo plazo. De otro lado, la tensión
migratoria se ha acelerado, ante el temor a un cambio en la política
receptora de EEUU. Los ajustes en las ineficientes empresas estatales se
frenaron como consecuencia de las protestas sindicales, lo que ha
supuesto el mantenimiento de elevados niveles de subempleo que reducen
de forma sistemática la productividad de la mayor parte de los sectores.
Y por último, la obsesión con el control y la centralización de la
distribución comercial y la logística sigue provocando problemas de
suministro, no solo a los mercados de consumo, sino lo que es peor, a
los de bienes intermedios. Es evidente que el modelo de planificación
central de la vieja Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) es
absolutamente incapaz de dar solución a estos problemas cuya gravedad ha
ido en aumento.
La dualidad monetaria se mantiene, siendo aceptada como un mal menor por
la población, pese a los problemas de credibilidad que supone, para una
economía, funcionar de este modo. Los planes para la supresión de la
dualidad al parecer han quedado olvidados. Se han producido tímidos
avances en el ámbito de las telecomunicaciones e internet, pero todavía
es muy baja la penetración de las redes en los hogares. Las tarifas
prohibitivas para los sueldos que se pagan en Cuba y los niveles
tecnológicos continúan siendo muy atrasados para impulsar actuaciones en
servicios básicos como la banca, el pago en las tiendas o en las
empresas de servicios, por citar algunos ejemplos. Los llamados
Lineamientos no han servido ni para mejorar la interrelación entre los
sectores y actividades productivas (el ejemplo mas evidente es la
construcción de viviendas, insuficiente para atender las demandas de la
población) ni tampoco para reducir las importaciones.
Los cubanos padecen las consecuencias directas de esta pésima gestión
económica de dos formas. En primer lugar, afrontando situaciones
estructurales de escasez y en su caso, alzas de precios, que han llevado
a las autoridades a fijar topes, una de las políticas más ineficientes
para atender estos problemas. Por ello, a pesar de que los salarios
nominales han aumentado, su importe promedio es tan bajo, que los
salarios reales se han visto resentidos por los incrementos de precios y
la reducción de la canasta normada que el régimen se ve obligado a
practicar como consecuencia del incremento del déficit. En segundo
lugar, observando que las expectativas de mejora de la economía y la
certidumbre respecto del futuro no caben en el actual diseño de
políticas, lo que aumenta la desafección con la clase dirigente.
Desaparecido Fidel Castro de la escena, ya existen apuestas para saber
cuánto tiempo pueden soportar los cubanos antes de salir a protestar y
enfrentarse a un sistema que es contrario a la razón humana.
Al final, volvemos a los problemas de la economía castrista, sus señas
de indentidad: la falta de un sistema jurídico de derechos de propiedad
privada libres, la inexistencia del mercado como instrumento básico de
asignación de recursos, el bajo nivel de las inversiones en el PIB o la
incapacidad de los precios para cumplir su función como señales de
valor, y se puede concluir que ninguna de las reformas introducidas
desde 2006 han servido para dar solución a estos problemas que
constituyen la verdadera atadura de una economía que puede ir a peor en
2017. Diez años perdidos en la gestión de la economía que no han servido
para bien de todos los cubanos.
Source: ¿Una década de cambios en la economía? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1482880827_27713.html
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