Un héroe para justificar el fracaso cubano
Seguimos sin querer admitir que el vino, si está agrio, por muy nuestro
que sea, no es más que eso: vino agrio
jueves, enero 28, 2016 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba.- Se cumplen 163 años del natalicio de nuestro héroe
nacional, José Martí. Es la ocasión de repetir de carretilla alguno de
sus versos o las dos o tres frases suyas que todos los cubanos
aprendemos de memoria desde la escuela primaria. Luego, son vueltas a
repetir el 19 de mayo, en el aniversario de su muerte. A poco más que
eso, en esas dos fechas, se reduce el culto martiano que nos inculcaron
desde niños. ¡Qué pena!
Tenemos el mito, pero de bien poco nos han servido las advertencias y
las enseñanzas de Martí. Más bien, desde los tiempos de la independencia
y hasta la actualidad, nos hemos dedicado sistemáticamente a incurrir en
todo lo que nos advirtió que evitáramos. Hemos hecho como los israelíes
en el Antiguo Testamento, que desobedecían continuamente a Jehová y por
eso fueron castigados. Aunque ni remotamente como los hebreos, nuestro
pueblo también ha recibido su correspondiente castigo. Y lo que falta
todavía…
¿En qué quedó aquello tan citado y que nunca ha sido, de la república y
la nación "con todos y para el bien de todos"?
Los cubanos hemos explotado, sin oficio ni beneficio, la leyenda
martiana. Pocos pueblos tienen el privilegio de tener un poeta como
héroe nacional. Pero los poetas y sus cosmogonías no son fáciles de
entender. Nunca entendimos bien a Martí, y lo hemos idealizado y
sobredimensionado como el político que no era y que no quiso ser.
Al preparar la guerra por la independencia, Martí cumplió su principal
rol histórico. Ya poco más podía hacer. Su muerte en Dos Ríos, el 19 de
mayo de 1895, enfrentado a una patrulla española, fue casi un suicidio.
Le facilitó la salida que no hallaba ante tanta tozudez e incomprensión
de los principales jefes militares mambises.
Pero la historia oficial, la que enseñaban antes y la que malamente se
enseña ahora, rehúye referirse a los conflictos entre los próceres…
¿Hubiese podido Martí, después de la independencia, lidiar con los que
pretendían dirigir la república como si fuese un campamento militar, e
imponerles su visión civilista y democrática?
Habría que ver, con tan abigarrado y confuso ideario político como
mostró en sus escritos, qué hubiera hecho Martí de haber sido el primer
presidente de la república.
Muy pocos cubanos han leído a fondo a Martí. Lo que sí han abundado son
los tergiversadores y los manipuladores de su ideario. Así, han creado
un Martí multipropósito, útil y conveniente para todos.
El mayor plagiario, Fidel Castro, hizo de Martí el autor intelectual del
ataque al cuartel Moncada, su guía para la construcción de la sociedad
socialista y el mentor de su patológica confrontación con los Estados
Unidos. Para justificar su dictadura de partido único, citó el caso del
Partido Revolucionario Cubano, pasando por alto el hecho de que fue
creado únicamente para organizar la guerra por la independencia y no
para perpetuar en el poder a ningún caudillo.
La leyenda martiana contribuyó a la construcción de un meta-relato
histórico, una teleología del destino nacional, que nos ha hecho más
daño que bien. Lejos de redimirnos, nos legó, entre otras cosas, la mala
conciencia y el hado de la fatalidad nacional.
Martí, desde el exilio, idealizó con su pluma una Cuba en la que vivió
en total apenas 20 años de su vida. Pero la Cuba que inventó seguramente
hubiera sido mucho mejor que la real, si los cubanos hubiésemos logrado
llevarla a vía de hechos. Si no idéntica, al menos parecida a la que
soñó Martí. Pero no pudimos. Y seguimos sin poder…
Tanto nos machacaron con los héroes impolutos y las estatuas de bronce,
que terminaron por aburrirnos. Como consecuencia de ese aburrimiento,
hoy muchos cubanos, sobre todo los jóvenes, identifican a Martí con el
teque castrista y lo rechazan.
Los cubanos deberíamos abochornarnos de tanto desconocimiento y
tergiversación de Martí. Pero nos es más fácil lamentarnos. Y para
ellos, seguimos citando sus frases. Aunque no vengan al caso, no las
entendamos bien o las interpretemos a nuestro antojo y conveniencia,
para justificar nuestro fracaso como nación.
Así, atenidos a Martí, seguimos sin querer admitir que el vino, si está
agrio, por muy nuestro que sea, no es más que eso: vino agrio. O peor
aún: vinagre. Del que tanto arde en las heridas…
luicino2012@gmail.com
Source: Un héroe para justificar el fracaso cubano | Cubanet -
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