Los encantos de La Aldea
La vida aquí es de arrabal, vocerío, música alta, negocio, humo y bebida
lunes, febrero 1, 2016 | Frank Correa
LA HABANA, Cuba.- El barrio marginal Romerillo se encuentra enclavado
cerca de importantes sitios de La Habana, a menos de un kilómetro del
Palacio de las Convenciones y el hotel Palco, a unas cuadras de la
Quinta Avenida y enfrente del parque de diversiones Isla del Coco,
antiguo Coney Island.
Famoso antes de la revolución por su vida nocturna, su cadena de bares y
fritas y los personajes atrapados en su efluvio: Marlon Brando y la
tumbadora, Kid Chocolate y sus prostitutas y el Chori, punto de enlace
principal del folclor habanero de esos años con los visitantes
extranjeros que buscaban juergas.
La revolución terminó con el Chori y los puestos de fritas, con los
bares y el comercio del barrio, que empobreció más aún y comenzó a
extenderse hacia el sur, con orientales que escapaban de sus provincias
"huyendo de un fantasma", y construyeron sus viviendas en cualquier
espacio disponible hasta conformar lo que es hoy La Aldea, ramificación
de Romerillo detenida solamente por el muro de piedra del antiguo
aeropuerto militar del cuartel de Columbia, hoy Ciudad Escolar Libertad.
La aldea se suscribe a solo un par de kilómetros cuadrados, donde
perviven en hacinamiento casi doce mil almas, sin alcantarillado, ni una
correcta electrificación, ni las condiciones sanitarias adecuadas;
colmado de ilegalidades propias de un sistema que las genera de forma
natural, debido a leyes irracionales que engendra y conlleva que el
mercado negro sea quien rija el comercio del lugar.
La vida en La Aldea es de arrabal, vocerío, música alta, negocio, humo y
bebida. Una de las vecinas más vieja de la zona es Mercedes, quien
cuenta que una noche, en una reunión en el Palacio de las Convenciones,
un ministro le dijo a Fidel que a unas cuadras de allí había un barrio
marginal y Fidel no lo creyó.
"Al otro día La Aldea amaneció tomada por asalto, había guardias de
verde olivo en todas las callejuelas, en los pasillos y hasta en la
bodega, entonces apareció Fidel, tan grande que copaba todo el pasillo
de Pititi, le dijo a uno que lo acompañaba; "Esto hay que cambiarlo".
Después se fue y no se hizo nada, solo el Club de Computación y dos
parquecitos".
El año pasado se efectuó un concierto de Silvio Rodríguez en Romerillo,
difundido por la televisión nacional, y sólo los habitantes de La aldea
advirtieron un detalle: "la tarima fue colocada de espaldas a La aldea
y de frente a Quinta avenida, aunque seguramente sin ninguna intención".
El artista de la plástica Kacho también es un degustador de este
peculiar sitio de la geografía habanera. En Romerillo ha instalado su
"Laboratorio para el arte" y conseguido que decenas de jóvenes, pegados
a la pared exterior, en la calle, pernocten conectados a la red a través
de su maravilloso wifi. "Una ayuda en la comunicación", dice un joven
mientras navega.
La reciente Bienal de La Habana atrajo hasta Romerillo a varios artistas
de otras regiones del mundo, que dejaron sus huellas en collages,
pinturas y expresiones culturales, que han terminado fundidas con la
mística de este barrio marginal.
Una lámpara de pomos plásticos, un taxi almendrón convertido en tanque
de guerra, rostros de Hugo Chávez y hasta un Che Guevara con Pilsen,
argollas, aretes y peinado "al yonqui", cohabitan con la basura
amontonada en las esquinas, las aguas albañales corriendo por la calle,
las fosas desbordadas y el latido de doce mil corazones pujando por
sobrevivir.
Source: Los encantos de La Aldea | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/los-encantos-de-la-aldea/
lunes, 1 de febrero de 2016
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